Usted está aquí: sábado 19 de marzo de 2005 Opinión Mejor protección a los derechos humanos

Miguel Concha

Mejor protección a los derechos humanos

Con el propósito de mejorar la protección a los derechos humanos, Louise Arbour, titular del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), propuso el pasado lunes a la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), durante la inauguración de su 61 periodo de sesiones, en Ginebra, cuatro observaciones programáticas, en el contexto del fortalecimiento de ese organismo multilateral: la necesidad de rescatar la capacidad de los estados nacionales en el cumplimiento de los derechos humanos y fortalecer la responsabilidad imparcial de la comunidad internacional para su observancia; la exigibilidad de los derechos económicos, sociales y culturales por parte de los ciudadanos y de los estados, con el mismo rango e importancia que los derechos civiles y políticos; el abandono de la concepción, frecuente en el campo internacional, de que la búsqueda de la justicia está reñida con la búsqueda de la paz, y, por último, la realización efectiva de los derechos humanos, para que tenga sentido el papel fundamental que juegan para impulsar el bienestar y garantizar la seguridad.

Estas cuatro observaciones se basan en las consideraciones de que los derechos humanos son universales e indivisibles, de que deben ser abordados y discutidos en concreto, pues la simple comparación de una situación con otra es menos útil que la afirmación de cada uno en sus propios términos, y de que es indispensable su cumplimiento, para que los derechos humanos tengan sentido. Para la nueva titular del ACNUDH los estados son el instrumento básico para garantizar que nuestros derechos sean respetados, y son ellos los que contraen obligaciones, al firmar y ratificar los tratados de derechos humanos. Incurren, por tanto, en responsabilidad, cuando directamente los violan con sus propias acciones, o indirectamente lo hacen por fallar en su implementación o no prevenir que otros los violen.

Para ella, cuando fallan los sistemas estatales de derechos humanos, la inseguridad local, e inclusive más allá de las propias fronteras, es la consecuencia inevitable. Arbour considera que la diplomacia bilateral y multilateral no ha considerado consistentemente todas las situaciones de derechos humanos, y por ello llama a la comisión a que mantenga una atención más sostenida y constructiva para resolver todos los problemas que son motivo de la preocupación y responsabilidad colectiva, asumiendo un papel de liderazgo, con el fin de desarrollar enfoques más efectivos que permitan análisis objetivos y llamados a la acción más concretos y específicos.

Arbour subraya también la necesidad de asegurar que los derechos económicos, sociales y culturales sean cumplidos por todos, así como que el derecho al desarrollo oriente nuestra búsqueda de la dignidad local y nuestra visión de la globalización en el mundo. Para ella ya no hay motivo para cuestionar, como se hacía en el pasado, el estatuto igual de estos derechos con los derechos civiles y políticos, y por ello se pronuncia por que pronto entre en vigor el Protocolo Opcional del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, para que las personas los hagan valer frente a los estados, cuando estos no los cumplan. Para la nueva titular del ACNUDH el proceso de la justicia abarca mucho más que el mero castigo. Reivindica la verdad sobre la mentira y el desaliento, y afirma la solidaridad de la sociedad con la víctima, restaurando así las normas que nos permiten vivir en paz.

La justicia es la garantía de la paz, el proceso mediante el cual cedemos nuestro deseo de venganza, a cambio de que el Estado intervenga en nuestro beneficio. El abandono, e inclusive la posposición del proceso de la justicia, es una afrenta para todos los que obedecen la ley, y una traición a quienes delegan en ella su protección; es una llamada al uso vengativo de la fuerza, y, por ello, un atentado contra la paz. Por último, para Arbour el concepto de derechos humanos no está clausurado y no tiene sentido si no existen medios para hacerlos valer. "La estructura normativa de los derechos humanos -dice- está firmemente en su lugar; sus formas y sus contornos son claros. Nuestros tratados fundamentales y nuestras declaraciones históricas, desde Teherán a Viena y Durban, junto con las décadas de jurisprudencia de los órganos de los tratados y los tribunales internacionales, proveen el diseño arquitectónico. Pero también es verdad que no hay derecho sin un remedio, y que tal estructura en el papel no debe ser confundida con los ladrillos y el cemento que los recubre. La ausencia de una efectiva implementación de los derechos, hace ya tiempo expresados, declarados y proclamados, lleva a la erosión de los mismos. El incumplimiento de las promesas de igualdad, justicia y dignidad traiciona los derechos en los que se afirmó que esas promesas descansan"

 
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