Usted está aquí: domingo 27 de febrero de 2005 Opinión Entre copas

Carlos Bonfil

Entre copas

Días de vino y rosas. Una de las cintas favoritas del Festival Internacional de Cine Contemporáneo (Ficco) de la Ciudad de México, que hoy concluye, fue la comedia agridulce Entre copas (Sideways), cuarto largometraje del autor estadunidense Alexander Payne (Las confesiones del Sr. Schmidt). Esta cinta, candidata fuerte para la premiación del Oscar, se estrena ahora en la cartelera comercial.

El título original, Sideways, señala de entrada el estilo narrativo de la película, su acercamiento oblicuo, de soslayo, cargado de ambigüedad y anotaciones sutiles sobre la personalidad de los personajes, en particular de sus dos protagonistas masculinos. Todo lo contrario del cine de fórmula hollywoodense.

Basado en la novela homónima de Rex Pickett, el relato de Payne, guionista junto con Jim Taylor, se centra en la crisis emocional que vive Miles Raymond (Paul Giamatti) a los 40 años. Profesor de preparatoria y novelista frustrado, incapaz todavía de sobreponerse a su divorcio de dos años atrás, obsesionado con la degustación de vinos y la búsqueda de la cepa perfecta, Miles emprende un viaje de una semana por regiones vinícolas de California, en compañía de su mejor amigo, el atlético Jack Lopate (Thomas Harden Church), quien aprovechará la experiencia para desfogarse sexualmente antes de contraer matrimonio al término del viaje.

En el esquema clásico de la pareja dispareja (Walter Matthau/Jack Lemmon; Arnold Schwarzenneger/Danny de Vito), Payne aprovecha las posibilidades humorísticas del alto contraste físico y emocional de los protagonistas. Al carácter introvertido y pesimista de Miles, opone continuamente la bonhomía y desenfado de su compañero, interesado más en el ligue instantáneo que en la degustación de vinos, misma que ensaya, por lo demás, con un chicle en la boca.

En una semana que la cinta divide en siete episodios, y a lo largo de incontables degustaciones en bares y vinaterías locales, los protagonistas cortejarán a dos mujeres independientes, sensuales y muy emprendedoras, hasta descubrir penosamente su propia incapacidad de compromiso amoroso. Paul Giamatti logra una estupenda caracterización, con su ánimo siempre abatido y su mirada distraída, a punto de ceder al llanto, sin suscitar por ello ni conmiseración ni risa fácil. Su cortejo de Maya (Virginia Madsen) tiene algo de esa intensidad contenida que expresa tan bien el director Clint Eastwood en Los puentes de Madison. Retrato de dos personas vulnerables, tan deseosas de evitar el sufrimiento propio como de provocar el ajeno.

Entre copas no es, pese a lo señalado, una cinta enteramente melancólica, aun cuando su tema central sea el fracaso amoroso y profesional, y las dificultades para sobreponerse a la desdicha. Su primera intención es ofrecer una comedia de enredos y desencuentros, con un itinerario por la embriaguez hedonista californiana, contrastando la sexualidad compulsiva de Jack con la abstinencia no menos compulsiva de su compañero, todo con un formidable acompañamiento musical a cargo de The Sideways Jazz Orchestra, y una fotografía que contrapone la placidez del paisaje vinícola a las turbulencias afectivas de sus cuatro protagonistas. Un desayuno en la hierba, un elogio de la naturaleza bucólica y de los placeres confundidos de la seducción, del vino y de la carne, con secuencias humorísticas, de slapstick de cine mudo, como la recuperación que hace Miles de la cartera de Jack, olvidada en casa de una mesera con él sorprendida in fraganti por su irascible esposo.

Sorprenderá sin duda a un público acostumbrado al ritmo de la comedia light estadunidense, la meticulosa observación que hace Payne de sus personajes y sus conflictos emocionales. Entre copas invita más a la degustación lenta que al consumo voraz de emociones instantáneas. Cuando un personaje en la cinta describe la calidad y textura de un vino particular, y lo hace detenidamente, con un goce de gourmet y sibarita, el director parece trazar por analogía el perfil mismo del interlocutor, cuando no un autorretrato. Una de las mejores sorpresas del Ficco, festival que ofrece hoy, en su último día, las proyecciones en Cinemex Masaryk de sus cintas premiadas.

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