Usted está aquí: martes 8 de febrero de 2005 Ciencias Plantas medicinales usadas en México contra el cáncer no curan, pero alivian los malestares

Mariano Martínez Vázquez informó que se estudian 50 de más de 3 mil 600 especies

Plantas medicinales usadas en México contra el cáncer no curan, pero alivian los malestares

LAURA POY SOLANO

En México existen más de 3 mil 600 tipos de plantas medicinales, pero menos de 50 especies han sido analizadas para conocer sus posibles efectos farmacológicos en la lucha contra el cáncer y diversas enfermedades crónicas, como la diabetes. Su consumo entre la población se orienta, en muchos casos, por el conocimiento tradicional que se preserva en distintas regiones del país.

Mariano Martínez Vázquez, investigador del Instituto de Química, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista en el análisis de los compuestos químicos de las plantas medicinales con posibles activos anticancerígenos, señaló que hasta el momento las investigaciones realizadas en especies mexicanas no arrojan resultados positivos sobre sus propiedades en la cura de esta enfermedad.

Sin embargo, destacó que hace 40 años comenzó en Estados Unidos un proceso de investigación científica para conocer el valor farmacológico de las plantas medicinales en el combate a esta enfermedad, lo que generó que en diversas partes del mundo se empleen medicamentos de origen natural, como los alcaloides vinblastina y vincristina, aislados de una planta medicinal de Madagascar, así como el taxol, obtenido de la corteza de un árbol, para aplicar acciones terapéuticas contra el cáncer.

En México, agregó, el consumo de plantas medicinales para combatir diversas enfermedades, como el cáncer, está asociado a un conocimiento tradicional, que si bien indica las condiciones de consumo y cantidad para establecer un uso no tóxico, "los estudios realizados hasta el momento sobre un número reducido de especies ha comprobado que no tienen propiedades anticancerígenas".

Señaló que a pesar de que más de 50 por ciento de las plantas curativas que existen en México son endémicas, el estudio científico de sus propiedades químicas "aún está en los primeros pasos, ya que son investigaciones largas y costosas que requieren de varios años para conocer sus diversos componentes químicos, así como sus posibles efectos terapéuticos".

En los recientes ocho años, Martínez Vázquez se dedicó al estudio de dos especies mexicanas -cuachalalate y cancerina- de uso común en la población para combatir el cáncer. Los resultados obtenidos hasta el momento revelan que no tienen propiedades anticancerígenas, "pero sí se comprobó que tienen activos antinflamatorios, lo que puede ayudar a mitigar algunos síntomas de la enfermedad".

Agregó que otra planta medicinal de origen suramericano, conocida como uña de gato, "tampoco tiene activos anticancerígenos, pero se comprobó que fortalece el sistema inmunológico, lo que puede generar que el paciente sienta mejoría, aunque no tiene uso curativo".

Martínez Vázquez, indicó que los estudios realizados para aislar los compuestos químicos tanto del cuachalalate como la cancerina revelaron que ambas tienen compuestos con actividad citotóxica, es decir, eliminar las células cancerígenas, pero también afectar a las sanas, por lo que aún se debe establecer cuál es "la molécula o blanco terapéutico que tienen estas especies de plantas medicinales".

Ambas plantas, indicó, tienen muchos compuestos activos, lo que significa que también poseen varias posibilidades farmacológicas. "Nuestra tarea es discernir cuáles son benéficos para la salud y cuales no. La tradición indica que bajo determinadas condiciones y cantidades su consumo no es tóxico, pero antes de establecer sus propiedades curativas es necesario realizar investigaciones científicas que señalen que no son anticancerígenas."

La plantas medicinales, agregó, contienen varios principios activos, por lo que es un error considerar que no hacen daño a la salud. Su uso y consumo debe estar fundamentado en la tradición local, que indica claramente en qué condiciones se pueden consumir sin que el efecto sea tóxico; fuera de esta tradición "es difícil establecer límites y conocer los posibles efectos negativos sobre la salud".

 
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