Usted está aquí: domingo 27 de febrero de 2005 Opinión Perfiles de Villa

Nellie Campobello

Perfiles de Villa

Ampliar la imagen Nellie a mediados de la d�da de los 20, cuando comenzaba su trayectoria en los escenarios de la danza, siguiendo a su hermana Gloria

Al Villa desconocido, el compañero de José Beltrán y Rosendo Gallardo, yo lo tuve de huésped en la mina, lo vi asando carne seca -así dijo mi tío. Llegaron los tres, Gorra Gacha y José Beltrán eran los más jóvenes; eran rebeldes desde entonces; robaban para comer y mataban para defenderse; éste era El hombre del norte; no tenía nombre, sino que era un rifle, un caballo y un gorro aplastado -me contó mi tío.

Yo estaba en una mina, cerca de Las Bocas, Durango. José Beltrán fue a cobrarle una deuda a don Gabino Anaya, a Las Bocas, deuda en auténticas gotas de sangre. José Beltrán fue a la ''cuerda'', lo hicieron ''pelón'' por causa de don Gabino, desertó y... meses más tarde cobró.

Tres rifles, tres caballos y tres hombres llegaron al pueblo, sin focos y sin Luna; machetazos, sangre de los vaqueros degollados por Gallardo, don Gabino y Josefita macheteados por José, Gorra Gacha, hizo de centinela en el callejón de las Rubio -aquí habla mi tío-; allí llegaron salpicados de sangre, cansados, creían que habían matado a don Gabino, tenían hambre, les di carne seca, gordas de harina. Cuando hablaron y comieron me encargaron que los despertara antes de salir el sol; se amarraron los caballos a los pies y se pusieron a dormir.

Ya empezaba a salir el sol, y ya los cordones de la ''acordada'' andaban rondando en busca de ellos, y los bárbaros no habían despertado; arrastrándome de panza llegué y moví al primero. Levantaron la ''polvadera''.

Volví a ver a Gorra Gacha cuando Beltrán, en Parral, acribillado a balazos allí en Las Carolinas, por Palma y sus hombres, se batió como nadie, solo y su alma. El entierro de Beltrán fue pardeando la tarde (Beltrán era ahijado de un primo hermano mío).

En la noria que está -aquí ya no habla mi tío- a la pasada del río, como quien va para el camposanto, ahí recargado vio ''el que todavía no había nacido'', el entierro de José. Años más tarde había de sentir cariño por aquella noria, al grado de que paraba el caballo y se sonreía frente a aquellos palos de madera vieja. Esa noria existía aún cuando El hombre del norte hizo su última pasada por ahí.

Estos apuntes a la ligera del hombre, el caballo y el rifle que habían de hacer nacer a Pancho Villa, serán escritos con todos sus datos para orientar un poco a los que no olvidan la figura del hombre más interesante que hubo en la Revolución.

Villa, guerrillero, nació en 1910 y a los cuatro años de vida, o sea del 1914 al 15, había de ser famoso. Antes no existió, el fue al ser Pancho Villa. Quien trate de buscar en él otro hombre se engañará y encontrará la leyenda manoseadísima del peón y el amo, la madre y la hermana deshonrada, etcétera. Villa no necesita de todas estas historias para ser lo que todos sabemos que fue. A la gente le gusta saber lo falso, lo compuesto: que si Villa de niño fue así, que si hacía esto o lo otro, que de joven se trepaba a los cerros, a los árboles, que se comía y asaba los pájaros con todo y plumas, o bien que cantaba gorjeando, porque era un muchacho muy bueno, que el patrón, etcétera.

No, señores; Villa nació hecho hombre capacitado para mandar y mover masas, estremecer pueblos; sabía tirar balazos y gritar en los combates; nació vestido de amarillo, con la cazadora abrochada y su sombrero ancho con un listón tricolor, y con los dientes frescos. Nunca he visto reír con tanto gusto: era un niño, en toda su grandiosidad y sana risa; niño sano, fuerte, capaz de descubrir los más escondidos pensamientos en los seres humanos. Hombre que olía el peligro, hombre de mil facetas, que por sólo serlo era como era, Francisco Villa, el aguafuerte de la Revolución, el que analizaba a la gente con exactitud inflexible.

Villa vivió, más o menos, 13 años. Antes nunca existió.

Las dos primeras casas.- La esposa de Villa, Luz Corral, la otra, la que fue cuando él no era. Una mujer buena, que lo adoraba y a la que cuando se ponía triste, le decía: "¿Qué quieres? Un costal de pesos, un auto, vestidos, etcétera". "No, no". "¿Entonces quieres irte a pasear?" "No". Pasaban los días, volvía a ponerse triste, casi enferma, se lo avisaban al señor general. Iba él mismo a verla: "¿Qué quieres?", le decía con su sonrisa de los combates. "Verte, Pancho, verte, Pancho", y la nanita se curaba. Ella no quería nada. Quería verlo. Esto pasaba casi siempre.

¿Mujeres de Villa? Algún día escribiré esto. ¿Hijos de él? Muchos. En la calle. En Mesa del Paso está un chiquillo, hijo de una criada y de él, con la cara idéntica al general.

Villa se levantaba a las 3 de la mañana, para pasear a caballo con sus muchachos. Platicaba, hacía preguntas. El Villa de las 3 de la mañana era reflexivo, su mente parecía más clara a esa hora.

Villa era diferente a cada hora del día, tan diferente y tan él mismo como lo puede ser Picasso en sus diferentes expresiones de pintura.

Villa fue el primero (como siempre lo fue en todo) en ponerse a sembrar, a mover el arado, y el día que trató de vivir para él y los suyos, de ser agricultor (como seguramente soñó alguna vez, desesperado de tanto balazo), ese día, él, hombre que había nacido para estar al servicio de las gentes, ya gobernándolas, ya obligándolas a ser buenas, ya matándolas, etcétera, ese día está escrito en la mente de todos nosotros, con incrustaciones de plomo.

México, julio de 1931.

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* Artículo publicado el 7 de agosto de 1932 en Revista de Revistas, con motivo del noveno aniversario del asesinato de Francisco Villa. El texto fue recopilado por Jesús Vargas como parte de su investigación para escribir la biografía de la escritora y bailarina. De acuerdo con Vargas, Campobello fue una de las primeras en reivindicar al Centauro del norte, en la época en que se le ninguneaba o sólo se le señalaba como bandolero.

 
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