Usted está aquí: miércoles 9 de marzo de 2005 Opinión ASTILLERO

ASTILLERO

Julio Hernández López

Nación Prozac

Desahogos radiofónicos

Molinos de viento

También contra George II

Día de una mujer

EL PRESIDENTE DE México padece una incontinencia emocional peligrosa. Puede soportar los flujos sentimentales que la política le provoca, parapetándose incluso en paraísos estadísticos y políticos que sólo él percibe, pero llegado cierto momento (o habiendo volado determinada ave a cierta hora en alguna circunstancia inasible) es incapaz de retener cuanto lleva dentro.

AYER FUE UNO de esos días de desahogo que hacen pensar en el título del libro escrito por Elizabeth Wurtzel, periodista de la revista Rolling Stone: Nación Prozac (que luego fue llevado al cine por Eric Skoldbjaerg). De un golpe, en una sola entrevista radiofónica con Joaquín López Dóriga, el presidente prozaico se lanzó como nunca contra su obsesión extrema: Andrés Manuel López Obrador, y contra su decepción despechada: George W. Bush. A uno lo acusó abiertamente de engañar y al otro de realizar actos vergonzosos. En ambos casos habló justamente en los peores momentos posibles. Contra el jefe de Gobierno capitalino, a unas horas de que éste le hubiera acusado de rebajar históricamente la investidura presidencial para atacar sistemáticamente a una autoridad local; contra el mandatario de Estados Unidos, exactamente en la víspera de la amenazante visita de Condoleezza Rice o, visto de otro modo, el mismo día en que la FBI confirmó que personas "probablemente" vinculadas con Al Qaeda han ingresado a aquel país desde México.

LOS ALIVIOS DE conciencia mucho podrán ayudar a la estabilidad interna del ciudadano Vicente Fox, pero en nada al jefe del Estado mexicano. Incluso, ha de decirse que más le incrimina el rechazar con tal resentimiento las acusaciones de que él ha organizado la campaña de desafuero contra Andrés Manuel López Obrador. A golpe de saliva, el Presidente de México pretende borrar las evidencias de su participación conspirativa contra el tabasqueño electoralmente indeseado. Como si no hubiese habido una reunión cumbre en Los Pinos para tratar la ruta jurídica y política de ese desafuero, como si el propio Presidente no hubiese confesado, en alborotos decembrinos, ante reporteros que la decisión más difícil del año que terminaba había sido la del desafuero. Como si no hubiese diaria constancia mediática de su obsesión enfermiza contra López Obrador, sus segundos pisos, la ayuda a viejitos y la resistencia civil contra el desafuero. Engaños del tamaño de un molino de piedra, dice el falso quijote arremetiendo contra los gigantes con aspas que él mismo ha construido y engrandecido día con día; necio soñador eólico que culpa a los huracanes sin razón, sin ver que es la ocasión de lo mismo de lo que luego se asusta.

PERO NO QUEDO en los terrenos tropicales mexicanos el desahogo vicentino. Alcanzó incluso para exportación, y así Chente El Valiente (¿lotería?) tiró navajazos más allá del río Grande, considerando equívoca, vergonzosa y tal vez descontrolada la política imperial hacia México. Acicateado por los muchos regaños y amenazas que en su segundo periodo real ha lanzado George II contra el gobierno foxista, sobre todo a causa del despiporre narco que nos cargamos, el insurgente de Los Pinos dijo que rechaza "tajantemente" las reconvenciones gringas, y que (¡Oh, patriotas, recordad estas palabras de honor pronunciadas por el jefe del gabinete en que nadie hace caso a nadie!) no sabe si "ese tipo de cosas las hacen intencionada o por falta de control de su propia gente. Pero, de todos modos, son vergonzosas". Ya embalado, advirtió a Washington que él, el Presidente de México, no necesita presiones ni amenazas (¡Yeah! Con razón los guardias de seguridad de Gobernación impiden que el secretario-candidato se acerque al Castillo de Chapultepec, temerosos de que en cualquier descuido el nuevo Niño Héroe se lance por las laderas envuelto en una bandera nacional totalmente Palacio. Si el jefe Fox está enojado con la Casa Blanca, el licenciado crinolino ha agarrado el tema fácilmente patriotero como muletilla de campaña).

LA DULCINEA EN campaña aprovechaba ayer a las mil maravillas el día expresamente dedicado a las mujeres. Discursito por aquí, discursito por allá, entrevistas, sonrisas y maravillas al por mayor (aunque no falta quienes sigan muele y muele con el asunto de las fundaciones cargadas de contabilidades que son como molinos de piedra). Tan sugerente ha sido la enésima reaparición de la Jefa Máxima que hasta el empresario Olegario Vázquez Raña se sintió tentado, mientras pedía colaboración para la Cruz Roja, de expresar financiero apoyo a la dama prima en caso de que buscara Los Pinos (más dinero, incluso, del inyectado a la aventura de Francisco Labastida). El entusiasmo monetario personal no parecía darse cuenta del mal mensaje que envían esas declaraciones de proselitismo martístico emitidas a pie de alcancías recolectoras de fondos para una benemérita institución, que no debería ser contaminada con suspiros partidistas o futuristas. Las bienaventuranzas martianas contaron además con la colaboración del presidente municipal de Texcoco, el perredista Higinio Martínez, quien en su discurso oficial agradeció "la presencia de la Presidenta, perdón, de la esposa del presidente". El ocurrente Martínez también dijo que el parentesco no debe ser impedimento electoral, y que estar casada con el Ejecutivo en turno no inhabilita a una mujer para aspirar al mismo cargo.

ASI TRANSCURRIA AYER uno más de los últimos días de la iglesia de los santos políticos (sustituya con la sílaba ma la primera del vocablo mormones). Día de enojos declarativos luego del sabadito abuelero en que Vicente I llevó a un parque de diversiones a Vicente III, y antes del sabroso fin de semana próximo, en que Vicente saliente y Santiago presuntamente entrante cabalgarán por tierras tamaulipecas con gobernadores norteños de inmejorable cartel. Blanco y negro, dulce y agrio. La nación Prozac. ¡Salud!

* Fax: 5605-2099 * [email protected] *

 
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