Usted está aquí: jueves 17 de febrero de 2005 Opinión El experimento Goebbels, la vida de un pobre diablo nazi

Leonardo Garcia Tsao

El experimento Goebbels, la vida de un pobre diablo nazi

Ampliar la imagen La actriz australiana Kate Blanchett, durante la presentaci�e la cinta The life aquatic with Steve Zissou, la cual fue mal recibida en la Berlinale FOTO AFP

El experimento Goebbels, la vida de un pobre diablo nazi

55 Festival Internacional de Cine de Berlín

Berlin, 16 de febrero. La buena racha no podía sostenerse y hoy la competencia de la 55 Berlinale volvió a caer en el hoyo. No sin pretensiones de por medio. La francesa Les mots bleus (Las palabras azules), del veterano churrero con ambiciones Alain Corneau, parece una película mala de los años 80, con todo y los acordes sensibleros de un sintetizador en la banda sonora. Es el drama de una mujer analfabeta (Sylvie Testud) con una hija autista, a quienes un maestro milagroso (el catalán Sergi López) servirá de amante y terapeuta, respectivamente. Corneau era un director elemental aún en sus supuestos buenos tiempos -los ya lejanos 70- y no tenía por qué mejorar con la edad. Lo que no se explica es su inclusión en concurso, dada la presencia de otras tres realizaciones francesas (sin contar las coproducciones).

El resto del día se dividió en formas diferentes de lo posmoderno. El taiwanés Tsai Ming-Liang ofreció con Tian bian yi duo yun (La nube errante), otra variante de su universo apocalíptico con elementos tan discordantes como un ambiente de sequía extrema, la erotización de comida (sandías, sobre todo), escenas de sexo denigrantes a la mujer y números musicales de intencional tono kitsch. Tsai es un realizador que sabe crear atmósferas con elementos mínimos, pero aquí su delirio se antoja ofensivamente misógino. Una espectadora se salió de la función de prensa a la segunda escena, cuando una mujer sujeta media sandía entre las piernas, mientras el protagonista le mete mano a la fruta con singular alegría.

El otro posmoderno del día fue el gringo Wes Anderson, cuyo sentido del humor es un gusto adquirido. Dado que uno no lo acaba de adquirir del todo y su cuarto largometraje, The life aquatic with Steve Zissou, fue mal recibida hasta por la crítica que le es favorable, preferí ver el documental Das Goebbels-experiment (El experimento Goebbels), de Lutz Hachmeister, sobre la vida del jefe de propaganda nazi Joseph Goebbels, que utiliza como narración en off los textos de su diario íntimo. Lo más revelador es, cómo en su juventud, Goebbels se expresaba como un pobre diablo, lleno de rencor, en busca de algo que le diera sentido a su triste existencia. Que ese algo haya sido el nazismo explica por qué los líderes del movimiento, empezando por Hitler, resultaron ser personalidades tan patológicas.

Hablando de propaganda, no deja de llamar la atención la cobertura que tuvo en los medios locales el 60 aniversario del bombardeo de Dresden, menos de un mes después de conmemorarse el mismo aniversario de la liberación de Auschwitz. Es cierto que dicho bombardeo aliado sobre una población civil fue tan intenso que gran parte de la ciudad fue consumida por una tormenta de fuego. Pero digamos que no hay comparación entre un genocidio sistemático y un crimen de guerra.

Pasando a cosas más frívolas, sorprende que aún a temperaturas bajo cero sigan juntándose multitudes de curiosos afuera del hotel Hyatt, en busca de alguna celebridad. Como ya se ha señalado, esta vez no han sido muchas las estrellas hollywoodenses presentes, y los fans han debido conformarse con Natasha Richardson, Keanu Reeves, Dennis Quaid, Tim Robbins, Don Cheadle y similares. La congelada no ha valido mucho la pena.

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