Agustín Escobar Ledesma La amargura de San Antonio
En la memoria histórica de los lugareños subsiste el recuerdo del paso por esta población del presidente itinerante, Benito Juárez García, en su lucha contra el imperio de Maximiliano de Habsburgo; otro suceso que impactó profundamente a los ñañho de este pueblo fue el movimiento armado de 1910 puesto que algunos de sus integrantes se fueron con la "bola" ante la falta de empleos debido a que la Chicarroma, mina de oro y plata, fue dinamitada por los propios trabajadores en protesta por la inhumana explotación que sufrían en los tiros. Desde entonces la mina está arrumbada. Se dice que en las entrañas de la Chicarroma existe una gran cantidad de oro y plata fundida que dejaron los mineros el día en que la derrumbaron. LA CAPILLA En San Antonio existen alrededor de cincuenta y dos capillas-oratorio familiares, manifestación arquitectónica que da identidad a la nación ñañho. En una de éstas, conocida como la capilla de don Ascencio, a cargo de la familia Mora, el arqueólogo Carlos Viramontes "encontró" una cruz tolteca similar a la que, desde tiempo inmemorial ha figurado en el panteón de los Mora y que año tras año le han sido ofrendadas velas, alimentos y dos singulares bebidas conocidas como aguafresca y amargura. Hace unos cuarenta años que los lugareños que se bautizaban o se casaban en el templo mayor, construido en 1890, arribaban a este lugar a quemar incienso a la cruz tolteca, sin embargo esa costumbre desapareció. En el altar de la capilla-oratorio de don Ascencio existe un óleo pintado en una pequeña lámina con cuatro personajes: la Virgen del Rosario, una niña, un Cristo que milagrosamente se sostiene de pie ya que está crucificado pero sin los maderos que lo sostengan, desafiando la ley de gravedad; sin embargo, la cuarta figura, apenas perceptible, parece ser la más importante. Se trata de un pequeño perro atigrado en brava actitud que la niña mantiene atado a un lazo. El can, según J. Rosario Mora, es muy milagroso, pues al mismo tiempo que favorece, también castiga a quienes no le rinden pleitesía ya que a éstos se les aparece de día o de noche y se les echa encima para dañarlos, causándoles gran espanto. Si las personas van a la capilla, le rezan y le ofrendan por lo menos una veladora, el perro los deja en paz, en caso contrario siempre los perseguirá en donde quiera que estén. SINCRETISMO Según el arqueólogo Carlos Viramontes, investigador del Centro Regional INAH-Querétaro, la cruz de la capilla de don Ascencio "es una escultura prehispánica tallada en cantera color gris, de piedra que no se encuentra en la región, por lo que supone que fue traída de otro sitio. Mide alrededor de 80 cm de alto por 50 cm de ancho y, aunque algunas partes fueron mutiladas presenta diversos motivos mesoamericanos. Probablemente es una escultura tolteca o, por lo menos de influencia tolteca, pues se parece mucho a otras que se han encontrado en Tula, Hidalgo, y probablemente la hicieron entre el año 800 y 950 después de Cristo. En la escultura aparecen motivos y símbolos mesoamericanos: al centro está un círculo con pétalos alrededor que semeja una flor muy parecida a las que todavía elabora la comunidad con sotol y que son colocadas en los chimales, ofrendas que ven en las portadas de los templos durante las celebraciones otomíes". LA PASIÓN Una de las principales fiestas de San Antonio de la Cal se da en la Cuaresma, período en el que, cada viernes, los seis cargueros de la representación de la Pasión de Cristo hacen grandes comilonas de nopales con tortas de camarones, varias fanegas de maíz, frijol flor de mayo, pulque, refrescos y cerveza. En la preparación de los alimentos participan solamente mujeres que sirven la comida a los cientos de invitados que se sientan a los lados de un largo mantel colocado en el suelo. Al final del pantagruélico banquete se le entrega un bote de aguafresca al carguero que organizará el siguiente gaudeamus, dentro de ocho días. LA SEMANA MAYOR
AMARGURA Todos los ñañhu de este lugar han saboreado la dulce amargura. Saben que Anselmo Martínez, el ramilletero, es el responsable de preparar la bebida conocida como amargura cada Semana Santa desde hace cincuenta años en un compromiso que heredó de su papá y de su abuelo. Ahora, don Chemo, como lo conocen los lugareños, al igual que sus ancestros, cada año prepara una olla de cuarenta litros de amargura con ramilletes de flores multicolores del semidesierto. En una olla de barro hierve el agua agregando pétalos de huizache, mezquite, garambullo, zarabullo, pirul, tuna, vinito, chilito y carrasquilla; también le agrega pétalos de flor de castilla, durazno y lima. Las flores se dejan hervir durante dos horas y después se sacan los pétalos y se le agrega al cocimiento una mancuerna de piloncillo y se tapa la olla con un plato amalgamado con masa de maíz, durante media hora más. La bebida ritual es para capitanes y centuriones
de las procesiones que se efectúan de lunes a jueves de Semana Santa.
La amargura representa el vinagre que los soldados del mal gobierno
le dieron al crucificado. Durante las peregrinaciones los cargueros van
rociando amargura a su paso por el camino mientras un grupo de "mechudos"
o "iscariotes" (personajes vestidos de negro, cubiertos con máscaras
de palocuchara, cabellera de ixtle y con cadenas), abren paso a la romería
encabezada por los capitanes que van vestidos de negro, incluyendo sombrero
y un velo que les cubre el rostro. Cada persona que participa en la ceremonia
prueba un poco de la dulce amargura, al igual que cuanta gente se presente
en la festividad; nadie se queda sin probarla.
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