Usted está aquí: miércoles 9 de febrero de 2005 Opinión JAZZ

JAZZ

Antonio Malacara

Festival de Jazz de la Ciudad de México

DE UN GOLPE, el Festival Internacional de Jazz de la Ciudad de México se elevó. El sábado 5 el Auditorio Nacional no estaba totalmente lleno, pero siete mil personas aplaudieron y dieron cálidamente la bienvenida a María Rita, el nuevo fenómeno de la canción brasileña que hace apenas un año, cuando cumplía los 26, se decidió a cantar profesionalmente. En realidad tiene voz y madera y la sensibilidad se le desborda hasta las lágrimas.

DE LA BALADA pasa al blues, a la bossa y al samba con fuerza y naturalidad, con amplios desplazamientos y con gesticulaciones que por momentos recuerdan a su madre Elis Regina. Aunque Rita mantiene en todo momento su propio discurso y hace gala de estilo con piezas como Não vale a pena, blues a la brasileña de primerísima línea, y Cara valente, de Marcelo Camelo. Los cuatro músicos que la acompañaron son un soporte inmejorable. Sin embargo, quedó la impresión de que están demasiado pendientes de la cantante y que les faltan espacios para mostrar sus verdaderos alcances como instrumentistas.

DESPUES DE 15 minutos de receso apareció la pulcritud sonora de los Yellowjackets, la vanguardia en zapatillas que se desplaza sutilmente entre la polirritmia y la meticulosa densidad de sus construcciones armónicas. Es una música amable, de riesgos tan calculados como atractivos. Es un grupazo.

AL FRENTE SE encontraban el sax, el clarinete bajo y los conceptos de Bob Mintzer, quien es además uno de los compositores de música para big band más respetados del mundo (Pepe Mata incluye cinco o seis temas de él en su primer disco). Pero el poder de resto del cuarteto es en verdad impresionante. Desde el inicio, la batería de Marcus Baylor emprendió un portentoso groove a base de caricias y ritmos encontrados que dejó boquiabierto al público.

PERO FALTABA EL cuarteto y la música visual de Wayne Shorter, una de las pocas leyendas con vida.

WAYNE HA RECORRIDO mil rutas en el jazz, de Art Blakey y Miles Davis a Weather Report, pero ahora este joven maestro de 70 años anda totalmente en otro viaje, haciendo apuntes seguramente para el jazz del siglo XXII, aunque curiosamente (o tal vez por la proporción misma de la propuesta) su dotación instrumental fue la más tradicional de la noche: un contrabajo acústico de cuatro cuerdas (John Patitucci), una batería (Brian Blade), un piano de cola (Danilo Pérez) y los saxos tenor y soprano del Don (del don).

ESTOS CUATRO ALBACEAS del virtuosismo se sumergieron en una improvisación libre de casi 20 minutos. Era un cubismo aparentemente impenetrable, tan relajado y tenue como agresivo. Las rutas y la intensidad cambiaban ininterrumpidamente, cada quien explora por su cuenta, el sax trazaba a cuentagotas unas cuantas líneas y daba paso a las discretas felpas de Brian. Patitucci, en cambio, iba tendido en la velocidad de sus cuerdas; mientras Danilo ofrecía las sonoridades más "normales" dentro de este caos controlado.

DEL PIANO SURGIO algo parecido al arcoíris, con delicadeza tremendamente contrastante; el sax planeó con suavidad y el aliento de Shorter volvió a dosificar sus intervenciones una y otra vez, ni una nota más ni una nota menos. Las formas ya no estallan en el rostro, los símbolos se entrelazan amablemente. Entonces la octava más grave del piano anunció el milagro y éste surgió con cautela del sax soprano para dar pie a una danza milenaria en la que todos terminaronde aterrizar.

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