![]() HUGO GUTIÉRREZ VEGA LOS MILENARISMOS Un amigo jesuita caracteriza a los movimientos utopistas y milenaristas de una manera, a mi entender, demasiado tajante: "metafísicas contrahechas". Otro amigo evangélico es menos enfático en la condenación y ha dedicado una buena parte de su vida al estudio de lo que, por razones de método, podríamos llamar milenarismos. Gran parte de sus trabajos está centrada en Portugal, Brasil y México. Analiza, además, milenarismos españoles, rumanos, italianos y caribeños. Todos estos movimientos están unidos por la esperanza de que llegue al mundo un nuevo milenio capaz de reconstruir glorias periclitadas y de dar a todos libertad, igualdad, paz, felicidad y fraternidad. El milenarismo portugués fue conocido con el nombre de sebastianismo. Sus seguidores soñaban con el regreso del Rey don Sebastián desaparecido en la batalla de Alcazarquivir y esfumado entre las montañas del Magrev. Fernando Pessoa fue un entusiasta del sebastianismo y de sus prácticas esotéricas. En las reuniones secretas a las que asistía se hablaba del hermoso rey perdido y de la restauración de la grandeza del imperio portugués. Muchos años más tarde, el siniestro dictador, Oliveira de Salazar, solterón, siempre de negro vestido, metódico en su ejercicio del poder absoluto y en su helada crueldad, tomó algunos aspectos de la retórica sebastianista y los puso al servicio de su régimen totalitario. A finales del siglo XIX, Antonio, el Consejero, anduvo por los caminos del nordeste brasileño y convocó a multitudes de fieles con su discurso cristiano, guerrero, ascético y esperanzado en la llegada del milenio feliz. El gobierno brasileño, asustado ante el crecimiento del milenarismo del Consejero, envío sus tropas a los "sertones" del norte de Bahía y puso sitio a la ciudad sagrada de Canudos. El reportero carioca, Euclides da Cunha, narró los acontecimientos militares y su libro sirvió de base a la novela de Vargas Llosa, La guerra del fin del mundo. Los sermones del Consejero pertenecían a la simbología cristiana, pero en sus planes había aspectos políticos y una condenación anarquista de cualquier forma de poder. Baja California ha sido tierra de utopías. El afán evangelizador llevó a Fray Junípero Serra, a Fray Margíl de Jesús y a sus compañeros (muchos de ellos fueron alegremente merendados por los glotones habitantes de la Pimería Alta) a esas tierras. Fray Junípero hizo varias veces el camino y se detuvo frecuentemente para fundar las misiones de la Sierra Gorda y otras más en el noroeste de la Nueva España. Los mares y montañas de la Baja California le entregaron la idea de fundar una comunidad perfecta en las tierras vírgenes. La organización constructiva de las misiones de California y las decoraciones (de mano indígena, por cierto) de las iglesias de la Sierra Gorda, muestran las ideas utópicas de los frailes franciscanos, tal vez influenciadas por el pensamiento de Gioachino de Fiore. A principios del siglo xx, los hermanos Flores Magón intentaron formar una comunidad utópica, acorde con los principios del anarquismo, en las tierras de Baja California Norte. Su proyecto tuvo una corta vida, pero dejó algunos desarrollos teóricos que vale la pena estudiar a fondo. Muchos años más tarde, los sinarquistas, encabezados por Salvador Abascal, fundaron en Baja California Sur la efímera colonia de María Auxiliadora. El proyecto era utópico, pero tenía también su miga militar, ya que la bucólica e ineficiente comunidad quedaba a un paso de una bahía capaz de alojar a toda la flota imperial japonesa. Los contactos se hicieron a través de la falange española y del Instituto de Cultura Hispánica que el espadón Franco mantenía en Tokio. En fin... utopías van y utopías
vienen. Pensemos en Bruno, Moro, Campanella, Vasco de Quiroga y los jesuitas
de Paraguay para terminar estas divagaciones.
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