El Universo invisible Norma Ávila Jiménez
Los astros no sólo propagan luz visible u óptica, que es la que podemos ver a "ojo" o a través de los telescopios. También emiten ondas electromagnéticas invisibles a nuestra vista, como son los rayos x y gamma, la luz infrarroja y ultravioleta, y las ondas de radio. Como ofrecen valiosa información para ahondar en el conocimiento del cosmos, se han construido instrumentos capaces de detectarlas. Los dedicados a aguzar los oídos electrónicos para captar los sonidos del Universo, son los radiotelescopios. La radioastronomía inició en 1928, cuando los laboratorios Bell le encomendaron a K. G. Jansky estudiar la estática que interfería en las comunicaciones radiotelefónicas entre América y Europa. Jansky descubrió tres fuentes: las tormentas eléctricas locales, las distantes, y un siseo de origen desconocido. Se dio cuenta de que esas emisiones de radio eran más fuertes cuando dirigía su antena hacia el centro de la Vía Láctea –la galaxia a la que pertenece nuestro Sistema Solar. Motivado por esos resultados, G. Reber construyó en el patio de su casa un plato metálico de nueve metros de diámetro para captar los sonidos del cosmos; esa antena fue el antecedente de las parábolas utilizadas en los radiotelescopios. El desarrollo de los radares en la segunda guerra mundial impulsó la evolución de la radioastronomía, cuyos especialistas actualmente se valen de sofisticados radiotelescopios, como el de Arecibo, Puerto Rico, cuya parábola mide 305 metros, o de conjuntos de ellos, como el Very Large Array, ubicado en Nuevo México, y que comprende veintisiete de 25 metros de diámetro cada uno. Los platos son dirigidos al mismo objeto para obtener mayor resolución. Un grupo internacional de especialistas, entre los cuales destaca la labor del investigador nacional Luis Felipe Rodríguez, han detectado que en algunas estrellas el disco protoplanetario –o sea, el que dará lugar a la formación de planetas– que gira alredor de ellas, es más pequeño de lo normal. Los especialistas están tratando de encontrar la respuesta a ese cambio en la evolución de las estrellas. Dirigen los oídos tecnológicos al cielo para escuchar la partitura de los objetos celestes, lo que remite a los compositores que buscan en el Universo sonidos inspiradores. Tal es el caso de Vangelis, cuyo gusto por el cosmos lo llevo a crear Mythodea, para la misión de la NASA, Mars Odissey. Próximamente, en el Cerro La Negra, en el estado de Puebla, entrará en funcionamiento el Gran Telescopio Milimétrico, una parábola de 50 metros de diámetro que detectará ondas de radio con una longitud de entre uno y cuatro milímetros. Con el gtm, a cargo de especialistas del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica, y de la Universidad de Massachusetts, será posible viajar hasta hace 12 mil millones de años para observar la gestación de las primeras estrellas del Universo. Un peculiar radiotelescopio es el construido por investigadores del Instituto de Geofísica de la UNAM: consiste en un conjunto de 4 mil 96 antenas verticales colocadas dentro de una hectárea, unidas por cables de cobre para cubrir la misma señal. Ubicado en Coeneo, Michoacán, este sistema estará funcionando al cien por ciento este mismo año, afirma el maestro Armando Carrillo, y su objetivo será la detección temprana de tormentas magnéticas, fenómeno producido por la actividad solar. Esto ayudará a prevenir las alteraciones que estas tormentas provocan en las telecomunicaciones, radares, satélites y transformadores eléctricos. Además de la detección de las ondas de radio emitidas por los objetos cósmicos, también se trabaja en la búsqueda de las propagadas por tecnología extraterrestre. Porque la música de rock o clásica programada en las estaciones de radio, al igual que los noticieros televisivos o los partidos de futbol, al ser transmitidos a los hogares, generan ondas de radio que salen de la atmósfera terrestre y viajan hacia las estrellas. Entonces, si existen civilizaciones extraterrestres que hayan desarrollado radiotelescopios, serán capaces de captar esas transmisiones y visceversa; si esas culturas tiene aparatos similares a nuestros equipos de radio y televisión, y los mantienen activos, nuestros radiotelescopios podrán detectar sus señales. Como astrónomo, Carl Sagan sabía lo anterior; de allí resultó su novela Contacto, suma de los sueños de miles de terrícolas que desean contactarse con un et. Con ese objetivo arrancó en 1992 el programa Search for Extraterrestrial Intelligence (SETI) o Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre. En éste participan varios radiotelecopios, como el de Arecibo, con el cual monitorean 58 millones de canales, o el de Parkes, en Asutralia, que rastrea el cielo con una parábola de 64 metros de diámetro. En marzo de 2004 se detectó una fuerte señal que podría ser originada por inteligencia extraterrestre; sin embargo, hubo especialistas que la identificaron como una inusual modulación de un satélite GPS en contacto con una fuente terrestre no identificada. Una parte atractiva de seti es que incluye
a los aficionados: instalan un software que analiza información
mientras no utilizan su computadora y aparece la pantalla de protección.
El Universo invisible puede hacerse visible y darnos gratas sorpresas.
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