Usted está aquí: sábado 19 de marzo de 2005 Opinión DESFILADERO

DESFILADERO

Jaime Avilés

México: esperando el tsunami

Fox se puede caer sin problema, ¿y después?

Notas sobre el estado de ánimo de la gente

Por andar del tingo al tango con Paris Hilton -me pidió que le mostrara el "verdadero DF de los chilangos", en consecuencia la llevé a bailar en El Mesón del Castellano, a probar el pulque de piñón en Garibaldi, a beber mezcal de pechuga en Casa Neri, a comer birria de chivo en El Paisa, y a varios lugares más, en algunos de los cuales se entretuvo tanto que prefirió dejar plantado a Adal Ramones-, la verdad es que no tuve tiempo suficiente para confirmar un rumor que circula con insistencia desde el pasado fin de semana.

Según esto, en previsión del tsunami político, es decir, la explosión de violencia generalizada que pudiese provocar el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, el principal consorcio televisivo del país habría construido, y estrenado ya, pero secretamente, un sistema de transmisiones idéntico al que tiene en sus oficinas de Chapultepec 18.

Siempre de acuerdo con la especie en boga, los directivos al servicio de Emilio Azcárraga Jean habrían considerado que si, desaforadas por el desafuero -lo que no es una redundancia, sino una relación de causa y efecto-, las masas invadieran el edificio donde nació Televicentro, y desconectaran las torres emisoras que allí funcionan, la señal de Televisa desaparecería de todos los sistemas de cable a donde concurre en el mundo entero.

Pero si las multitudes ocuparan las instalaciones de San Angel, de donde brotan las imágenes que alimentan a las repetidoras de Televisa en el interior del país, el daño podría ser subsanado en poco tiempo desde Chapultepec 18; de ahí la necesidad estratégica de duplicar el vital centro de mando con un espejo. Esta página sabatina de ninguna manera avala estos probables pero no probados datos y con gran anhelo espera, una de dos, el desmentido oficial o la confirmación oficiosa, que proporcionarían a la sociedad una idea muy clara de lo que están pensando allá arriba, en las alturas del poder, con respecto al clima político de la inminente primavera mexicana.

Una de las grandes ventajas periodísticas que he obtenido al militar como ciudadano sin partido en las pequeñas organizaciones independientes que promueven la desobediencia civil contra el desafuero, es la de haber entrado en contacto con las zonas más profundas de la imaginación popular. Encontrarse con la gente en la calle y que te detengan para proponerte acciones de resistencia, es algo que no me sucedía desde la primavera de 1995, cuando el "gobierno" de Zedillo lanzó a las tropas federales sobre las comunidades indígenas de Chiapas. Recuerdo una noche de Semana Santa -hacía un calor tremendo-, yo iba sin calcetines en pos de un trago, caminando por el jardín Centenario de Coyoacán, cuando un muchacho me reconoció y me dijo:

-¿Tú escribes en un periódico, verdad? -y añadió al oír mi positiva respuesta-: tienes que publicar el número de mi cuenta de banco y pedirle a la gente que deposite 10 pesos al mes; según mis cálculos, con ese dinero podríamos alquilar un helicóptero y "bombardear" con costales de maíz, una vez por semana, los pueblos más pobres de la sierra de Chihuahua.

Evoco esta escena porque ahora, 10 años después, la inventiva popular está trabajando con gran intensidad para combatir el golpe de Estado del foxismo contra el gobierno de la capital del país. Una persona, por ejemplo, me dijo que si los vecinos de la colonia Morelos se organizan manzana por manzana, podrían tomar el aeropuerto "y no dejar que despegue ni aterrice ningún avión hasta que le quiten todas las acusaciones a López Obrador".

Hay quienes, por otra parte, imaginan que si las comunidades rurales de las orillas del DF bloquean las carreteras que van a todos los puntos cardinales del país, la economía nacional se colapsaría en unas cuantas horas. Otros estiman que el conflicto se puede "internacionalizar" si el pueblo enardecido por la injusticia invade pacíficamente las embajadas de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y España. O cualquier otra.

Las ganas de entrarle

En el imaginario colectivo ronda el fantasma de la epopeya. A diferencia de hace 10 años, cuando la gente se movilizaba para exigir el fin de la violencia contra los indígenas, ahora lo que se percibe son ganas de ponerse al tú por tú con el supremo poder. Este cambio, palpable y cierto, en el estado de ánimo de la sociedad, habla también de una década de experiencia acumulada y se nutre, asimismo, de lo que ha sucedido recientemente en el entorno latinoamericano, en países como Bolivia, Argentina y Ecuador donde, sin que fuese necesaria para ello la existencia de un movimiento armado, los ciudadanos, hombres y mujeres hartos de lo que estaban padeciendo, derribaron a casi una decena de presidentes de las respectivas repúblicas y lo hicieron sin disparar un balazo, con la fuerza de las cacerolas y el corazón henchido de rabia por los abusos de la injusticia.

Además, desde el punto de vista de la seguridad del Estado, hay otras lecciones que la sociedad aprendió en 1994. En aquel entonces los expertos decían que ante una rebelión como la de Chiapas el régimen contaba con la fuerza suficiente para apagar el incendio y mantener el control del resto del país. Sin embargo, agregaban, si se producía una rebelión en Chiapas y al mismo tiempo un estallido social en la ciudad de México, el gobierno sería incapaz de imponerse en ambos lugares.

Es de suponerse, lógicamente, que a la luz de aquellos razonamientos los especialistas en el cuidado, mantenimiento y desarrollo del Ejército Mexicano habrán tomado sus providencias, pero no obstante, aunque así fuera, el aparato que detenta el monopolio legal de la violencia no podría prevalecer con buen éxito si el descontento se desbordara, vamos a suponerlo, en todas aquellas ciudades donde López Obrador ha ido a presentar su libro y que, desde el momento en que lo conocieron en persona, se adhirieron con fervor a la pejemanía.

Los grupos ciudadanos independientes, que llevamos largos meses analizando los escenarios que puede producir el golpe de Estado foxista, a veces imaginamos, asimismo, los cálculos de quienes están dispuestos a todo con tal de destruir la candidatura de López Obrador. Saben que nosotros, los más pequeños y los más activos, no tenemos capacidad para organizar en las calles del DF una acción del tamaño de una película de Cecil B. de Mille. Pero no sabemos qué se habrán dicho cuando, semanas atrás, El Barzón anunció que en rechazo al desafuero bloquearía las casetas de peaje en todas las carreteras del país.

Por lo que toca al PRD, su directiva -tanto la que ya se va como la que va a ser elegida mañana, con Leonel Cota al frente del comité nacional y Martí Batres a cargo del del DF- está completamente uncida al carro de López Obrador, quien tiene, como jefe máximo del movimiento, la responsabilidad de conducir la desobediencia civil mientras no lo encarcelen. Pero, ¿después? He allí donde reside el mayor peligro.

Hay quienes imaginan que, tras la zarzuela del desafuero, López Obrador será rodeado por las muchedumbres y éstas no permitirán que los agentes de la Procuraduría General de la República lo detengan, lo que por otra parte dará ocasión a Rafael Macedo de la Concha de acusarlo, adicionalmente, por el delito de "resistencia de particulares a la autoridad". Eso no dejará de ser gracioso pero, insisto, y ¿después?

Si la gente así lo dispone, Fox se puede caer de la silla en unos cuantos días, tal como le sucedió a Fernando de la Rúa en Argentina o a Gonzalo Sánchez de Losada en Bolivia. Lo verdaderamente problemático sería lo siguiente. ¿La Cámara de Diputados, el Senado de la República, la Suprema Corte de Justicia, cuál de las instituciones podría generar consensos, restablecer equilibrios, lograr la designación de un presidente interino cuya única tarea sería la de llamar a elecciones anticipadas? Pero si ninguno de los poderes republicanos consigue restablecer la normalidad constitucional y detener la violencia en el campo y las ciudades, entonces nos veríamos en una situación como la que se suscitó en Haití tras el derrumbe del presidente Jean Bertrand Aristide.

Carlos Fuentes se equivocó la semana pasada cuando advirtió del peligro de "sacar a la izquierda de las elecciones". El golpe foxista no es contra la izquierda, sino contra las elecciones. Por eso es más grave, más grande, más irresponsable, y para quienes están metidos en la conspiración y aspiran a seguir en la política, terminará siendo una acción suicida. Lo bueno de todo esto es que ya tenemos la fecha en que la sección instructora de San Lázaro va a votar el dictamen. Eso nos permitirá descansar la semana próxima y luego, tal vez, caer todos en remolino hasta el último círculo del infierno, de donde muchos regresaremos a buscar una cobija, malacostumbrados por este calor que está haciendo.

Budistas y masones

Y mientras tanto, la diversidad de la sociedad civil continúa sumando actores sociales a la defensa del gobierno de la ciudad. El martes fueron los budistas de los valles de México y de Morelos quienes oraron bajo la columna del Angel de la Independencia contra el desafuero. Y pasado mañana lunes, en punto de las dos de la tarde, serán los integrantes de los grupos liberales del Distrito Federal quienes realizarán una "cadena de unión" en el Zócalo para expresar el apoyo de la masonería mexicana a López Obrador.

[email protected] y http://www.plandelos3puntos.org

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.