Usted está aquí: miércoles 9 de febrero de 2005 Opinión Petróleo en las venas

Néstor Bravo Pérez

Petróleo en las venas

¿Hasta dónde puede llegar la información que genera una propuesta artística?, ¿hasta dónde el discurso generado mediante una exposición es capaz de modificar la forma de pensar de un grupo de espectadores y llevarlos a una postura crítica? ¿Es suficiente con que los artistas se organicen y propongan? ¿Es suficiente con la mirada analítica que intenta reflejarse en la superficie del plano de representación?

Quiero decir que la lectura de una exposición no sólo depende de la claridad o destreza argumental de los expositores, también tiene que ver con el conocimiento que maneje el público convocado y de alguna manera con un cierto nivel de complicidad que siempre va aperejado de un conocimiento de las cosas.

El arte en su afán creativo se desplaza a la periferia, a los límites del entendimiento y en este proceso se aleja de los espacios que comparte con el colectivo. Cuando lo observamos dirigirse hacia esos lugares nos preguntamos hasta qué punto existe la posibilidad de que se plantee una relación entre arte y comunidad, entre arte y público.

Y es que las representaciones artísticas, además de su búsqueda creativa, tratan de acercarse y decirle a la gente su punto de vista, lo cual significa que no pueden evitar apelar a los lenguajes, a las convenciones. Pero, ¿es desde ahí que se plantea la posibilidad de comunicación?, es decir, esto que llamamos arte no es otra cosa que un lugar común desde el cual los artistas plantean su posición estética.

De qué habla su exposición, pregunta el público interesado y quizá lo haga porque no le fue suficiente con lo que vio y se preocupa por entender y entonces uno le puede decir que es toda una reflexión, mediante el arte, sobre lo que ha sucedido después del 11 de septiembre, por ejemplo, lo que nos lleva a la guerra con todas sus letras. ¿Y qué pretenden? ¿De qué se trata? Más bien, ¿cómo tratan el tema?

Se ha creado una cultura que lleva a observar una representación plástica como algo artístico, inevitablemente bello y agradable. Porque si hablamos de guerra no podemos permitir que se embellezca la villanía de Bush y ahí como que una propuesta plástica no tendría mucho que hacer, diría mil cosas y lo haría de forma estética, pero...

Las imágenes de torturas y de violaciones son repetidas hasta la saciedad por los medios masivos sin que esto repercuta y nos lleve a un posicionamiento en la percepción del conflicto. La representación fotográfica, por ejemplo, aleja el acontecimiento y lo homogeiniza, se convierte en una postal de la barbarie pero trasladándolo al anacronismo, lo lleva a un mundo anodino.

La repetición minimiza el contenido de las imágenes. Nosotros los mexicanos vimos la matanza de Acteal miles de veces, vimos cómo una mujer indígena (que era todas las mujeres) embarazada agonizaba frente a las cámaras después de haber sido acribillada a quemarropa, sabíamos que en un lugar de Chiapas el gobierno (el mal gobierno) asesinaba y se vivía (¿vivía?) un conflicto armado pero sólo nos sorprendía verlo por televisión y acongojados criticábamos la terrible realidad que se transmitía. ¿Recordamos algo de eso? ¿Tenemos memoria de lo que fue Aguas Blancas?

En los hechos observamos lo incapaz que es el arte para causar un efecto crítico sobre los espectadores que se acercan a observar las obras que disertan respecto de la guerra, de la pobreza, de la injusticia.

El arte es imagen, representación, una estrategia que permite el goce estético, la capacidad de un individuo de crear belleza, destreza técnica; el arte se aleja de la realidad, quizá para crear una nueva, una otra, quizá para simular hechos y establecer criterios de comprensión del mundo. El arte se acerca a la realidad significándola y en estos afanes es capaz de banalizarla. El arte da pauta para crear una cultura, para crear una identidad y la nuestra está siendo organizada desde la guerra y para la guerra.

Los medios han afectado la visión que tenemos del arte y también la manera como comprendemos nuestra experiencia diaria, permitiendo que un acontecimiento bélico se transforme en espectáculo y en una posible representación artística.

 
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