Usted está aquí: lunes 7 de marzo de 2005 Opinión La ruta de los partidos políticos

Javier Oliva Posada

La ruta de los partidos políticos

Sólo falta el PRD en la designación de su dirigencia nacional para que la tríada de los principales partidos políticos, junto con el PRI y el PAN, se den los primeros pasos consistentes rumbo a la contienda por la Presidencia de la República. De forma lógica, explicable e incluso necesaria, en todos los ámbitos decisorios de esos partidos los grupos en contienda procuran alcanzar la mayor dotación de poder interno en la organización y estructura para desde allí construir -proponer sería lo adecuado- una serie de acuerdos internos que incidan en la cohesión y articulación de intereses regionales y de grupo.

Tanto del PRI como el PAN, en la semana anterior, acotando el universo de fuerzas incidentes en la dirección de la organización, procuraron establecer un perfil que otorgue a los grupos predominantes la posibilidad de señalar que con ellos es indispensable pactar las opciones de triunfo.

En el caso del PRI, la decimonovena Asamblea Nacional, realizada para observancia de la legislación electoral, fue el marco para delinear orientación ideológica y asentar espacios de poder. En la elección del presidente del Comité Nacional del PAN, la preminencia de un grupo sobre los otros es la primera y clara señal de que ya hay una definición sobre quiénes tienen desde ahora ascendiente en la estructura. Es, pues, en los dos caos, el principio de sus procesos para buscar la posesión del Poder Ejecutivo en 2006. Con todas las limitantes, se trata de episodios en donde se articulan las bases para establecer acuerdos o imponer condiciones.

¿Qué falta? Además de resolver los complejos problemas que acarrean este tipo de contiendas, el siguiente paso para los tres principales partidos políticos a escala nacional es la capacidad para establecer comunicación, identidades, clarificar propuestas y señalar la viabilidad de sus respectivas ofertas de gobierno.

Es pocas palabras, una vez alcanzadas las definiciones internas viene la segunda fase que llega hasta el miércoles previo de las elecciones federales de julio de 2006. Es decir, la búsqueda del sufragio, de las simpatías, de la promoción de una serie de perfiles, acciones que van desde considerar el perfil del equipo del aspirante presidencial hasta el de los candidatos a diputados, senadores, así como de los mensajes que todos envíen. La victoria estará en los votos obtenidos y no en la capacidad de control o ascendiente de las estructuras internas.

Por supuesto que sin conquistar la primera etapa, el control interno del partido, no se puede dar la segunda: la búsqueda del triunfo electoral. Pero es esta última fase donde radica la viabilidad del grupo dominante hacia el interior de cada partido, del sentido y pertinencia del mensaje dirigido a la ciudadanía. La diversidad en la sociedad mexicana es un factor, condición indispensable en el diseño de la plataforma electoral como también lo es la forma en que el mensaje sea remitido. Si los partidos persisten en dialogar hacia adentro, entre sí, entre sus grupos, encaminarán sus pasos hacia el aislamiento electoral y, todavía más, rumbo al debilitamiento de su poder y capacidad de representación.

Considerando que del primero al 15 de enero de 2006 es el registro de los candidatos a la Presidencia de la República, los procesos internos habrán de concluir por lo menos tres meses antes para dar paso a una serie de importantes acuerdos internos, lo que al mismo tiempo indique la capacidad de los partidos políticos de lo que pueden hacer al momento y en la probabilidad de ser gobierno; la forma de procesar hacia el interior los conflictos será un preámbulo de lo que se puede esperar en sus relaciones, por ejemplo, en el Congreso de la Unión y sus modos de negociación sea en la argumentación, sea en el trabajo legislativo.

Los meses por venir serán plenos en cuanto a los contactos y mesas de conciliación internas. Lo anterior no es un mero deseo; se trata de un señalamiento que para los partidos políticos implica cohesión interna pactada y disciplina externa ante los debates y los ataques.

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