Usted está aquí: jueves 10 de febrero de 2005 Opinión Cuatro largos años de sangre

Anne Penketh

Cuatro largos años de sangre

Un acto de provocación de Ariel Sharon fue el catalizador de la segunda intifada palestina, el 28 de septiembre de 2000. Ese día, el corpulento líder del entonces opositor bloque derechista Likud se puso unos anteojos oscuros y entró caminando a uno de los más sagrados sitios del Islam, Haram al Sharif, o bien, el Monte del Templo, para los judíos, ubicado en el este de Jerusalén ocupado por Israel. El resultado predecible fue la explosión de una nueva guerra de pedradas palestina, y así nació la segunda intifada. En ella han muerto, en total, 3 mil 350 palestinos y 970 israelíes.

La primera intifada, revuelta espontánea contra la ocupación israelí, duró de 1987 a 1991 y fue la que condujo al primer intento internacional de forjar un acuerdo razonable y permanente entre israelíes y palestinos: la Conferencia de Paz de Ma-drid, de 1991. Cuatro años de esta intifada dieron otro empujón para la paz. Pero el mundo quedó perplejo ante las dimensiones de la devastación desatada por ambas partes en el sangriento camino hacia el balneario de Sharm el Sheij. La imagen convertida en icono de Mohammed Durra, de 12 años, muerto en brazos de su padre que intentó protegerlo de un tiroteo entre palestinos y soldados israelíes que defendían el asentamiento judío de Netzarim, se convirtió en símbolo de la intifada.

Dos días después de la visita de Sharon a la explanada de las mezquitas de Al Aq-sa, estas imágenes filmadas por un camarógrafo francés intensificaron la furia pa-lestina contra Israel, por convertir en blanco a los niños. El ejército se disculpó, pero en los días que siguieron otros dos niños fueron muertos por arrojar piedras. Las imágenes aterradoras siguieron apareciendo. El 12 de octubre de 2000, dos soldados israelíes fueron linchados en una estación policial palestina en Ramallah. Un joven palestino fue captado por las cámaras cuando se asomaba por una ventana de la comisaría levantando las manos empapadas en la sangre de las víctimas.

En vísperas de la Pascua judía, el 27 de marzo de 2002, un atacante suicida se hizo estallar en un complejo turístico de Netanyah, matando a 28 personas que se disponían a celebrar la más sagrada de las no-ches del calendario judío. La respuesta de Sharon, quien ya era primer ministro, fue inmediata: Israel lanzó un asalto militar masivo contra Cisjordania que tenía por objetivo los cuarteles de Yasser Arafat en Ramallah, y lo condenó a ser prisionero en su búnker. Sólo salió de ahí para morir.

El ejército israelí persiguió a militantes palestinos que se refugiaron en la iglesia de la Natividad de Belén. Esto provocó una crisis internacional que duró cinco semanas y se disipó sólo tras negociarse la salida de los 39 militantes del templo. Los atacantes suicidas palestinos, que incluían a mujeres, no cejaban. En respuesta, en abril de 2002 Israel envió tanques al campo de refugiados palestino de Jenin, y cientos de hogares fueron aplastados con bulldozers.

Esa primavera el gobierno israelí empezó a construir una enorme barrera de seguridad diseñada para mantener a los atacantes fuera de Israel, pero que fue condenada por los palestinos por haber penetrado en sus territorios. El argumento llegó hasta la Corte Suprema israelí, que en junio del año pasado dictaminó que debía volverse a trazar la ruta de la valla porque la que tenía perjudicaba a los palestinos.

Pero Israel desestimó, por considerarlo "inmoral y peligroso", un fallo posterior de la Corte Mundial, el principal organismo judicial de la ONU, que nueve días más tarde llamó a derribar la barrera "ilegal".

Ni siquiera el muro fue suficiente para detener a los atacantes suicidas. Después de un cese del fuego de siete semanas, en el breve ejercicio de Mahmoud Abbas como primer ministro palestino, el 20 de agosto de 2003 un atacante suicida mató a 20 personas abordo de un autobús en Jerusalén. Los militantes que reivindicaron el ataque dijeron que fue una represalia porque Israel asesinó a líderes palestinos.

Dos días después, otro líder de los militantes, el cofundador de Hamas Ismail Abu Shanab, fue muerto por un misil lanzado desde un helicóptero en la ciudad de Gaza. Los israelíes se volvieron aún más osados: el 22 de marzo de 2004 asesinaron al líder de Hamas, el jeque Yassin, quien estaba en silla de ruedas; y poco después a su sucesor, Abdel Aziz Rantisi, muertes que de-sencadenaron otra ronda de violencia. Pero el acto final de los cuatro años de intifada se aproximaba.

Sin que hubiera disminución de la violencia, el plan de Sharon para concretar un repliegue unilateral del territorio ocupado de Gaza comenzó a avanzar como forma de comenzar a implementar el internacionalmente respaldado mapa de ruta, para la creación de un Estado palestino.

El telón final cayó con la muerte de Arafat en París, el 11 de noviembre de 2004. Había estado políticamente muerto desde que fue declarado obstáculo para la paz por Israel, en septiembre de 2003. Con ambos lados cansados del conflicto, se abrió otra ventana de oportunidad.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

 
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