Usted está aquí: lunes 28 de marzo de 2005 Deportes El Zotoluco y Ortega: dos caras de la desigualdad

Príncipe y mendigo

El Zotoluco y Ortega: dos caras de la desigualdad

LUMBRERA CHICO

Los resultados que ha producido hasta ahora la llamada Feria Internacional del Caballo Texcoco 2005 -en la corrida de anteayer, sábado, Eulalio López El Zotoluco se llevó cuatro orejas y dos rabos, mientras José María Luévano consiguió un indulto y otras dos orejas y Manolo Arruza, por compasión, cortó una orejita ratonera- demuestran que ése, el de una plaza de trancas, es el nivel de rigor y exigencia al que ha caído, o mejor dicho, en el que se ha hundido la Monumental Plaza Muerta (antes México).

A Texcoco ha llegado, como si de una doctrina económica se tratara, el "pensamiento único" de Rafel Herrerías: las mismas ganaderías engordadoras de novillos bobos y repetidores, los mismos toreros, la misma crítica dizque especializada y la misma facilidad, por parte de supuestos "jueces", para premiar con los máximos trofeos a todo lo que se mueva en el ruedo y en el callejón, lo que redunda básicamente en beneficio de la empresa y en detrimento de la fiesta y de los aficionados.

¿De dónde eran los toros que enloquecieron al público texcocano? Del hierro de Fernando de la Mora, por supuesto, una de las diez vacadas que gozan, un domingo sí y otro también, de los favores de Herrerías. Y con esos cuadrúpedos rumiantes lo predecible es que se luzcan y "triunfen" los incondicionales del cacique de Mixcoac. ¿Qué pasa, en cambio, con quienes no se ciñen a las exigencias del amo?

Fíjese usted. A las mismas horas de la tarde del sábado, mientras en Texcoco El Zotoluco se despachaba con la cuchara grande, rebanando apéndices a granel, en la plaza "Ranchero Aguilar" de la ciudad de Tlaxcala, Rafael Ortega, su antagonista, sudaba tinta y pasaba aceite frente a un feo, resabioso y temible encierro de la ganadería de Coyotepec, uno de cuyos marrajos se echó a los lomos a Uriel Moreno El Zapata y le pegó dos cornadas en el muslo izquierdo.

La injusticia es evidente. A principios de la temporada alta 2004-2005, Rafael Ortega se batió en duelo con El Zotoluco y salió triunfante de aquel mano a mano al cortar un rabo. ¿Cuál fue la reacción de Herrerías? La única esperable en él: no volver a contratar a Ortega, quien con sobrados méritos había superado a un Eulalio López cada vez más corriente en sus procedimientos taurinos y más tenebroso como protolíder charro en sus gestiones dentro de la Asociación de Matadores de Toros y Novillos, que ahora se llama también de "Rejoneadores y Similares", tal vez porque muy pronto afiliará igualmente a los pilotos y acróbatas de "motocross" que llegarán a la plazota a finales de abril.

Lo cierto es que, fiel a los compromisos que desde hace mucho tiempo ha contraído consigo mismo, Rafael Ortega, como cada vez que actúa en la México, el sábado también cortó una oreja en Tlaxcala, después peleó de poder a poder con su segundo enemigo y con el segundo que le correspondía a El Zapata, mientras El Zotoluco, en Texcoco, paladeaba leche y miel.

 
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