Usted está aquí: miércoles 23 de febrero de 2005 Espectáculos El sismo de 85 acabó con la vida nocturna popular: Alvaro Moreno

"Antes se daban hasta 15 funciones a la semana; hoy el Blanquita opera medio tiempo"

El sismo de 85 acabó con la vida nocturna popular: Alvaro Moreno

Con una trayectoria de 62 años de apuntador, refiere que los empresarios teatrales tratan de deshacerse de actores y traspunteadores

Aboga porque sean más bajas las entradas al teatro

GABRIEL LEON ZARAGOZA

Ampliar la imagen "Soy feliz; el teatro me ha dado mucha fortuna", se� FOTO Jos�arlo Gonz�z

La desgracia más grande para el teatro de variedad en México fue el sismo de 1985, porque además de las pérdidas humanas provocó la desaparición en definitiva de la vida nocturna de entretenimiento popular de la ciudad, refiere Alvaro Moreno Domínguez, quien durante 62 años ha compartido proscenio con los monstruos del teatro serio nacional, en su oficio de apuntador.

Testigo fiel del trabajo tras bambalinas y dueño de seductora charla, a Moreno Domínguez le duele evocar el pasado, porque es reconvenir su cotidiana sobrevivencia de hogaño. Sin embargo, desde un rincón de la cantina La Barca de Oro refiere sus andanzas al lado de bailarinas, técnicos, actores y actrices del circuito teatral.

En ese entonces en todos los centros de espectáculos se trabajaban 15 funciones a la semana (dos diarias y tres del domingo, aunque a veces había extras) y todas registraban llenos totales. Actualmente, lo que queda, como el teatro Blanquita, opera medio tiempo. "Qué desgracia para el teatro de variedad en la ciudad de México, luego de que en la capital llegó a haber más de 50 escenarios serios", lamenta Moreno Domínguez.

El México que se nos fue, relata, data de hace 60 años e incluía al teatro menor, como el Apolo (ahora el Vizcaínas) con sus funciones de burlesque bastante eróticas y sus puertitas de acceso exclusivo para el encuentro de señores y señoras con el placer. La zona roja se extendía hasta las calles de Izazaga, Bolívar, parte de las que ocupa el Eje Central a esa altura y el Callejón de la Igualdad, entre otras.

Ese sector era veta de riqueza cultural popular, porque se rodeaba de teatros de revista: el Margo (Blanquita), el Lírico, el Esperanza Iris (Teatro de la Ciudad), el Virginia Fábregas (Fru Frú), el Follies Bergere, el Tívoli y el Cervantes, así como las carpas Petit, Río y el Jorge Negrete 1 y 2, precisa.

Traspunte o apuntador

"Por asuntos políticos mi abuelo fue exiliado de Mérida y se trasladó a la ciudad de México, donde murió. Mi padre se dedicó al traspunte, de él aprendí el oficio años después de la muerte de mi madre, cuando tenía 9 años. Tuve madrastra, quien se portaba mal conmigo, por lo que cuando mi papá salía por un lado yo lo hacía por el otro, de vago.

"Mi padre optó por llevarme con él a una gira con Virginia Fábregas. De ahí me metí en el teatro y seguí aprendiendo hasta 1948, cuando en el teatro Virginia Fábregas me convertí en profesional. Doña Virginia abogó por mí, mediante una carta de recomendación, para que el sindicato me aceptara", relata el actual secretario general de los Apuntadores y secretario tesorero de la Federación Teatral.

Formador de nuevas generaciones, Alvaro Moreno explica que traspunte es lo mismo que apuntador, cuya tarea es coordinar todo lo que sucede en el escenario y tiene la obligación de vigilar que la obra se represente siempre tal y como la deja el director de escena. Cuando un actor falla, también tiene la responsabilidad de fungir como apunte del suplente.

El oficio de traspunte ha evolucionado de la "concha" en escenario (donde se le dictaban los diálogos a los actores) hasta los apuntadores inalámbricos. El primer aparato electrónico se usó en el teatro Ideal, cuando su inventor el cantante mexicano Luis Noya Reyes creó un sistema de alambres y después lo desarrolló en un mecanismo de mangueras; actualmente se usa el chícharo, que prácticamente es imperceptible y su mayor utilidad es en las televisoras.

Aunque haya avances tecnológicos sigue vigente el traspunte en todos los foros en los que se presenten actores, comenta el septuagenario, y explica que a partir de un incidente bajo la dirección de Manolo Fábregas fue que se instauró el uso del apuntador: "En el antiguo edificio de la Lotería Nacional estaba el estudio en el que se grababan las comedias de Manolo Fábregas. El quería que todo fuera de memoria, por lo que trabajaba con sus actores preferidos, pero hubo uno que se volvió loco a la hora de la grabación. Fue cuando Televisa también se dio cuenta de que el aparato era necesario y le rentó su invento a Noya Reyes, hasta que se lo pirateó".

Actualmente, "los empresarios teatrales vilipendian al teatro. La mayoría de ellos tiene un grupo de amigos al que invita a conformarse como reparto escénico y técnico, así eliminan a los actores y a nosotros. Me puedo preciar de haber trabajado en la mayoría de los musicales más exitosos del país. Es muy difícil hacer obra musical. En México nos preciamos de que los técnicos sacan una obra a flote en la mitad de tiempo que en Estados Unidos o España".

Por otro lado, Alvaro Moreno destacó que el teatro en México necesita bajar los costos, porque las épocas buenas ya se fueron. "Con Uruchurtu nadie podía cobrar la entrada por encima de los 12 pesos; ahora, los de Telmex cuestan 450 y 600 pesos. ¿Cuántas personas hay en el DF que puedan pagar esos precios para una familia de cuatro personas? La solución es que las entradas sean populares y que los artistas bajen sus pretensiones económicas, porque hay quienes traen mucho cartel televisivo y se cotizan demasiado, pero no llenan ni las primeras filas.

"Hay actores y cantantes faltos de profesionalismo y que con media entrada no trabajan. Los actuales artistas no son de la envergadura de los antiguos cantantes, actores y actrices, quienes actuaban inclusive estando enfermos, como Virginia Fábregas, quien sacaba un brazo fuera del escenario en plena función para que le aplicaran una inyección, pero desgraciadamente ahora enferman de la garganta y suspenden la actuación, porque no pueden cantar o hablar."

La familia Moreno, concluye Alvaro Moreno Domínguez, es de origen humilde y todos sus integrantes se han forjado un porvenir gracias a su inteligencia. "Ellos son genios, yo no. Desgraciadamente me dediqué a hacer hijos y a trabajar en el teatro. Sin embargo, soy feliz; el teatro me ha dado mucha fortuna, mucha mujer, mucho chupe.

"Antiguamente salíamos del Lírico o del Iris a las 6 o 7 de la mañana y hasta atrás, porque todos los trabajadores del teatro éramos un club de amigos. No había distinciones entre artistas, técnicos y aseadores."

 
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