Usted está aquí: sábado 26 de marzo de 2005 Sociedad y Justicia Asistentes a la Pasión de Cristo viven su calvario en Iztapalapa

Aglomeraciones, mercantilismo y altas temperaturas en la tradicional representación

Asistentes a la Pasión de Cristo viven su calvario en Iztapalapa

Dos judas contra el desafuero: el discípulo de Jesús y un supuesto funcionario de la PGJDF

CAROLINA GOMEZ MENA

Ampliar la imagen Miles de personas presenciaron la escenificaci�nual del V�Crucis en el centro de Iztapalapa, que este a�umpli� 162 aniversario FOTO Guillermo Sologuren

En Iztapalapa no sólo el ''Mesías'', personificado por Osvaldo Gordon Domínguez, padeció su vía crucis, sino también los asistentes a la 162 representación de la Pasión de Cristo, quienes debieron soportar altas temperaturas, aglomeraciones y rebatiña por los mejores lugares para presenciar esta tradicional escenificación en el oriente de la ciudad de México.

En Metro, pesero o caminando -algunos en bicitaxis-, los espectadores llegaron a la explanada del jardín Cuitláhuac, donde justo al mediodía comenzó el ''juicio al hijo de Dios'', el cual se extendió por casi dos horas, debido a lo cual la crucifixión, programada para las tres de la tarde, tuvo un retraso de poco más de una hora.

Para la familia Sánchez, de Ecatepec, ni la desmañanada ni los apretones ni la deshidratación la desalentaron a cumplir con la cita anual. Para ellos, dijo una de sus integrantes, de nombre Guadalupe, "no es un sacrificio, sino un deber de católico".

Y así, en medio de una multitud y de vendedores ambulantes, los Sánchez se abrieron paso y "milagrosamente" lograron un buen lugar, especialmente para los niños.

Los mercaderes, mientras tanto, hacían su agosto en marzo. Según la delegación Iztapalapa se otorgaron mil 907 permisos para vender en la vía pública, con giros de alimentos y ''artículos varios", pero no faltaron quienes se establecieron "a la mala". Por ello durante la primera jornada de la Pasión -el Jueves Santo- fueron retirados siete puestos semifijos que "no contaban con permiso o se encontraban en zonas prohibidas".

Lo cierto es que ante la afluencia de miles de potenciales compradores, fachadas y estacionamientos de varias casas fueron acondicionados como sitios para exhibir mercancía.

En las angostas calles de los ocho barrios del centro de Iztapalapa, por donde pasó la procesión, se apostaron ambulantes que ofrecían congeladas, raspados, tehuacán preparado, diablitos para "aguantar el calor", chicharrones, papas fritas, tacos de bistec o campechanos -para "reponer fuerzas y hacer sed''- y gorras de 60 pesos o sombreros de 10 para hacerse sombra, pero estos últimos artículos no resultaron buen negocio, pues la mercadotecnia -"oportuna" para algunos y "oportunista" para otros- hizo su aparición y un nutrido número de jóvenes vestidos de amarillo repartió de forma gratuita gorras azules de una conocida firma de telefonía celular.

Mientras, en el jardín Cuitláhuac, Poncio Pilatos interrogaba a Jesús. Después de una prolongada representación -bastante accidentada en el aspecto actoral, por cierto-, Pilatos no encontró delito en Jesús y lo envió ante Herodes, rey de Judea. El monarca instó al ''Mesías'' a realizar algún milagro que lo convenciera de que era ''Hijo de Dios''. Antes, un grupo de odaliscas, que por su rolliza complexión se granjeó, por ocurrentes espectadores, el apelativo de "gordaliscas", ofreció un muy bien ejecutado baile.

El reino del Dios
en tiempos electorales

Antes de que comenzara la escenificación, la presencia de un indigente, que nadie supo como entró al escenario, causó risas entre la concurrencia debido a su actitud desenfada. Pero también un extraño personaje, quien dijo ser ''José Bodadilla" y desempeñarse como jefe de grupo de la procuraduría capitalina, hizo lo propio: habló del desafuero sin mucha lógica.

Y como en la 162 representación de la Pasión en Iztapalapa ya se había roto aquella máxima de que ''al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios'', Judas (Tito Domínguez Cerón) portó durante la escenificación el moño tricolor, símbolo del repudio al desafuero. Luego comentó a los medios que así como estaba a punto de cometerse una injusticia con Jesús, también en el país se está en vísperas de presenciar otra con el gobernante capitalino.

Jesús, exhausto

Hedores envió a Jesús de regreso con Pilatos, quien determinó, azuzado por la muchedumbre, liberar a Barrabás y crucificar a Cristo, quien además fue azotado por dos corpulentos centinelas. Tras el castigo corporal, a las dos y media de la tarde, el ''Salvador'' comenzó su camino hacia el Calvario -el cerro de la Estrella-, donde ya estaban dispuestas las tres cruces: una para el ''Mesías'' y las otras para los ladrones Dimas y Gestas.

Debido a la gran cantidad de asistentes y a la determinación de los organizadores de que sólo pasarían a la crucifixión los actores y el personal acreditado, hubo al menos dos conatos de enfrentamiento con los cuerpos policiacos, los cuales no pasaron de agresiones verbales y algunos empellones.

El calor y el cansancio hicieron mella en Jesús.

Tal parece que la preparación física de poco más de dos meses de Osvaldo Gordon Domínguez, consistente "jalar troncos y correr", no fue suficiente para soportar el trayecto de casi dos horas e igual número de kilómetros hacia el cerro de la Estrella cargando la cruz de 90 kilogramos, pues estuvo a punto de desvanecerse segundos antes de ser crucificado. Ante la debilidad, los cuerpos médicos casi intervienen, pero el joven de 19 años se repuso a tiempo para cumplir con las escrituras.

Finalmente, con manifiesto agotamiento, Jesús clamó después de las cuatro de la tarde: ''Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Y ''el hijo de Dios'' expiró en Iztapalapa.

 
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