Usted está aquí: jueves 24 de marzo de 2005 Opinión ANTROBIOTICA

ANTROBIOTICA

Alonso Ruvalcaba

La lista Antrobiótica de colección, parte prima

Ampliar la imagen La fusi�e un chorrito de buen caf�xpresso con un tanto similar de vino tinto te puede llevar a una vida verdadera FOTO Fabrizio Le�

HACE DOS AÑOS, en las oficinas de La Jornada y justo la noche en que el naco de Jorgito Bush desató su miope berrinche sobre Bagdad, amada ciudad del sultán Harun al-Rashid y el Vatek de William Beckford, novela escrita en francés e inmediatamente traducida al inglés (lo que permitió a Borges una frase genial: 'el original es infiel a la traducción'), Antrobiótica fue concebida en un coitus rapidissimus. Esta lista celebratoria, 52 cosas que hay que comer, beber o amar, una por cada quincena cobrada, será pura idiosincrasia (previsiblemente: mucho París y Manhattan, mucha Viena, mucha comida callejera; pero evitaré, dentro de lo posible, el centro defeño, pa' no hartar) y ni modo. El orden es aleatorio.

1. SABRITAS ADOBADAS. ¡Ay de los que creen (como yo creía) que el mundo se termina en las Sabritas clásicas! Son deliciosas, sí, crujientes, pero algo habrá en la composición de las adobadas que de plano produce un derrame de serotonina en el cerebro, esa sustancia que los científicos asocian con la felicidad. ¿Será el glutamato monosódico, la maltodextrina, el inosinato, el guanilato disódico, todos enlistados entre sus ingredientes? Ni idea. A propósito, saben mejor maridadas con refresco de toronja. (Antrobiótica prefiere Naturel, de Peñafiel, por su rica acidez.)

2. LIMON PARA TANTAS COSAS: para los tacos al pastor, para el consomé, para las margaritas, para el guacamole, para el chicharrón de harina en el parque México, para el ceviche, para los erizos en La Paz (¿a qué sabe el mar de Cortés?: a erizo con limón)... Una vida sin limón sería una triste vida sin filo.

3. THE LOST WEEKEND. Películas de chupe hay muchas: desde la agradable densidad de Días de vino y rosas (1962) hasta el espíritu sitcom de Entre copas del año pasado (loser enófilo pero inteligente y su amiguito calenturiento), pasando por la increíble lerdez de Paseo por las nubes (1995) y la espesura un poco sin rumbo de Perdido en la memoria (1997) de Abel Ferrara... Pero no hay nada que alcance a The lost weekend, de Billy Wilder (1945, bien traducida como Días sin huella): la sed a toda prueba, el ritmo, el whiskey barato que uno puede casi chupar de la pantalla, el horror, el horror. "El delirium es una enfermedad de la noche -dice aquí un diabólico enfermero a un pobre diablo metido en el manicomio-. Que descanses." Para decir adiós, o bienvenidos, a nuestros vicios.

4. VINO TINTO CON CAFE. Esta va para espantar a los puristas: es el final de la cena, queda un culito de buen expresso en la taza y otro de tinto en la copa; vierte el segundo en el primero, mueve en círculos, bebe. Bienvenido a la vida verdadera.

5. CLUB SANDWICH: nadie sabe exactamente dónde nació, ni cuándo (una posibilidad: el Saratoga Club en Nueva York, 1874), pero la primera receta de esta delicia de dos pisos de pollo o pavo, tocino, jitomate, lechugas, mantequilla, tan inequívoca que hasta en el Vips es sabrosa, apareció en el Good Housekeeping Everyday Cookbook de 1903. El mejor de París, donde se le ha elevado a producto de canasta básica, está en el lobby del Plaza Athénée (25 avenue de Montaigne) y el más caro en el Deux Magots (place Saint Germain des Prés 6); en la ciudad de México hay uno delicioso y singular, ligerísimamente agridulce, en el rojo café Quimia (Tamaulipas casi en la esquina con Montes de Oca, Condesa). Los tres son inolvidables.

6. BISTRO CHARLOTTE. Una rareza en la ciudad: un bistrot inglés (Lope de Vega 341, Polanco). Localito de unas cuantas mesas, atendido por Charlotte Williamson, una señora británica de flaquérrima elegancia. Aquí casi todo es sabroso: montados de jitomate deshidratado, ensalada de arroz silvestre y hongos chanterelles, respingoso risotto con setas, espárragos, crema y vino blanco, camarones con chile, cilantro, limón (¡pero claro!) y vegetales asiáticos, guiso de cordero con comino, garbanzo y chabacano. Favorito de muchos chefs chilangos (Enrique Olvera, de Pujol , es uno de sus paladines), Charlotte es una revelación, un arcano que compartimos unos cuantos. Ocúltaselo a quien más confianza le tengas.

7. LA COCHINITA PLATONICA, perfecta, no está en Mérida sino en la ciudad amurallada de Campeche (o Ah Kin Pech, como prefieras), en la esquina de la 10 y la 59. Tiene el sabor y la fuerza de un recado de los mayas que recorre 300 siglos de 52 años, viene en telera flaquísima, con cebolla, habanero y, alucinantemente, guacamole líquido con pepino. No querrás regresarte nunca a México.

8. ESTE POEMA DE William Carlos Williams, que no cometeré la locura de traducir: I have eaten / the plums / that were in / the icebox / and which / you were probably / saving / for breakfast // Forgive me / they were delicious / so sweet /and so cold.

9. LENTEJAS. SABEN bien con salchichón en el sur de Francia, con pancetta en la Toscana, con plátanos en Veracruz, con ejotes en Campeche, con salmón en Bistro du Vin (Paseo de Tamarindos 400) y con foie gras en el Champs (Reforma 316). Saben a tierra, a campiña y a mi mamá cuidándome una gripa.

10. LECHON: BESTIA bebé casi nonata, piel delgada y crujiente cual caramelo, carne suave, cocción perfecta de cada una de las piezas; salsa de los jugos que el cadáver suelta en el horno. Nada más. Cómelo donde sea pero recuerda que el mejor, acaso, está en Can Jaume , vía Arxiduc Luis Salvador s/n en Deià (Mallorca), aunque eso puede deberse a que a unos pasos de ahí está la tumba de Robert Graves, poeta, y a que las colinas, cubiertas por rebaños de árboles de algarrobo, se acuestan a tus pies como animalitos.

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