Usted está aquí: jueves 17 de febrero de 2005 Opinión El desafuero

Sergio Zermeño

El desafuero

Se entiende la angustia de muchos analistas de la transición democrática cuando tratan de darnos, por todos los medios, una imagen positiva de las instituciones centrales de cualquier orden moderno. No, repiten sin cesar, la Suprema Corte de Justicia de la Nación está fuerte, está ganando autonomía a pesar de haberse plegado en algunos casos a la voluntad del Poder Ejecutivo. No, más allá de los defectos de su elección y de los embates recientes de los partidos políticos, el IFE se mantiene en su lugar y será capaz de conducir los procesos electorales con autoridad e imparcialidad. No, la figura del presidente no se ha achaparrado hasta casi desaparecer; su empequeñecimiento es una autoelección y resultado natural ante el nuevo balance frente a los otros poderes. De la tribalización partidista y del desprestigio de los legisladores no hay mucho de que preocuparse, la maduración de la cultura ciudadana sabrá cobrarles en las urnas sus desfiguros y atemperar sus ambiciones, y habría sido más severa de aprobarse la relección legislativa.

Mi muy personal punto de vista a este respecto, que me parece en sintonía con otras voces, es que todo el andamiaje institucional de nuestro país está reblandecido, y que si bien podría ser reforzado, se entiende muy mal por qué, justo en este momento, se opta temerariamente por extraerle un puntal, un puntal nada periférico como es el desafuero de Andrés Manuel López Obrador.

Se entiende que la ambición política de un enloquecido como Madrazo o de un resentido como el presidente Fox (ni modo, se enfermó, está ido) pudiera caer en una irresponsabilidad de ese tamaño. Pero no se entiende que los magistrados y que todos esos regimientos de políticos experimentados del nacionalismo revolucionario se hagan los desentendidos, con todas las evidencias que tenemos ante las narices. Tampoco se entiende que los defensores de la transición democrática y del "nuevo" institucionalismo nos vengan con el cuento de que quien está reblandeciendo el orden es Andrés Manuel por no acatar silenciosamente la orden de los jueces e irse sin chistar a su casa. También entre estos académicos hay un purismo muy irresponsable porque, como se ha repetido hasta el cansancio, el delito es haber dejado sólo dos metros en lugar de dos metros y medio en el ancho de una vereda. No se trata de la responsabilidad de una masacre como en Aguas Blancas o como en Acteal, no hay un solo muerto, no se crearon grupos paramilitares. Cómo es posible que ya se nos hayan ido de la memoria las imágenes llenas de tensión y el escalamiento del odio que traen consigo la ruptura del orden, la acumulación de fuerzas, el radicalismo sin mediaciones (los años 70, el zapatismo, Atenco, UNAM 99..., no por legítimas menos preocupantes).

Tres sucesos tuvieron lugar en días recientes: 1) más de 200 sindicatos, encabezados por el SME, se reunieron en Querétaro a favor de un proyecto alternativo de nación; 2) los 13 delegados perredistas hicieron lo propio para tomar medidas contra el desafuero en sus respectivas territorialidades; 3) Colectivos independientes llaman a todos aquellos que no creen en el PRD a manifestarse contra el desafuero: a formar brigadas en pueblos barrios, colonias...; a instalar campamentos en plazas y parques; a acciones de protesta frente a embajadas y consulados; a tapizar las ciudades contra el desafuero; a hacer plantones frente a las casas de los funcionarios públicos involucrados en "la conspiración golpista"; a organizar comités de seguridad contra los provocadores del gobierno federal; a preparar un Congreso de Ciudadanos Unidos (CCU) "porque después de esta etapa de lucha que será breve, intensa y victoriosa, tendremos que pasar a discutir el programa alternativo de López Obrador para enriquecerlo con nuestras propuestas".

El desprestigio de los políticos, de los partidos, de los legisladores, de la institución presidencial, de los magistrados, del IFE... se da en medio del hartazgo contra las injusticias del neoliberalismo y a los más altos responsables del orden de nuestro país se les ocurre agregar a ese coctel explosivo la mecha del desafuero.

Algunos opinan que plantear así las cosas es amenazar para impedir que se cumpla la ley. Está bien, pero cuando terminen de sentirse amenazados pónganse la cabeza entre las manos y piensen: las amenazas no sólo son invenciones, también se pueden cumplir. Pocos pueden pensar sinceramente que el proceso que se desate con el desafuero ayude mucho para la consolidación de la democracia mexicana.

 
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