Usted está aquí: domingo 3 de abril de 2005 Opinión ¿LA FIESTA EN PAZ?

¿LA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

Otros merecidos premios

EN SU AFAN de seguir premiando lo que un autocomplaciente y corrupto sistema neoliberal taurino ordena, los premiadores de siempre volvieron a premiarse fuera de la bacinica en su noble propósito de "no hacerle daño a la fiesta", así sea a costa de su dignidad y de la legalidad.

COMO YA ES costumbre en La Jornada, presentamos a la consideración del amable lector algunas premiaciones merecidísimas por quienes, instalados en su necedad y falta de ética, se hicieron acreedores a éstas en la pasada temporada 2004-2005:

EL CHIVO DE Oropel, disputadísimo como nunca por los numerosos festivales de luces que ofreció la incorregible empresa, hubo de repartirse salomónicamente entre las prestigiadas ganaderías de novillos del contumaz Julio Delgado, el solidario Teófilo Gómez y el amable José María Arturo Huerta.

EL GRAN SATURNO, fue un reconocimiento muy especial a Pedro Gutiérrez Moya El Capea, que en su patológico paternalismo terminó engulléndose a su hijo, Pedro Gutiérrez Lorenzo, la tarde de su tierna confirmación, al seleccionarle dos becerrotes de Teófilo Gómez "para que triunfara", haciendo diestros y criador el ridículo de su vida.

EL CHABELO ROSA recayó en Julián López El Juli y el boyante Trojano, del hierro de Montecristo, por la precocidad de ambos para consumar la faena más bonita de la temporada. El diestro madrileño se adjudicó también El Pinocho de Plástico, luego de sus reiteradas promesas de no regresar a la Plaza México mientras siguiera "promoviéndola" el actual promotor.

EL BIBELOT DE Trapo volvió a llevárselo el divo de Chiva Enrique Ponce, por sus reiteradas trapacerías, ventajas y truculencias.

LA ALFOMBRA MAGICA, polícromo pergamino en letras góticas y marco dorado, se entregó a la luida Asociación Nacional de Matadores que, fiel a sus principios de defender los intereses de sus miembros, continuó doblando la cerviz ante las imposiciones del empresario, quien una vez más pisoteó a voluntad a los aguantadores diestros-tapete.

EL CENTAURO DE Cobre fue conquistado a pulso por los rejoneadores ¿mexicanos? que se prestaron a cubrir el impreciso artículo 47 de la Ley de Espectáculos Públicos en el Distrito Federal, que exige un 50 por ciento de toreros nacionales como mínimo, sin precisar si de a pie o de a caballo, lo que permitió que en varios carteles diestros extranjeros lidiaran cuatro astados y los de por acá tres. Pero en sus grises actuaciones de relleno llevaron su penitencia.

EL PALO DE Ciego -sencillo palo con clavos y conmovedora leyenda en su base- obtuvo reñido empate entre los tornadizos jueces de plaza Balderas, Delgado, Cardona y Ramos, quienes por su capacidad ilimitada para hacer el ridículo obligaron a que a la postre se les concediera a los cuatro.

EL PLUMERO DE Gallina lo ganó por enésima vez el antipromotor de la Plaza México, Rafael Herrerías, no sólo por seguir contratando extranjeros sin ton ni son y su torpeza para armar carteles equilibrados e interesantes, sino por conformarse con un mitotero lleno a lo largo de veinte festejos.

Y LA COYUNDA de Oro fue derechito a la Delegación Benito Juárez y a los publicronistas de Televisa, por su pujante manera de jalar con el intocable emprezafio.

 
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