Usted está aquí: jueves 10 de febrero de 2005 Opinión Zeferino Torreblanca: razones y retos

Octavio Rodríguez Araujo

Zeferino Torreblanca: razones y retos

¿Cuánto tiempo tarda un pueblo en imponer su voluntad mediante el voto? Depende de varias circunstancias. El pueblo de Guerrero, especialmente quienes son mayores de 45 años, vivió (y en parte apoyó, aunque fuera con reservas) los movimientos guerrilleros de Genaro Vázquez, de Lucio Cabañas, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y otras agrupaciones. Ha vivido también cacicazgos antediluvianos, como el de los Figueroa, sobre todo del primer gobernador de ellos. Ha soportado todo tipo de mafias desde que Miguel Alemán "descubrió" el puerto de Acapulco como nicho de gran potencial turístico y negocio de él y sus amigos, nacionales y extranjeros. Ese pueblo ha sido (y es) testigo y víctima de la ley del de-sarrollo desigual y combinado en su más cruda expresión (de Metlatónoc a Punta Diamante en Acapulco, para poner un ejemplo dramático de esa desigualdad).

Antes de la pasada elección del domingo, la oposición había ganado algunos municipios, unos paupérrimos y perdidos en la montaña, donde la esperanza de vida digna ha sido negada desde siempre, y otros altamente contrastantes como Acapulco, donde parte considerable de su población más pobre, precisamente durante el gobierno de Figueroa padre, fue trasladada, por la mala, a un páramo llamado irónicamente Renacimiento, parecido en varios sentidos a las zonas más deprimidas de Ciudad Nezahaulcoyotl.

Sacar al PRI de su largo reinado no fue tarea fácil, pero no se puede decir que no se haya intentado. Antes era difícil porque este partido controlaba todo el proceso electoral y con su complicidad vivían y se desarrollaban los principales grupos de interés que hicieron sus fortunas bajo esquemas de corrupción, expoliación y hostigamientos. En paralelo con estos grupos, muchos venidos de fuera del estado y del país, hubo y hay otros que son empresarios locales antagónicos a lo que ha significado el priísmo en la entidad.

Entre estos empresarios locales debe ubicarse al actual triunfador electoral para gobernar Guerrero, quien como presidente municipal de Acapulco supo lo que era enfrentarse a los grupos oligárquicos y mafiosos del PRI y también a las organizaciones populares controladas por este partido, como la Federación de Comerciantes en Pequeño (ambulantes), que con Zeferino Torreblanca perdieron sus pequeños privilegios -pero privilegios al fin- y trataron de desestabilizar su gobierno hace dos años y medio provocando un fuerte enfrentamiento con la policía del puerto. La idea era no dejarlo gobernar ni permitirle que pusiera en regla muchas de las tradicionales irregularidades en el principal centro turístico de ese estado sureño.

Los viejos antecedentes de lucha, por todos lo medios imaginables han demostrado la irreversibilidad de los procesos sociales. Torreblanca ha cosechado alrededor de 40 años de movimientos sociales que se enfrentaron a los cacicazgos protegidos por el PRI. No parece casualidad que los triunfos de la coalición Guerrero Será Mejor (Partido de la Revolución Democrática, Convergencia y Partido de la Revolución del Sur) se hayan registrado principalmente en la Montaña, en la Costa Chica, la Costa Grande, Tierra Caliente y Acapulco, además de la reacción generada por la deficiente presidencia municipal de Astudillo, ahora presentado como candidato del PRI al gobierno de la entidad.

En esa larga lucha, interrumpida muchas veces por la represión de los gobiernos priístas, el Partido Acción Nacional no tuvo injerencia alguna, razón por la cual sus votos apenas si contaron. En Guerrero las cosas han sido bipolares desde hace décadas: la oposición popular, abanderada ahora por un empresario que no tuvo miedo al pueblo inconforme, y el priísmo, que siempre vio en esa misma oposición un peligro para sus privilegios caciquiles (premodernos, podría decirse).

Alguien diría que un empresario no debería ser el abanderado de los herederos de las guerrillas guerrerenses ni de los pobres y miserables de ese estado. Pero cuidado. En los procesos electorales la gente busca al que puede ganar y que, al mismo tiempo, sea el menos malo de los posibles. Ese mismo pueblo, politizado a palos más que por educación (que se le ha negado sistemáticamente), aprendió a distinguir entre el significado de un movimiento social por demandas específicas y también legítimas, y una situación electoral en la que se trata de derrotar al enemigo de siempre, aunque sea para avanzar un poco en la redefinición de su destino. Luego ya se verá, pues ese mismo pueblo sabe que con Torreblanca en el gobierno la lucha por sus reivindicaciones tendrá que continuar, pues éstas son muchas y difíciles de resolver (el estado es muy pobre, aunque haya riquezas enormes que no será fácil tocar sin provocar una probable inestabilidad inducida).

Torreblanca deberá saber que su reto no es sólo disminuir el poder de los viejos intereses asociados a cacicazgos y mafias, sino mejorar las condiciones de vida del pueblo guerrerense. Sólo así podrá gobernar. Está en deuda con ese pueblo que le dio su voto.

 
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