Usted está aquí: jueves 3 de marzo de 2005 Opinión UNAM, sociedad y política

Sergio Zermeño

UNAM, sociedad y política

La UNAM echó a andar en febrero cuatro ambiciosos proyectos en ciencias sociales y en humanidades que constituyen el compromiso de esta institución de cara al siglo XXI. Esto sucede en el mismo momento en que la Universidad Autónoma de Nuevo León decide cancelar sus carreras de historia y de filosofía con el pobre argumento de que los egresados de estas disciplinas, y de otras en ciencias sociales, ya no encontrarán trabajo. La propuesta de la UNAM es que la falta de oportunidades laborales no es exclusiva de los profesionistas, sino que atañe a todos por igual bajo este modelo de desarrollo excluyente y que, además, hoy más que nunca, ante un entorno de degradación social, violencia y pauperización crecientes, las disciplinas del hombre están obligadas a acudir en auxilio de los dilatados espacios de la anomia y de la degradación. La propuesta de la UNAM considera también que esta articulación entre universidad y sociedad debe progresar a través de un trabajo lento de sedimentación de experiencias.

Ahora bien, lo cierto es que en la época por la que atravesamos se dificulta mostrar la bondad de este trabajo paulatino debido al desbordamiento social, a la radicalización y al recalentamiento político-ideológico por el que se desbarranca nuestro país y nuestras universidades. El escenario comienza a ser poblado por protestas, no menos legítimas, contra la mutilación autoritaria de la opción centro-izquierdista implicada en el desafuero. Qué pena da ver que Santiago Creel, surgido de las organizaciones de la sociedad civil y hoy supuesto responsable de la gobernabilidad, se haya convertido en el fogonero, en el atizador de la confrontación social y de la hiperpolitización.

En medio de estos vendavales, la UNAM insiste con sus proyectos de largo plazo. Uno de ellos, a mi cargo, denominado "Las regiones sociales en el siglo XXI", se propone mostrar que las universidades del país pueden articularse de manera ágil y profesionalizada, a distancia de posicionamientos políticos e ideológicos, hasta donde eso es posible, con los problemas de las distintas regiones medias, de manera de asegurar el fortalecimiento de los colectivos humanos en la conducción y la continuidad de los proyectos que afectan sus vidas.

No se trata de programas de regionalización generados desde el exterior, porque el centro de la propuesta consiste justamente en la construcción de un piso social, de un sujeto social si se prefiere, con base en la participación y el empoderamiento de las personas que habitan esas regiones medias, cuencas, áreas urbanas, etcétera, y que deben ser receptoras privilegiadas y animadoras de esos proyectos. Desde ese piso o sujeto social es posible mitigar la duplicidad y la multidireccionalidad enloquecida de los planes y programas de todos los pisos de gobierno.

La experiencia muestra que algo así como unas "asociaciones regionales" o "consejos regionales" deben ser el espacio, el piso de apoyo y el motor en el que converjan las representaciones de todo el abanico de actores y organizaciones de la sociedad regional, por un lado; el conjunto de dependencias y programas federales, estatales y municipales, por otro lado y, en fin, los organismos profesionalizados de diagnóstico y acompañamiento de los proyectos sustentables consensuados.

Es imposible que una institución como la UNAM se ligue al amplio abanico de regiones medias y áreas urbanas que conforman al país, pero un puñado exitoso de buenos ejemplos puede constituirse en el camino a seguir en muchos otros puntos de nuestra geografía. Por los demás, no se parte de cero, hay muchísimos ejemplos desde los que se puede extraer experiencia en regiones cafetaleras, forestales, pesqueras, en cuencas, localidades, cooperativas y frentes municipales y ejidales, en asociaciones urbanas, en regiones autónomas de los pueblos indios, etcétera.

Faltan dos años para el relevo presidencial de nuestro país, pero llevamos ya un año sumergidos en las luchas intestinas y en los bajos fondos de la politiquería. En lugar de llevar adelante unas elecciones vecinales que pudieran dar continuidad al asociativismo por tres años, la Asamblea Legis-lativa del Distrito Federal pospuso indefinidamente este ejercicio para concentrar todas las energías en los comités electorales. Lo social se vuelve político, se confronta, se polariza y no nada más nos obliga a enfrentar un entorno de degradación y pobreza, sino que tenemos que luchar también con nuestra malsana obsesión por el vértice de la pirámide.

En medio de esas enfurecidas mareas algunos programas de más largo aliento y de horizonte más cívico y profesionalizado tratan de abrirse paso, de lograr alguna visibilidad.

 
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