Usted está aquí: miércoles 9 de marzo de 2005 Mundo Leal hasta el fin a sus orígenes y convicciones, la dirigente del PC

Encabezó durante décadas la lucha contra Pinochet

Leal hasta el fin a sus orígenes y convicciones, la dirigente del PC

XIMENA ORTUZAR

Si hubiera que elegir una palabra, sólo una para definir a Gladys Marín, dirigente del Partido Comunista de Chile -recientemente fallecida-, esa palabra sería "leal".

Leal a sus orígenes, a sus convicciones, a sus compromisos, a sus afectos, a su utopía. Siempre, desde sus comienzos en la capital chilena, a la que llegó cuando era adolescente para estudiar y donde se convirtió, a poco andar, en dirigente estudiantil, afiliada entonces a movimientos juveniles de la Acción Católica.

Este dato, que sorprende a muchos porque Gladys Marín era una reconocida dirigente comunista, no hace sino confirmar aquello que el presidente cubano, Fidel Castro, dijo a los estudiantes de la Universidad de Concepción, en 1971, durante su visita de un mes a Chile, respondiendo a una invitación del entonces presidente Salvador Allende: "No conozco un ser humano honesto que no se haga revolucionario cuando conoce los verdaderos fundamentos y propósitos de la revolución."

Tal fue el caso: Gladys Marín ingresó a las Juventudes Comunistas en 1956, cuando conoció sus fundamentos y sus propósitos. Dos años después obtuvo su credencial de militante de la "jota" y en 1963 fue elegida su secretaria general, cargo que desempeñó por más de 20 años. Y fue militante comunista hasta su muerte.

Con apenas 23 años de edad fue elegida diputada -en 1965- y posteriormente relegida para un segundo mandato, interrumpido por el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 encabezado por Augusto Pinochet.

Como diputada -la más joven de la historia chilena-, militante clandestina y luego exiliada tras el golpe pinochetista (porque su nombre apareció en el bando número 10 de la junta militar, entre las 100 personas más buscadas por el régimen), como integrante de la dirección de su partido fuera y dentro del país, mantuvo una sola línea, sin traicionar y, sobre todo, sin traicionarse.

Sola y entera

En 1976, fue detenido en Chile Jorge Muñoz -esposo de Gladys Marín-, miembro de la comisión política del Partido Comunista, quien hasta hoy permanece como detenido desaparecido.

En ese momento -1976- los dos hijos del matrimonio Muñoz-Marín, niños aún, permanecían en Chile. Ella, exiliada, sola y entera, organizaba en diversos países actividades de denuncia contra la junta militar y de solidaridad con los perseguidos.

A comienzos de 1978, regresó a Chile, con otra identidad, y se abocó de lleno a la militancia clandestina y a las tareas de dirección en el interior, en medio de una cruenta y ya selectiva represión.

En 1984, aún en clandestinidad, Gladys asumió como subsecretaria general del Partido Comunista y 10 años más tarde fue elegida secretaria general. Es la primera y única mujer en la historia de Chile que ocupa el máximo cargo de dirección en un partido político.

Convencida de la necesidad de enfrentar a la dictadura militar con las armas, impulsó la creación del insurgente Frente Patriótico Manuel Rodríguez, se opuso a la participación de los comunistas en el plebiscito de 1988 y no compartió las propuestas de fondo de la Concertación por la Democracia, coalición de partidos de centroizquierda que gobierna desde 1990.

Consciente de que el sistema binominal de elecciones, impuesto por la dictadura y aún vigente en democracia, constituye en la práctica un cerrojo para impedir que la izquierda tenga representación en el Congreso, Gladys Marín presentó en 1997 su candidatura al Senado.

Logró una votación superior al 15 por ciento, que la ubicó en el octavo lugar de las preferencias a nivel nacional. Sin embargo, no resultó elegida; con menos votos, otros candidatos llegaron al Senado.

Con la memoria activa y contraria a la impunidad, interpuso en enero de 1998 la primera querella criminal contra Augusto Pinochet. Parecía una acción testimonial, un tanto romántica, pero inviable y destinada al fracaso. Resultó ser apenas el comienzo de una larga secuela de acciones similares en contra del ex dictador.

En junio del mismo año fue proclamada candidata a la presidencia de la república por una coalición partidos y movimientos de la izquierda chilena no representada en el Congreso, con la propuesta de impulsar una alternativa al sistema vigente.

Alcanzó 3.19 por ciento de los votos, muchos de los cuales se sumaron a Ricardo Lagos en la segunda vuelta de esa elección presidencial, contra Joaquín Lavín, candidato de la derecha y militante de la Unión Demócrata Independiente, bastión político del pinochetismo.

Para algunos analistas políticos, ciertas decisiones y acciones de Gladys Marín fueron contradictorias y erróneas. Y tal vez algunas lo fueron. Pero -nunca será excesivo repetirlo- hay diferencia ética y moral entre equivocarse y mentir. Hizo en su momento lo que le pareció correcto, y lo llevó a cabo convencida.

Con Allende en la memoria

Leal sin restricciones a la memoria de Salvador Allende, Gladys Marín encabezó cada 11 de septiembre, dentro o fuera de Chile, en dictadura o en democracia, el homenaje a su sacrificio.

Así, el 11 de septiembre de 1998 marchó al frente de una columna que intentó llegar hasta las inmediaciones del palacio presidencial de La Moneda -donde Allende murió- para dejar una ofrenda floral. Policías uniformados reprimieron ese intento con carros lanzagua y agredieron a los manifestantes, siguiendo instrucciones del Ministerio del Interior del gobierno democrático de Eduardo Frei Ruiz-Tagle.

Ante las cámaras y micrófonos de los medios de información nacionales y extranjeros allí presentes, Gladys Marín le mentó la madre -con los más auténticos chilenismos- a las autoridades de ese gobierno.

En el XXII Congreso del Partido Comunista de Chile, celebrado a finales 2002, fue elegida presidente de su agrupación política y se convirtió así en la primera persona en detentar ese cargo -inexistente hasta entonces- dentro de su colectividad.

En el último congreso de su partido, Gladys Marín afirmó: "El pueblo de Chile puede seguir contando con el Partido Comunista, no sólo como un referente, sino como una organización real que se pone al lado, dentro, junto a los trabajadores para luchar en cada lugar, en cada población, en cada esquina para organizarnos."

Fue una luchadora inclaudicable, leal y a salvo de tentaciones pragmáticas, es decir, consecuente. Como tal, enfrentó los riesgos y pagó los costos que ello implica.

Gladys Marín fue leal hasta el último día de su vida, que terminó el 6 de marzo. No es poco decir en el Chile actual.

 
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