Usted está aquí: miércoles 23 de febrero de 2005 Opinión ¿Por qué es importante la ONU?

Kofi A. Annan*

¿Por qué es importante la ONU?

Durante el último año he leído numerosos ataques contra Naciones Unidas.

Esto me duele porque he servido a la ONU durante toda mi vida. He hecho, y continúo haciendo, todo lo que está a mi alcance para corregir sus imperfecciones, para mejorarla y para fortalecerla. Creo profundamente en la importancia de esta tarea, pues es de vital importancia para la humanidad que la ONU sea fuerte.

Cuando el desolador desastre del tsunami azotó el océano Indico, causando la muerte de por lo menos 150 mil personas y destruyendo los medios de subsistencia de millones, el presidente estadunidense, George W. Bush, actuó velozmente para formar un grupo de naciones que contaban con fuerzas militares disponibles en la región. Esta fue una acción correcta, pues puso en marcha los esfuerzos de asistencia que eran esenciales.

Pero una semana más tarde, cuando todos los interesados se reunieron en Yakarta para planear y coordinar el esfuerzo multinacional, todos, incluyendo a Estados Unidos, estuvieron de acuerdo en que la ONU debería coordinar estas acciones.

¿Por qué? Por dos razones.

En primer lugar, la ONU tiene las habilidades necesarias. Su Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios, que establecí en 1997, poco después de asumir el puesto, está diseñada específicamente para hacerse cargo de las funciones que le fueron requeridas. Cuenta con una estructura sencilla que no se interpone en las labores de los demás ni hace el trabajo por ellos, pero es capaz de obtener rápidamente los insumos necesarios y de encontrar la organización que se requiera para distribuirlos.

En segundo lugar, y de mayor importancia, todo el mundo estaba dispuesto a trabajar con la ONU: los gobiernos y los pueblos de los países afectados, los donantes y las organizaciones sin fines de lucro, cuyo papel es esencial en todas las situaciones de urgencia, grandes y pequeñas. Todos ellos reconocen que la ONU es la institución adecuada para guiar los esfuerzos, pues no obedece a los intereses particulares de nadie. Pertenece a todo el mundo.

Irak es otro ejemplo de la importancia de la ONU; más complicado, debido al contexto de una aguda división política. Sin lugar a dudas, la guerra en Irak hace dos años ocasionó que muchas personas en todas partes perdieran fe en la ONU. Quienes favorecían una acción militar contra Saddam Hussein se desilusionaron de que el Consejo de Seguridad no tuviera, en su opinión, el valor de hacer que sus resoluciones fueran cumplidas. Y quienes se oponían a la acción militar se vieron frustrados por la incapacidad de la ONU de prevenir una guerra que consideraban innecesaria y prematura.

Sin embargo, cuando Estados Unidos y sus aliados desearon que una entidad iraquí con amplio apoyo nacional e internacional les ayudara a dirigir el país, acudieron a la ONU y a mi representante especial, Sergio Vieira de Mello, para pedir ayuda. El convenció a Paul Bremer de que se debería tratar de un consejo de gobierno y no solamente de un organismo asesor. También persuadió a líderes iraquíes claves, como el ayatola Sistani, para que sus seguidores se sumaran al consejo. Sergio y 21 de sus colegas pagaron con su vida por el valor y la determinación con que ayudaron al pueblo de Irak, como hacen por cierto muchos otros valientes servidores de la ONU de los que el mundo rara vez se entera.

El año pasado, cuando la coalición deseó transferir el poder a un gobierno interino iraquí, acudió de nuevo a las Naciones Unidas para solicitar ayuda. Sabía que la legitimidad y soberanía del nuevo gobierno serían aceptadas sólo si la ONU estaba involucrada en el proceso.

Tanto iraquíes como estadunidenses pidieron apoyo a la ONU en la organización de las elecciones del mes pasado. La ONU ayudó a redactar los proyectos de legislación electoral y la ley sobre los partidos políticos. Asimismo, apoyó la selección y capacitación de los miembros de la Comisión Electoral Independiente y de cientos de organizadores electorales (que a su vez capacitaron a miles más). También colaboró en la elaboración de los padrones electorales. Además estuvo presente para brindar asesoría sobre el desarrollo mismo de las elecciones, el conteo de votos y la presentación de los resultados. De nuevo, contábamos con los conocimientos necesarios, pues hemos organizado elecciones en 92 países, incluyendo los comicios recientes en Afganistán y Palestina. Pero aún de mayor importancia es la legitimidad que resultó de nuestra participación. Una elección organizada por los poderes de la coalición, o por iraquíes seleccionados por la misma, no habría tenido resultados tan aceptados por el mundo exterior y probablemente tampoco por Irak.

Ahora los iraquíes cuentan con su propia Asamblea Nacional de Transición electa y pronto tendrán un gobierno electo que deberá rendir cuentas. La asamblea deberá redactar un proyecto de constitución que sea aceptable para todos los iraquíes, y el gobierno debe frenar a sus opositores más violentos, ganando la confianza de los grupos que no votaron en las elecciones, principalmente los árabes sunitas, atrayéndolos al proceso político.

Aquí también la ONU puede ayudar, y lo hará. Si nos lo solicitan, podemos ofrecer nuestra asesoría experta en la redacción de la constitución. Podemos llegar hasta esos grupos, principalmente los árabes sunitas, que se alejaron de las elecciones por alguna razón pero están dispuestos a alcanzar sus metas mediante una negociación pacífica y el diálogo. Y podemos reunir a la comunidad mundial en un esfuerzo conjunto para ayudar a Irak a reconstruirse y a sanar las heridas ocasionadas por la dictadura y por la guerra.

Incluso las cicatrices que dejaron las diferencias del pasado se pueden convertir en oportunidades. Precisamente porque Naciones Unidas no estuvio de acuerdo con algunas de las primeras acciones realizadas en Irak, hoy cuentan con la credibilidad necesaria para llegar a los grupos iraquíes que deberían estar de acuerdo en participar en el nuevo proceso político de tal manera que pueda prevalecer la paz. La ONU puede ser útil porque es percibida como independiente e imparcial. Si se llegase a considerar como un instrumento o una extensión de la política exterior de Estados Unidos, perdería su valor para todas las personas.

Podría continuar. Podría referirme a las 18 operaciones de paz desplegadas en países asolados por la guerra alrededor del mundo, y en favor de decenas de millones de personas hambrientas y sin hogar, además de aquellos afectados por el tsunami, a quienes estamos llevando ayuda. De hecho, cuando críticos mal informados intentan lastimar a la ONU, a quienes están afectando más no es a los diplomáticos o a los burócratas, sino a las personas inocentes atrapadas por la guerra o la pobreza que necesitan desesperadamente de la ayuda mundial.

Algunos desaprueban lo que consideran una falta de principios en la toma de decisiones de la ONU y señalan los compromisos que surgen inevitablemente de una entidad compuesta por 191 estados miembros. Cualquiera que ataque a la ONU por no lograr servir a los intereses globales debería, como parte de este ejercicio, hacer una revisión crítica de las decisiones adoptadas por cada nación dentro del organismo. Encontrarán que hay bastante que criticar. Pero también deben recordar que la ONU, como Estados Unidos y otras grandes democracias, es una obra en construcción que siempre está esforzándose para acortar la distancia entre la realidad y los ideales que le dieron origen. Por ello, quienes creen en la libertad y la paz deberían trabajar para fortalecer a la ONU, no para destruirla.

La ONU, por supuesto, está lejos de ser perfecta. No obstante, algunas de las acusaciones recientes en su contra han sido exageradas. El informe provisional de la investigación independiente realizada por Paul Volcker ha ayudado a poner en perspectiva el programa Petróleo por Alimentos. Incluso se ha demostrado que algunas de las aseveraciones más exageradas eran falsas.

Sin embargo, soy el primero en admitir que se han descubierto fallas reales y preocupantes, como la falta de ética y errores administrativos. Estoy decidido a realizar, con el apoyo de los estados miembros, las reformas administrativas sugeridas claramente por la investigación de Volcker.

Aún más impactantes son los casos generalizados de explotación sexual y de abuso de menores por parte de personal de mantenimiento de la paz y de funcionarios de la ONU en la República Democrática del Congo y otros países africanos. Tanto la secretaría general de la ONU como los estados miembros han tardado demasiado tiempo en darse cuenta de la dimensión de este problema y en tomar medidas para detenerlo y para castigar a los culpables. Pero lo estamos haciendo ahora, y estoy decidido a llegar hasta el final.

En mis ocho años como secretario general he hecho mucho con el apoyo de los estados miembros para lograr una mayor coherencia y eficiencia de la ONU. Ahora debemos hacerla más transparente y debe rendir cuentas, no sólo hacia los diplomáticos que representan a los gobiernos miembros, sino también frente al público.

La ONU no sobrevivirá en el siglo XXI si las personas comunes de todas partes del mundo no sienten que trabaja para ellos, protegiéndolos de los conflictos (civiles e internacionales), de la pobreza, el hambre, las enfermedades y la degradación del ambiente. En los años recientes, la amarga experiencia nos ha enseñado que un mundo donde países enteros se abandonan a la ingobernabilidad y la carencia no es un mundo seguro para nadie. Debemos revertir el hambre y la pobreza, así como luchar contra el terrorismo, la proliferación de armas mortales y el delito, empezando con decisiones urgentes del Consejo de Seguridad para detener los crímenes abominables que se perpetran en Darfur y llevar a los criminales ante la justicia internacional.

El próximo septiembre tendremos una oportunidad real para hacer que la ONU sea más útil para todos sus miembros. Los líderes de todas partes del mundo acudirán a una cumbre de Naciones Unidas en Nueva York. Les presentaré un programa de propuestas claras y alcanzables para hacer que la ONU funcione mejor y que el mundo sea más seguro y más justo.

Creo que los ciudadanos de Estados Unidos quieren hacer tanto como cualquier otra persona del planeta. Más que ningún otro pueblo, ellos tienen el poder para hacerlo si escuchan a los demás, trabajan con ellos y asumen el liderazgo de un esfuerzo concertado. Espero con gran entusiasmo la reunión de septiembre, con la esperanza que nos den ese liderazgo.

*Secretario general de la Organización de Naciones Unidas

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.