La Jornada Semanal,  domingo 6 de febrero  de 2005         518

UN RETABLO NARRATIVO

PORFIRIO MIGUEL HERNÁNDEZ CABRERA
Enrique Serna,
Ángeles del abismo,
Joaquín Mortiz/ Planeta Mexicana,
México, 2004.
A mi hermano Juan


Instalado en un nuevo proyecto literario a partir de El seductor de la patria,Enrique Serna (México, DF, 1959) ha optado por recurrir a la novela histórica, género en el cual la investigación documental le atiza con mayor vehemencia la curiosidad intelectual y la imaginación. Este es el caso de Ángeles del abismo, novela basada en un hecho real sobre un proceso inquisitorial en contra de la beata embaucadora Teresa Romero durante el siglo XVII en el México colonial. A partir de este suceso Serna se sumerge en la lúdica recreación de la época con el apoyo de estudios académicos, edictos inquisitoriales y obras literarias del período, obteniendo como resultado un retrato fidedigno y deslumbrante de la sociedad novohispana.

Así, retomando elementos de la novela picaresca, la comedia de enredo y el folletín, Serna acomete la tarea monumental y erudita, pero no por ello pedante y aburrida, de narrar las vidas paralelas y el encuentro amoroso entre Crisanta Cruz –joven castiza y malograda actriz que huye de los abusos y explotación de su padre, situación que la orilla a convertirse en falsa beata por la necesidad de sobrevivir y de dar rienda suelta a su incontenible histrionismo– y Tlacotzin –indio mexica convertido en pilguanejo en la orden de los dominicos, quien experimenta una crisis moral al debatirse entre las creencias cristianas inculcadas por su madre y la fidelidad a los dioses aztecas imbuída por su padre.

A lo largo de la novela, Crisanta y Tlacotzin tendrán que luchar por mantenerse unidos, y aprenderán a resistir las presiones de un medio en el que la Iglesia católica y la política del virreinato permean los dominios más privados de las conciencias y las vidas de los feligreses a través de la imposición del sistema de castas y del terror inducido por el cristianismo y su retórica de la condenación de las almas.

Fiel a las condiciones ideológicas, culturales y sociales de la época, Serna elabora un entramado en el que la subversión religiosa, racial, política y sexual de los amantes desestabiliza la estructura codiciosa del virreinato y de las órdenes religiosas de frailes evangelizadores, dando como resultado una serie de intrigas palaciegas y clericales en pos del poder y la riqueza. Esto permite al autor montar un retablo narrativo en donde se contraponen las cosmovisiones indígena e hispana, y entran en escena diversos personajes que contribuyen a redondear la visión de Serna sobre los primeros años de la Colonia y a darle continuidad y solidez a la narración. Tal es el caso de fray Juan de Cárcamo y Mendieta, clérigo dominico, déspota y ambicioso al que Tlacotzin servirá siendo niño en el monasterio de Amecameca y que, a la postre, se convertirá en su perseguidor al enterarse de sus actividades clandestinas en el bando de la resistencia mexica. Cárcamo será también el verdugo de Crisanta una vez que ésta, habiendo escalado las altas esferas de la corte gracias a sus arrebatos fingidos de santa milagrera, es descubierta y sometida, junto con Tlacotzin, a un proceso inquisitorial.

Desde el punto de vista moral, la novela muestra el conflicto interior de los protagonistas por establecer un equilibrio entre sus necesidades humanas ("seculares") y sus convicciones religiosas. De este modo, no sólo Crisanta y otros personajes españoles y criollos padecen la tiranía moral de la religión, sino también el propio Tlacotzin al tener que someterse a los rigores impuestos por parte de los "idólatras" rebeldes mexicas a los que se une, como la sacerdotisa Coanacochtli –encargada de presentarlo, cuando niño, como fiel seguidor ante Huitzilopochtli en una cueva secreta–, y el ñor Chema –viejo nahual tiranizante embozado en la punta del Cerro del Chiquihuite–, quien le encomienda la osada tarea de amputar a cinco niños dios de sendas vírgenes veneradas en iglesias principales de la capital de la Nueva España y ofrendarlos a una Coatlicue sumergida en las aguas del Vaso de Texcoco por los conquistadores.

Así, si bien la religión tiene un papel protagónico como un importante medio de control social y moral, la sexualidad a su vez fungirá como antagonista, como la fuerza opositora de la falsa santidad. Explotado por Serna con una visión moderna y cargada de su mordaz sentido del humor, el deseo sexual queda plasmado como una enorme fuente de energía vital que se sobrepone a la represión ilusa e hipócrita de la clerecía y de la Inquisición, y sus afanes por acercar a los feligreses a la ascesis divina y alejarlos de los placeres terrenales. Esta es la lucha que enfrenta Tlacotzin al tener que sufrir los rigores de su verga descomunal, la cual desde su adolescencia clama por penetrar en el anhelante cuerpo de Crisanta. De algún modo, es la misma lucha que enfrenta el fraile Cárcamo, quien es dominado por las exigencias de su insaciable ano, al que reconforta generosamente aplicándose frecuentes lavativas con el pretexto de aliviar indigestiones provocadas.

Entre las muchas virtudes de esta novela destaca su estructura de folletín, la cual funciona de manera muy eficaz para mantener la tensión de la narración y la avidez de la lectura. En cuanto al lenguaje, no sólo es patente cómo Serna abrevó y decantó la lengua española de la época, sino también cómo la recreó para establecer puentes con el lector, haciéndola accesible y atractiva a la vez. Y este afán por vincular los mundos literarios e imaginativos de personajes y lectores en apariencia separados por cuatro siglos de historia, también es evidente en el tratamiento de los temas con una mirada crítica que nos hace constantes guiños aludiendo a situaciones contemporáneas.

Ángeles del abismo es una novela histórica con una trama y una estructura fascinantes que será "devorada" por aquellos lectores hambrientos que gustan de lo esencial de la literatura: echar a volar la imaginación y deleitarse con historias inteligentes y entretenidas al mismo tiempo. ¿Se puede pedir más? •