UN RETABLO NARRATIVO
A mi
hermano Juan
Así, retomando elementos de la novela picaresca, la comedia de enredo y el folletín, Serna acomete la tarea monumental y erudita, pero no por ello pedante y aburrida, de narrar las vidas paralelas y el encuentro amoroso entre Crisanta Cruz –joven castiza y malograda actriz que huye de los abusos y explotación de su padre, situación que la orilla a convertirse en falsa beata por la necesidad de sobrevivir y de dar rienda suelta a su incontenible histrionismo– y Tlacotzin –indio mexica convertido en pilguanejo en la orden de los dominicos, quien experimenta una crisis moral al debatirse entre las creencias cristianas inculcadas por su madre y la fidelidad a los dioses aztecas imbuída por su padre. A lo largo de la novela, Crisanta y Tlacotzin tendrán que luchar por mantenerse unidos, y aprenderán a resistir las presiones de un medio en el que la Iglesia católica y la política del virreinato permean los dominios más privados de las conciencias y las vidas de los feligreses a través de la imposición del sistema de castas y del terror inducido por el cristianismo y su retórica de la condenación de las almas.
Desde el punto de vista moral, la novela muestra el conflicto interior de los protagonistas por establecer un equilibrio entre sus necesidades humanas ("seculares") y sus convicciones religiosas. De este modo, no sólo Crisanta y otros personajes españoles y criollos padecen la tiranía moral de la religión, sino también el propio Tlacotzin al tener que someterse a los rigores impuestos por parte de los "idólatras" rebeldes mexicas a los que se une, como la sacerdotisa Coanacochtli –encargada de presentarlo, cuando niño, como fiel seguidor ante Huitzilopochtli en una cueva secreta–, y el ñor Chema –viejo nahual tiranizante embozado en la punta del Cerro del Chiquihuite–, quien le encomienda la osada tarea de amputar a cinco niños dios de sendas vírgenes veneradas en iglesias principales de la capital de la Nueva España y ofrendarlos a una Coatlicue sumergida en las aguas del Vaso de Texcoco por los conquistadores. Así, si bien la religión tiene un papel protagónico como un importante medio de control social y moral, la sexualidad a su vez fungirá como antagonista, como la fuerza opositora de la falsa santidad. Explotado por Serna con una visión moderna y cargada de su mordaz sentido del humor, el deseo sexual queda plasmado como una enorme fuente de energía vital que se sobrepone a la represión ilusa e hipócrita de la clerecía y de la Inquisición, y sus afanes por acercar a los feligreses a la ascesis divina y alejarlos de los placeres terrenales. Esta es la lucha que enfrenta Tlacotzin al tener que sufrir los rigores de su verga descomunal, la cual desde su adolescencia clama por penetrar en el anhelante cuerpo de Crisanta. De algún modo, es la misma lucha que enfrenta el fraile Cárcamo, quien es dominado por las exigencias de su insaciable ano, al que reconforta generosamente aplicándose frecuentes lavativas con el pretexto de aliviar indigestiones provocadas. Entre las muchas virtudes de esta novela destaca su estructura de folletín, la cual funciona de manera muy eficaz para mantener la tensión de la narración y la avidez de la lectura. En cuanto al lenguaje, no sólo es patente cómo Serna abrevó y decantó la lengua española de la época, sino también cómo la recreó para establecer puentes con el lector, haciéndola accesible y atractiva a la vez. Y este afán por vincular los mundos literarios e imaginativos de personajes y lectores en apariencia separados por cuatro siglos de historia, también es evidente en el tratamiento de los temas con una mirada crítica que nos hace constantes guiños aludiendo a situaciones contemporáneas. Ángeles del abismo es una
novela histórica con una trama y una estructura fascinantes que
será "devorada" por aquellos lectores hambrientos que gustan de
lo esencial de la literatura: echar a volar la imaginación y deleitarse
con historias inteligentes y entretenidas al mismo tiempo. ¿Se puede
pedir más? •
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