Usted está aquí: jueves 3 de marzo de 2005 Opinión ANTROBIOTICA

ANTROBIOTICA

Alonso Ruvalcaba

Un antro del fondo

KUBRICK, SAN ANGEL sábado, 23 hrs. La noche avanza sobre avenida de la Paz, la más movida calle del sur de la ciudad: al principio vibra el Capicua , que los sureños han vuelto más antro que bar tapeador; el Orsai , restaurantito muy noventero, se deja visitar si acaso por sus buenos precios; Starbucks es más pequeño de lo normal; Bistrot La Bourgogne ejerce, escondido tras la Tasca Manolo, su deliciosa cocina de la tierra, su cocina profunda como un pozo; La Trattoria della Casa Nuova expende su pan perfecto, sus rehiletes que crujen, se quiebran, se deshacen, manchan las comisuras de los labios; Ostrica y Don Amador permiten que la chef Margarita Lascuráin intente una reinvención de la cocina del Prendes y un paseo circular por el Mediterráneo; el viejo Cluny sigue lleno, como siempre, y sigue sirviendo las crepas que empezamos a comer en 1994, a media vida del restaurante; Mandarin House , ya en la esquina con Revolución, guarda su amable silencio mientras llega a la mesa un bello pato pekinés... Y en medio de todo esto, el Kubrik como un dios.

CRIS Y YO nos acercamos a la entrada y, de súbito, es como haber reabierto los ojos hace 15 años: una cadena y un cadenero (que se ve interminablemente mejor de lo que solían verse los del final de los años 80); por ventura tenemos reservación. Ya dentro, el Kubrik (avenida de la Paz 39) es exactamente eso que uno esperaba: una pantalla gigante con futbol, salitas blancas de ''piel'' en cuyo centro burbujea una mesa de luz; un bartender vestido de vaquero prepara una serie de tragos que atraen a una breve multitud boba, hiperfresa, bella también, porque lanzan llamas hasta el techo. Pronto el midnite cowboy ha gastado su truco (¿realmente alguien necesita ver el servicio de un chupe cuatro veces?); increíblemente, el diyéi ''abre pista'', y ésta empieza un movimiento trepidatorio mientras de las paredes sale hielo seco como si lo acabaran de inventar. La playlist es tan memorable como torturante: Obsesión, de Bachata ('no, eso no es amooooor, es una obsesioooón'), luego una infamia en rumano de la que alcanzo a distinguir la palabra ''Picasso'', un himno para el jefe Diego (Maradona), de título La mano de dios, cuya redacción colinda con lo gongorino ('En un potrero forjó una absurda e inmortal con experiencia y sedienta ambición de llegar'), Thalía y una lamentable revisión de A quién le importa, que se soñó canto respondón pero nació muy defectuosa (''¿A quién le importa lo que yo haga?/ ¿a quién le importa lo que yo diga?'' Thalía, querida, ¡a nadie!). De repronto, un pequeño oasis: las bocinas escupen Hey boy, hey girl de los Chemical Brethren mas después es sólo un recuerdo de la vida que estamos perdiendo aquí, como si fuera 1989 y nada, simplemente, hubiera sucedido: ni Paul Oakenfold descubriendo las tachas en Ibiza, The Streets cantando el loor de las apestosas calles de Londres, Underworld, Pulp, Moby... Nada.

¿PERO REALMENTE LA estamos perdiendo? La Britney del Kubrik (nombre: Pamela) pasea con sus tetas perfectas y el pelo negro como una noche del Islam; aquella otra, delgadísima, embarra el culo en movimientos circulares sobre la pelvis de un gordo con varo: ambos sonríen y sus dientes quisieran deslumbrarme; Claudia alza las manos, like she just doesn't care, sostiene el techo de este antro que debe estar en el fondo de la ciudad, horrendo y exactamente como nosotros, vano, superficial; Cris, delgada y bella (sonrisa tallada en una nube hecha de tiempo), se sienta junto a mí, que rumio mi patética amargura con un cuarto vaso de vodka inservible, en el bolsillo de la chamarra una grapa de coca que no probaré, y, claro, recuerdo aquel poema de Vicente Gallego, El oscuro sentido de las cosas (1990): ''¿Qué imaginas detrás de cada cosa, / qué esperas de sus formas / familiares y simples, qué secretos, / qué verdades supones que te ocultan, / qué asombrosa emoción, y qué oscuro sentido / sueñas que les regalen a tus palabras huecas?'' Y el Kubrik ya es otra cosa: estas personas ''a las que has despreciado alguna vez / son hoy tus superiores, pues no piden / de ti limosna alguna, ni precisan / fatigarse los ojos, ni buscar / luminosas palabras que enaltezcan sus días'''. Son aquellos que aceptan su destino y que saben gozarlo -ajenos a un borracho vanidoso- con el silencio o el grito de quien vive y le basta.

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