Usted está aquí: miércoles 23 de febrero de 2005 Opinión ¿Zedillo en el Banco Mundial?

Editorial

¿Zedillo en el Banco Mundial?

La infortunada ocurrencia formulada el lunes pasado por el Financial Times de Londres, que propuso a Ernesto Zedillo Ponce de León para dirigir el Banco Mundial (BM) en remplazo de James Wolfensohn, quien dejará el cargo en mayo próximo, podría quedarse solamente en eso, en una ocurrencia. Por desgracia, la idea ha empezado a generar adeptos insospechados, como el todavía canciller Luis Ernesto Derbez, quien ayer se adhirió a ella y opinó que el ex mandatario sería un titular "maravilloso" de la institución financiera internacional. Es previsible que, aunque en última instancia el gobierno de Washington prosiga con la tradición de nombrar al cargo referido a un estadunidense, la sugerencia del periódico inglés siga cosechando partidarios en los círculos del conservadurismo empresarial trasnacional, a cuyos intereses tan bien ha servido Zedillo, así en su condición de secretario de Programación y Presupuesto en el gabinete de Carlos Salinas ­y posteriormente, en tanto heredero de éste en la silla presidencial­ como en su desempeño, a partir de 2000, como asesor a sueldo de corporaciones estadunidenses y de director de una institución que produce ideología neoliberal, como es el Centro de Estudios de la Globalización, en Yale.

Pero la idea, por diversas razones, es insostenible y casi impresentable. Por principio de cuentas, Zedillo es corresponsable, junto con su ex jefe, antecesor y promotor, Carlos Salinas, de la pavorosa crisis que devastó la economía mexicana a partir de diciembre de 1994, que hundió al país en un marasmo sin precedentes y generó miseria, derrumbe social y tragedias personales incuantificables, y que dio oportunidad para la realización de negocios multimillonarios y turbios, auspiciados y legalizados desde el poder público, como el "rescate bancario", saqueo a las arcas nacionales que se pretendió presentar como medida de contingencia. A lo largo de todo su sexenio, Zedillo no hizo más que remendar y parchar las consecuencias del catastrófico manejo financiero de los primeros días de su gobierno y de la quiebra disfrazada de bonanza que heredó de Salinas. Las composturas zedillistas se realizaron, invariablemente, en sintonía con los intereses especuladores foráneos y nacionales, y en detrimento de la propiedad pública y del nivel de vida de las mayorías depauperadas, en toda la línea del fundamentalismo privatizador, globalizador y depredador que constituye el pensamiento del ex presidente, partidario firme y hasta virulento ­¿cómo olvidar su autoría en la acuñación del término desdeñoso globalifóbicos?­ de eso que se denomina Consenso de Washington.

Si la ineptitud y la rigidez que caracterizaron a Zedillo en el ámbito económico constituyen obstáculos conceptuales difícilmente salvables para imaginarlo en la dirección de un organismo financiero que lo que menos necesita es una dosis de fundamentalismo neoliberal adicional a la que lo rige, en el terreno político el ex presidente mexicano tiene en su contra una acusación sumamente grave: la de ser responsable de delitos de lesa humanidad, perpetrados bajo su gobierno y en el contexto de la guerra sucia lanzada por las autoridades federales y estatales, civiles y militares, contra las comunidades zapatistas y pro zapatistas de Chiapas, en la que fueron asesinados centenares de indígenas. Es sorprendente, por decirlo en forma suave, que la ocurrencia del Financial Times haya sido publicada menos de dos semanas después de que el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas presentara, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, una denuncia contra el ex mandatario y algunos oficiales del Ejército por haber diseñado y aplicado una política de contrainsurgencia que derivó en masacres como las de Acteal y El Bosque, en una persecución infame contra pueblos enteros, en el desplazamiento de comunidades de sus lugares de origen, en el saqueo de las pertenencias de quienes resultaban sospechosos de simpatizar con el zapatismo, y otras violaciones graves a las garantías individuales. Por lo demás, sería lamentable olvidar que en el sexenio de Zedillo ocurrieron también las masacres de campesinos en Aguas Blancas y El Charco, por más que no existan acusaciones específicas contra el ex presidente en torno a esos episodios vergonzosos de la historia nacional reciente.

Algunos medios de prensa estadunidenses han presentado al actual asesor de empresas trasnacionales como un "héroe de la democracia" porque fue el último presidente priísta y porque fue el primero que se abstuvo de manipular los resultados electorales a favor de su partido, lo que posibilitó la llegada a Los Pinos de Vicente Fox. Pero, en rigor, en julio de 2000 Zedillo no hizo más que cumplir con la ley. Ver en ello un gesto de heroísmo implicaría considerar su infracción como una norma aceptable.

Tales son, pues, las "credenciales intachables" que el Financial Times ofrece al gobierno de George W. Bush como fundamento para la designación a la presidencia del Banco Mundial de un economista desastroso y presunto responsable, para colmo, de crímenes de lesa humanidad.

 
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