Usted está aquí: lunes 28 de marzo de 2005 Opinión La metástasis del TLCAN

John Saxe-Fernández

La metástasis del TLCAN

En la cumbre trinacional celebrada la semana pasada se marginó el tema migratorio, prioridad mexicana, prevaleciendo las exigencias de Estados Unidos en energía y en la elevación del tema de la seguridad bajo una Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte" con un coctel de justificaciones que incluye la "guerra antiterrorista". Después del 11-9 se agudiza la temática policiaco-militar en la "diplomacia" de Bush-Rice por lo que vale revisar asuntos de fondo que también se marginan ante el público.

El esquema no es nuevo: la geopolitización hemisférica durante la guerra se justificó bajo la cubierta de la amenaza comunista. Antes, con Roosevelt, se lanzó algo similar, esa vez en torno a las "acechanzas" del Eje. Con el debilitamiento del nacionalismo revolucionario ahora Estados Unidos cuenta con más fuerza económica y de "seguridad" para inducir o presionar a México en una forma que le permita tomar ventaja de las enormes asimetrías codificadas en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y obtener para sus inversionistas y sus exportaciones de bienes un trato distinto frente a terceros ubicados fuera del tratado.

La inclinación por usar el TLCAN y su ampliación por medio de Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) como carta de negociación global se aprecia mejor porque queda superada la visión estrecha de que el tratado era un asunto "meramente comercial", popularizada a través de una costosa campaña publicitaria durante el salinato, un régimen de usurpación electoral y, como el actual, de capitulación ante Estados Unidos. Esa promoción se realizó desde una Secretaría de Comercio bajo Serra Puche, que se comportó como un apéndice vergonzante y vergonzoso del Departamento de Comercio estadunidense. La metástasis del TLCAN rápidamente se trasladó del comercio a otros de sus objetivos centrales: el dominio de la inversión extranjera directa sobre los principales ejes de acumulación; promoción del dólar ante el euro, (primer retador hegemónico desde el fin de la Segunda Guerra Mundial); la explotación de la fuerza de trabajo y el control y usufructo del espacio geográfico mexicano, sus comunicaciones terrestres, aéreas y marítimas, y sus vastos recursos minerales, acuíferos, de biodiversidad y, desde luego del complejo petroeléctrico, en la mira desde la década de 1970 y ahora foco y meollo de la Alianza.

En este diseño imperial es nodal la vinculación entre la dimensión geopolítica y de seguridad con la cascada de disquisiciones estadunidenses sobre los activos mexicanos, públicos y privados, impulsada por el TLCAN y las "reformas" del Banco Mundial. Las preocupaciones de los inversionistas de Estados Unidos en México se centran en elaborar "garantías" a sus crecientes compras, en especial las contempladas en petróleo y electricidad, por lo que no sorprende que los principales actividades que se gestan en el campo de las interacciones político-económicas y jurisdiccionales giren en torno a los esfuerzos de la Casa Blanca para proporcionar protección al aumento inusitado de las propiedades de sus inversionistas al sur del Bravo. Un resultado es más intervensionismo policiaco-militar, bajo la cubierta del programa "antidrogas" y "antiterrorista", con preocupante capacidad del Pentágono de Rumsfeld de influir en la dinámica política de México y sus relaciones "cívico-militares", de cara a 2006. La formalización de los candados de seguridad en México se "promovió", en aparente anticipación del cónclave, por medio de un paquete legislativo sobre seguridad nacional, envío de tropas y estado de sitio, analizado desde estas páginas por Gustavo Iruegas.

Una vez consumada la firma del TLC el tema de "los candados de seguridad" salió del "clóset" en que Salinas lo tenía bien guardadito. En mayo de l994 William Perry, secretario de Defensa de Clinton, planteó la necesidad de "complementar al TLCAN con una integración militar para América del Norte y el Hemisferio Occidental". Mientras Perry se manifestaba así, el Congreso de Estados Unidos aumentó el presupuesto militar, el despliegue de más bases y personal de seguridad en América Latina y votó contra la propuesta para cerrar la Escuela de las Américas, conocida como la "escuela del terror institucionalizado". De este centro con más de 77 años de funcionamiento se graduaron cerca de 600 mil oficiales, los pistoleros encargados de los pelotones de fusilamiento rural y urbano que asuelan América Latina. Con el TLCAN en vigor, muchos oficiales mexicanos se adiestran en ese tipo de aulas.

El llamado del tiburón a las dos focas del TLC, primero a nadar en las aguas del "libre comercio" y ahora en las de la "seguridad con integración energética", es un reto mayor a la soberanía de México. Tal esquema de "absorción" colonial ocurre en medio de una tripolarización económica y geopolítica del orbe que se profundiza día con día. El propósito es usar a México como ariete para impulsar la "integración vertical" de América Latina a la metrópoli en lo comercial, financiero, monetario y geopolítico. Como su depredación imperial desestabiliza, la Casa Blanca promueve la metástasis del TLCAN, del Bravo a la Patagonia.

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