Usted está aquí: domingo 13 de marzo de 2005 Opinión El nuevo Bush: diplomacia y escuadrones de la muerte

James Petras

El nuevo Bush: diplomacia y escuadrones de la muerte

Los medios masivos en Estados Unidos y Europa le están confiriendo prominencia al "nuevo estilo" de política exterior del gobierno de George W. Bush: la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, visita las capitales europeas, se reúne con sus dirigentes y declara que estamos ante una nueva era de cooperación. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, al reunirse con los ministros de Defensa europeos, resalta la necesidad de mayor cooperación trasatlántica en materia de defensa. En su viaje a Europa, el presidente Bush afirma que la alianza Estados Unidos-Europa es indivisible, que las divisiones es "cosa del pasado" y que es crucial una nueva era en asuntos de seguridad.

Ha cambiado ciertamente el lenguaje y el tono del gobierno de Bush: ya no aparecen los insultos gratuitos a la "vieja Europa", ya no hay amenazas públicas ni la declaración de acciones militares unilaterales. Unicamente neoconservadores sionistas como Kagan, Kristol y Frum, desde fuera del gobierno, continúan vociferando contra las negociaciones europeas con Irán y declaran el "fin del asunto trasatlántico" (Financial Times, 31 de enero de 2005). El New York Times y los principales columnistas, así como los comentaristas de noticiarios televisivos hablan de "un nuevo giro" hacia la diplomacia, de una política de reconciliación, del resurgimiento de una diplomacia que sustituya el militarismo, de multilateralismo en vez de unilateralidad.

Aunque es verdad que el tono ha cambiado, la sustancia -las políticas militaristas de guerra del gobierno de Bush- continúa siendo la misma o tal vez se ha endurecido. Esto es evidente, primero, y sobre todo, en las nuevas designaciones a los puestos clave del gobierno y en quienes siguen siendo los funcionarios de alto rango.

Condoleezza Rice, activa promotora de la guerra en Medio Oriente y de las operaciones con fuerzas especiales, fue promovida a secretaria de Estado, tiene a su cargo la política exterior estadunidense y es titular del Departamento de Estado. Rumsfeld, Wolfowitz y Feith siguen siendo los número uno, dos y tres en el Pentágono. Ellos son los arquitectos de las guerras de Afganistán e Irak y promueven y planifican las nuevas guerras contra Irán y Siria. Es más, según un periodista estadunidense, Seymour Hersh, quien mantiene amplios vínculos con los funcionarios de alto rango en Washington, "coordinado por Douglas Feith, el personal civil del Departamento de Defensa ha estado trabajando con asesores y planificadores israelíes para desarrollar y refinar potenciales (sic) armas nucleares y químicas, así como objetivos en Irán susceptibles de ser atacados con misiles" (New Yorker, 24-31 de enero de 2005). Elliot Abrams, quien al igual que Feith y Wolfowitz es simpatizante incondicional de Israel, fue promovido a asesor de la delegación de Seguridad Nacional y sigue siendo asesor principal para asuntos del Medio Oriente.

Los nuevos designados a puestos claves en el aparato de inteligencia con poder, gran alcance y expansión incluyen a John Negroponte, ahora jefe de la Agencia Nacional de Inteligencia. Negroponte fue el organizador de los escuadrones de la muerte en Honduras y de los ejércitos mercenarios del terror, la contra, en Nicaragua. El supervisó en extenso la matanza de miles de iraquíes en Fallujah y la administración de la tortura y las cámaras de asesinato durante su periodo como embajador en el Irak ocupado. Tiene nexos cercanos con Abrams desde los años 80 cuando este último defendía las matanzas de cientos de miles de guatemaltecos durante el gobierno de Efraín Ríos Mont y de más de 70 mil salvadoreños en el periodo del sicópata Roberto D'Aubuisson.

La nueva cabeza de la CIA, Porter Goss, se hizo de reputación en Miami como oficial de campo de esa central de inteligencia, apoyando y promoviendo las operaciones clandestinas terroristas de los exiliados cubanos contra la Cuba revolucionaria.

El nuevo jefe de Seguridad Patria es Michael Chertoff, rabioso sionista (no menos que Abrams o Feith), quien fuera responsable de los arrestos arbitrarios de cientos si no es que miles de inmigrantes árabes o musulmanes sudasiáticos inocentes, simplemente por su país de origen o su religión. Se les retuvo "sospechosos de terrorismo" por meses. Se les negaron todos sus derechos constitucionales y el recurso de habeas corpus. Chertoff es el autor de la famosa Ley Patriótica, que "legaliza" las prácticas totalitarias que Chertoff aplicó a los inmigrantes y que ahora se pueden extender a todos los estadunidenses.

Marc Grossman mantiene su posición como subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos. Estuvo y está al frente de la violenta oposición estadunidense al presidente Hugo Chávez de Venezuela. Alberto Gonzales, quien ha hecho escarnio de las leyes internacionales, que aprobó el terrorismo y la tortura a los prisioneros iraquíes, que niega la validez y la relevancia de los Acuerdos de Ginebra, fue promovido a procurador general, lo que le confiere poder para arrestar y juzgar a quien parezca una "amenaza" a la "seguridad nacional".

Estas designaciones y promociones han evocado muy poca oposición verbal del Partido Demócrata. La mayoría de los comentarios críticos se centra en su "competencia profesional" y no en su conducta asesina y criminal. Los progresistas y los críticos argumentan que estos nuevos funcionarios no tienen "el nivel ético" para administrar la política exterior, y que Bush está cometiendo errores egregios. Estas críticas no confrontan la base política de las designaciones hechas por Bush. Tales designaciones y promociones son la decisión perfecta y precisa para una política que pretende continuar la guerra en Irak, emprender después guerras en Medio Oriente que impliquen a Irán y Siria, ejercer mayor control interno y represión ante el descontento creciente por el costo de múltiples guerras y brindar incuestionable apoyo a la expansión y consolidación del control judío de la franja de Cisjordania ocupada y al poder de Ariel Sharon en Medio Oriente.

Contrasta directamente con los frívolos informes de la "apertura" de Bush hacia Europa, que los nuevos designados estén consolidando su dominio sobre los aparatos del ejército y la policía secreta, tengan mayor poder y cuenten con presupuestos monstruosos para emprender nuevas guerras. Todos los indicios demuestran que la "ofensiva del encanto" del gobierno de Bush es una fachada provocadora y deliberada para dividir y conquistar a los líderes europeos de modo que respalden antiguas y nuevas guerras. Con respecto a Irak, Estados Unidos no está moviéndose hacia Europa: incrementa los fondos para su guerra y sus tropas de combate y exige que Europa proporcione dinero y oficiales para entrenar al ejército colonial iraquí que apuntale la ocupación estadunidense.

Estados Unidos habla de política multilateral con sus socios europeos, pero rechaza unirse a las negociaciones diplomáticas de sus "socios" con Irán, mientras sus sionistas en el Departamento de Defensa planean con Israel un bombardeo masivo, unilateral o bilateral contra dicha nación. Europa mejoró sus relaciones con Cuba y Venezuela mientras Goss, Grossman y Rice incrementan las amenazas militares, arman a Colombia como agresor sustituto y planean más operativos de desestabilización y complots de asesinato. Europa propone aumentar su comercio e inversiones con China, incluidas las exportaciones militares, mientras Goss describe a China como amenaza militar a la supremacía estadunidense en Asia y defiende la política de cerco militar. Rice y Rumsfeld aseguran un nuevo pacto militar de seguridad con Japón, dirigido claramente no sólo contra Corea del Norte sino contra China, como reconocen los chinos.

Resulta evidente que hay poca sustancia para hablar de un cambio entre el antiguo y el nuevo régimen de Bush. El "acercamiento" de Europa con el gobierno de Bush, ocurrirá cuando se repliegue de sus políticas diplomáticas y se adapte al militarismo estadunidense. Hasta el momento, más allá del lenguaje diplomático y retórico, los líderes de Europa han buscado manejar sus diferencias reales con el gobierno de Bush, pero no renuncian a ellas. Es probable que Europa acepte brindar algún financiamiento (no mucho) y algunos cuantos asesores que entrenen a los oficiales militares y de policía, pero su número es simbólico: hasta ahora, es menos de 10 por ciento de lo que acordaron hace un año. En un momento en que los clientes europeos de Estados Unidos -Ucrania, Polonia, Hungría y Bulgaria- reducen sus ya escasos contingentes en Irak, es muy poco probable que las potencias de Europa occidental comprometan recursos, especialmente cuando tienen tanto que ganar si Estados Unidos se desgasta hasta la bancarrota y la inefectividad en una guerra colonial que no podrá ganar.

Del mismo modo, la agresión estadunidense a Venezuela, China y Rusia implica mayores esfuerzos ubicados en la defensa militar, diversificaciones de comercio y decisiones monetarias que debilitan el dólar estadunidense y desestabilizan la arquitectura financiera de las guerras imperiales.

¿Por qué Estados Unidos "busca a Europa" si su intención es proseguir con las mismas políticas militares unilaterales? ¿Por qué todos esos viajes diplomáticos a Europa y la adopción de un estilo conciliatorio si el propósito es continuar jugando la carta de la guerra en Medio Oriente y respaldar incondicionalmente el esfuerzo de Ariel Sharon por reasentar a los colonos de Gaza en la franja de Cisjordania palestina? Hay varias hipótesis.

La "ofensiva diplomática" es una campaña de relaciones públicas para influir en los estadunidenses y asegurarse el respaldo de aliados europeos vulnerables como la Gran Bretaña de Tony Blair y la Italia de Silvio Berlusconi. Subsecuentemente, Washington puede proseguir su agenda militar, alegando que "le dio una oportunidad a la diplomacia" pero que los europeos no pudieron captar que el "poder duro" (la agresión militar) es un acompañamiento necesario del "poder blando" (la diplomacia). Este es el caso de Medio Oriente, donde los poderosos planificadores de políticas e ideólogos sionistas, que han estado ausentes en los viajes a Europa (lo cual no es sorpresa) ya "predijeron" que los europeos no actuarán (militarmente) contra Irán y Siria cuando "fracasen" las negociaciones (en términos de los intereses militares estadunidenses e israelíes).

La segunda hipótesis es que la prolongada guerra en Irak y los crecientes costos y déficits que implica han forzado a Estados Unidos a buscar respaldo y asistencia, mediante gestos diplomáticos, para levantar el ejército colonial iraquí y el aparato del Estado. Esta apertura hacia Europa intenta atraerla como "socio" en la construcción de un Estado neocolonial donde los iraquíes paguen la guerra y proporcionen soldados, mientras Estados Unidos mantiene el control definitivo.

La tercera hipótesis es que los europeos "viran a la derecha". En esta línea, Washington puede pensar que con las elecciones coloniales en Irak, con el reasentamiento que emprende Sharon de Gaza a Cisjordania (la llamada "retirada") y con una "apertura" falsa hacia la reconciliación con Europa, puede ser posible convencer a Europa de que se una con Bush en su ilimitada cruzada en pos de la "democracia y la libertad".

Es en extremo dudoso que Washington asegure algún arreglo duradero con Europa en cualquier cuestión que sea básica. La razón es simple. Los civiles militaristas que manejan la política exterior estadunidense, los nuevos designados y promovidos, están profundamente enamorados de la ruta militar al poder mundial. Sus biografías e inmediatos pronunciamientos y acciones son prueba convincente de que son incapaces de negociaciones abiertas, de compromiso alguno o de arreglos diplomáticos. Los dirigentes de Europa tendrán que escoger entre proseguir su sendero divergente de poder global vía el comercio, la diplomacia y la coerción selectiva, o capitular ante un régimen dominado por civiles militaristas, extremistas, llevados por el deseo irracional de confrontar militarmente a China, intervenir en Venezuela, destruir a los adversarios de Israel en Medio Oriente y provocar a Rusia.

Es más que claro que los organizadores de escuadrones de la muerte, los planificadores de operaciones terroristas y los militaristas globales están mal equipados para una diplomacia calmada. Son más aptos para diatribas histéricas en torno a la democracia mientras se involucran en guerras imperiales que masacran a los demócratas de carne y hueso.

Traducción: Ramón Vera Herrera

 
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