Usted está aquí: martes 8 de febrero de 2005 Opinión Actitudes muy humanas, pero poco valiosas

René Drucker Colín

Actitudes muy humanas, pero poco valiosas

Hace unos cuantos días se inauguró el segundo piso, obra impresionante que muestra claramente que cuando se quiere en México, se puede y que cuando los jefes de gobierno usan apropiadamente los recursos se hacen obras en beneficio de la población. Yo en lo personal quiero felicitar a López Obrador y a su equipo por haber decidido y logrado tan espectacular obra. Lo he transitado en varias ocasiones y el tiempo de recorrido entre varios puntos de la ciudad se ha acortado considerablemente. Pero aparte de felicitar al Gobierno del Distrito Federal por esta obra, escribo esta editorial porque me cuesta trabajo entender dos cosas. La primera es por qué no se ha manifestado más ampliamente la sociedad por aplaudir las acciones del actual jefe de Gobierno, quien sin duda ha ocupado el presupuesto de la ciudad en beneficio de los habitantes, no como ocurría con los anteriores, que ocupaban el presupuesto para beneficios personales o grupales. Lo segundo que no me cabe en la cabeza es cómo una vez terminada la obra lo que más abunda y se manifiesta son los aspectos "criticables": que si hay una curva muy pronunciada, que las salidas y las entradas son de un solo carril, que si le faltaron tramos, que no tiene suficiente señalización, en fin, puras críticas y pocas alabanzas, por lo menos pocas públicas.

Yo me pregunto, ¿por qué somos así? En nuestro país todo es motivo de crítica: si haces, porque haces, y si no haces, porque no haces. ¿De dónde sale esto?, pues sólo en términos de tribus se puede entender la total falta de solidaridad ante acciones que, a final de cuentas, son de beneficio colectivo. Quizás esto provenga de la influencia árabe que se ejerció en el pueblo español, quien a su vez lo trasladó a México después de la conquista.

Desde el siglo VIII se establecieron árabes en la zona de Andalucía. Entre otros se encontraban muchos árabes y sirios de la familia Omeya, a quienes mostraban y debían enorme fidelidad, como exigían las leyes tribales de la época. En el Islam de entonces, y posiblemente todavía, el Estado (gobierno) era realidad abstracta y un ritual copiado de la Persia sasánida. Como en los tiempos del desierto, los árabes sólo respetaban la lealtad al parentesco y al clientelismo y en esto se fundaba su religión y sus conquistas guerreras. Lo que consideraban unión entre los hombres no era la fidelidad hacia un "gobierno" del que todos son súbditos, sino a los vínculos de sangre y aquellos que se heredan en el nombre. Ibn Jaldún en su Introducción a la historia universal llamó "asabiya" a esta ciega solidaridad que sólo respeta lazos de sangre y relaciones comerciales. También señaló que gracias a ello lograron victorias, pero nunca establecieron imperios duraderos. La fuerza de una tribu que conquistaba el poder se gastaba irremediablemente en disputas con otras tribus. En Andalucía durante varios siglos se desgastaron entre la turbulencia de los diversos clanes.

Yo no sé si estas lejanas costumbres e influencias árabes llegaron a través de los españoles a México, pero ciertamente es claro que en la política mexicana de hoy día, en el quehacer cotidiano mexicano impera una especie de "asabiya" donde sólo impera una necia solidaridad hacia pequeños clanes, cuyos intereses son particulares y mezquinos y donde desde luego no cabe el reconocimiento al esfuerzo que pudiera darse para generar un bien colectivo.

Seguramente que López Obrador y los que lo acompañan en sus tareas de gobierno tienen intereses particulares, quisiera conocer a aquel que no los tenga, pero esto no quita que lo que han hecho y logrado en estos cuatro años rebasa en mucho lo que han hecho otros en el pasado y ha abarcado a gran cantidad de beneficiados. Lástima que no se tenga la capacidad de razonamiento para aceptarlo y que no se tenga la humildad para reconocer los esfuerzos de otros.

 
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