Usted está aquí: jueves 3 de marzo de 2005 Opinión Historia de unos campesinos ecologistas

Adolfo Gilly /II y última

Historia de unos campesinos ecologistas

Ampliar la imagen De izquierda a derecha, de pie Mareny, Claudia, Orbelin y Male. Sentados: Leonor, Ubalda y Rodolfo. Las ni�del centro son amigas de la familia del ecologista. Fotograf�incluida en el libro Lumbre en el monte, que est� disposici�e los lectores, entre las obras publicadas por La Jornada Ediciones, en su m�o de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Miner�FOTO Jimena Camacho

Los soldados no los alcanzaron y se escondieron en un risco muy alto. Teodoro iba herido de un rozón de bala en la cabeza. Los soldados les gritaban que salieran del monte, que nada les pasaría. Pero no, cuenta Rodolfo, ellos no confiaban:

Nosotros estábamos escondidos. La Virgen tuvo mucho que ver porque los guachos nos rodaban piedras desde arriba. Pasaron muy cerca de nosotros, como a unos dos o tres metros, y no nos vieron. Entonces le prendieron lumbre al monte con la intención de quemarnos, pero Dios nos cuidó... Eran unos lumbradones enormes, como de dos metros... Entonces tuvimos que salir.

Por supuesto, los soldados no cumplieron sus ofertas. Los amarraron, los tiraron al suelo, los patearon, los torturaron. Las mujeres para entonces estaban todas en el pueblo, sin saber si los habían matado. Ya sabían que habían asesinado a Salomé. Al fin Ubalda, desde el patio de la casa de una vecina, pudo ver que los tenían a los dos amarrados con las manos atrás y tirados en el lodo de la orilla del río. Entonces, cuenta Ubalda:

Toda la gente se reunió porque les tienen miedo. Nos juntamos todas las mujeres a dormir en una sola casa. Teníamos miedo. Yo pensaba toda la noche que los matarían y se los llevarían para que uno no supiera adónde los dejaron (...) Eso fue todo el domingo y el lunes, hasta el martes que se los llevaron en el helicóptero.

Después vinieron nuevas torturas, el proceso y la cárcel de Iguala, Guerrero, adonde los condujeron el 21 de junio de 1999, siete semanas después de su apresamiento. A la cárcel, de donde no saldrían hasta noviembre de 2001, los iban a visitar Ubalda, esposa de Rodolfo, y Ventura, esposa de Teodoro.

*

Ellos y ellas sabían bien por qué estaban presos, convicción indispensable para seguir la pelea desde allí adentro. Lumbre en el monte, cuyo subtítulo es La historia de Rodolfo Montiel y la lucha de los campesinos ecologistas de Guerrero, explica muy bien esas razones. Dice Rodolfo:

Comencé a concientizar a las personas por mi preocupación ante la escasez de agua. Vi que muchos manantiales desaparecían. La laguna de La Limona también ya estaba por desaparecer y ya desapareció. Las pequeñas barranquitas muchas ya desaparecieron. El río de El Mameyal está muy descuidado. Lo que antes era agua hoy es basura. La misma gente lo usa como basurero. Tal vez por eso los caciques locales me odian, porque son los que más basura tiran y los que han explotado los bosques (...)

En algunas partes no dejan ni zacatito porque la grúa deja puro barbecho. Matan los árboles chiquitos, de cinco a diez añitos, los matan con el árbol grande. Y el que no se alcanzó a morir se acaba cuando viene la lumbre. Antes había ríos con mucho camarón, mucha vegetación y vida. Los campesinos grandes, cuando yo era chico, sacaban camionadas de maíz. Ahora no se saca ni el maíz del gasto. No hay agua. Desde 1995 se acabó todo.

Dice Ubalda:

La lucha se empezó a hacer por lo mismo que veíamos que las talas de los montes estaban acabando el agua. Uno veía que todos los ríos de la sierra se estaban consumiendo. ¿Y por qué se están consumiendo? Porque están talando los montes y dejando como un desierto (...)

Por eso es que se organizaron. La gente más pobre, los campesinos que vieron antes sus montes bonitos, con harta agua, que podían tener su trabajo, ponían sus milpitas y en la Cuaresma tener sus elotes, su frijol, ahorita ya no tienen porque el agua ya no les alcanza (...)

El agua no es de nadie. Uno está sufriendo la carestía del agua por la tala. Poco a poco se va a ir acabando, se va a ir escondiendo el agua en el fondo de la sierra, por eso toda la gente está en la lucha, apoyando para que ya no se siga destruyendo. Yo me acuerdo de arroyos grandes que conocí. En el mes de mayo y abril había bastante pescado, mojarra. Ahora nomás hay las piedras y una que otra fosa con harta lama. Ya no tienen agua esos arroyos, quedaron secos. En el río nomás blanquean las piedras, nomás se ve un chorrito de agua que escurre, porque están destruyendo el fondo de la sierra, donde está naciendo el agua de todos los ríos.

Animales que uno conoció, los nietos y bisnietos pues ya no los van a conocer. Por ejemplo los tigres. Lo que no conozco en el monte es la pantera, pero dicen que sí hay en el fondo. Pero el tigre ya me ha tocado verlo, y al coyote... Pues mis hijos ya no los van a ver. Si los llegan a ver será porque los lleve a un circo, porque vistos en el monte no creo que los vean (...) Tantas chalchalacas, tantas aves que había ya no hay porque no hay dónde se escondan en el monte. Antes, hasta hace cinco años, si andabas en algunos lados del monte de día parecía que era de noche, así de cerrado estaba el bosque. Era oscuro, oscuro, no se podía ver nada de lo cerrado. Ahora está pelón.

Cuenta él después las vicisitudes dentro de la cárcel y las acciones para mantener la lucha. Cuenta ella cómo otros campesinos, con todo y el temor a la represión, la siguieron apoyando y ayudando mientras él estaba preso. Ellos le decían, cuenta Ubalda: ''Sabemos que al meternos a esto pues a unos nos van a matar, a otros nos van a encarcelar, a otros nos van a secuestrar y pues muchas cosas vamos a sufrir, y no sabemos si la vamos a ganar o la vamos a perder porque hay mucha gente en contra, que quieren que siga talando, pero debemos luchar".

Estos son algunos pedazos de la historia. El resto, que los campesinos de Guerrero conocen, lo encontrarán los lectores en el libro de Jimena Camacho.

*

Los bosques, el agua, la biodiversidad, son hoy cuestiones urgentes, de supervivencia casi, para la vida mexicana, latinoamericana, planetaria. El asalto del capital contra ellos no conoce tregua ni confines. En La Jornada de esta mañana, 25 de febrero, un severo, preciso y casi angustioso artículo de Víctor M. Toledo, ante la indecorosa aprobación por el Senado de una torcida Ley de Bioseguridad, se pregunta con razón: ''¿Dónde quedaron los defensores de la bioseguridad?" En otras ocasiones, en estas mismas páginas otras voces -Iván Restrepo entre ellas, reporteros, cronistas- han registrado y denunciado los desastres y las destrucciones de empresas privadas, desarrolladores, talamontes y funcionarios cómplices contra los bosques, los cultivos, las aguas, las costas, el aire, la naturaleza entera del territorio mexicano, hasta aquí mismo, en la ciudad, a pocos kilómetros de este Palacio de Minería, en el Ajusco depredado noche y día por talamontes más o menos clandestinos.

En Guerrero, la tierra de Rodolfo Montiel y de Teodoro Cabrera, la larga dominación del PRI y sus cacicazgos acaba de sufrir una derrota en la elección de gobernador. Es producto, ante todo, de largos años de luchas y de organización para anular el fraude y defender las urnas. Un cúmulo de agravios seculares y de demandas de justicia reparadora aguardan desde el primer día a los nuevos gobernantes. Es tan urgente esa tarea que no habrá mucho que esperar para saber de qué color ellos pintan. Pero no hay gobernante que llegue a hacer algo, en Guerrero o donde sea, sin el crecimiento autónomo de las organizaciones como la de estos campesinos ecologistas de la OCESP, por fuera del Estado, sus políticos y sus partidos.

Mucho más que las promesas electorales y los programas de gobierno, Lumbre en el monte. La historia de Rodolfo Montiel y la lucha de de los campesinos ecologistas de Guerrero contiene una precisa agenda de esos agravios y esas demandas, dichas con palabras y con experiencias vividas que todos podemos entender.

Allá por agosto de 1970 una voz ahora lejana proponía, para los bosques de México, una política que hoy tal vez parezca extemporánea:

En materia forestal considero que, constituyendo este recurso un bien nacional y cuya conservación es de interés público, debiera corresponder al Estado la extracción y la comercialización de la madera mediante un organismo nacional, descentralizado, para cuidar que los bosques se exploten racionalmente, proteger los derechos de sus dueños y otorgar las garantías de ley a los trabajadores; asimismo, para repoblar los bosques en mayor magnitud que su aprovechamiento, cuando menos duplicando el número de árboles restituidos, como se ha hecho durante muchos años y se sigue haciendo en Canadá y otros países.

Era un ex presidente de México, el general Lázaro Cárdenas, quien así hablaba en su Mensaje a la nación escrito hace 35 años, en vísperas de su muerte. Pienso que el sentido de estas propuestas sigue siendo actual, posible y más urgente aún que entonces.

Texto leído por el autor en la presentación de Lumbre en el monte, en el contexto de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería

 
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