Usted está aquí: domingo 6 de febrero de 2005 Deportes En faena de antología, El Juli indultó un nobilísimo manso de Montecristo

Ramos obsequió dos orejas a Ponce y liquidó su breve fama de juez digno y serio

En faena de antología, El Juli indultó un nobilísimo manso de Montecristo

Tres apéndices al Zotoluco

Herrerías aumentó 30% los boletos

La reventa, a tope

LUMBRERA CHICO

En el día nacional del villamelón -59 aniversario de la Monumental Plaza Muerta (antes México)-, la reventa actuó con absoluta impunidad -una barrera de sombra llegó a cotizarse en 5 mil pesos y una localidad de sol general era ofrecida en 800-, a ciencia y paciencia de la delegación Benito Juárez y el Gobierno del Distrito Federal, que no se inmutaron al saber que el "empresario" Rafael Herrerías elevó el precio de los boletos en taquilla, sin previo aviso, 30 por ciento.

Pero nada fue obstáculo para que los "aficionados" que sólo van a los toros en esta tradicional fecha llenaran a tope el embudo, dejando apenas algunos huecos en las azoteas, para ver en esta ocasión a Eulalio López El Zotoluco, Enrique Ponce y Julián López El Juli, aparte de Enrique Fraga, un rejoneador mexicano más insípido que una sopa inglesa, quien fue incrustado en el elenco dizque para emparejar a tantos iguales las nacionalidades del cartel, lo que por supuesto fue otro timo.

El Zotoluco se las vio con Perlito, de Montecristo y con dizque 538 kilos, bastante débil de los remos traseros, al que veroniqueó con limpieza, antes de la suerte de varas, en la que el caballo fue a buscar al manso rumiante casi a los medios. Con la muleta, el bicho fue recogido en tablas y llevado al tercio donde embistió con suavidad, siempre a media altura, por la derecha, y luego resistió sin caerse que le bajaran la mano por naturales en pases desbordantes de teatralidad ratonera, para morir de un espadazo desprendido y perder una oreja antes de ser llevado al rastro.

Luego vino Llanero, de Bernaldo de Quirós, con dizque 506, que no tenía más de tres años, ante el cual Ponce recordó que estaba de vacaciones y pasó inédito, como le sucedería igualmente con Fantasma, de Montecristo, con 514 en la pizarra, no el cuerpo, que el valenciano terminó matando en forma desastrosa para retirarse al burladero entre pitos.

Pero lo mejor de la tarde se produjo sin duda durante la lidia de Trojano, de Montecristo, un hermoso y nobilísimo berrendo de dizque 501, que mostró su evidente falta de casta al sentir la leona en el morrillo y escapar con terror del caballo, no obstante lo cual, en un acto de chabacana desvergüenza, el juez Jorge Ramos terminaría indultándolo a petición popular, porque al margen de su nula bravura el animal era una carretilla de ensueño. El Juli se deleitó con él como nunca. Lo saludó por lentas y bajas verónicas, después de la pica le recetó una tanda de cuatro tafalleras rematadas con una hermosa clavelina, y con la muleta lo engarzó en una serie de cinco derechazos perfectos, luego en otra de tres, más tarde lo cuajó en tres naturales comprometidos, y volvió a torearlo con la derecha mientras el público deliraba.

Dueño de la plaza, el ex niño, que como Lolita perdió su encanto al crecer, se dedicó a complacer a los ingenuos con dos pases de pecho en redondo, de 360 grados cada uno, y luego de otros adornos, repitió la dosis una sola vez, mientras los pañuelos, en número creciente, exigían el indulto hasta conseguirlo. Y todavía, jugando con el encantador rumiante, El Juli lo llevó a la puerta de toriles y lo envió a la inmortalidad de las estadísticas con un alegre trapazo de rodillas, antes de recorrer el anillo en olor de santidad acompañado por el ganadero Germán Mercado Lam.

Presionado por la apoteosis del madrileño, Zotoluco se enfrentó a Torilero, de dizque 503, y con esa adusta cara de enterrador que le han dado los años, el prestigio y la riqueza, repitió su monótona rutina, despatarrándose, tragando leña, sacando los muletazos con tirabuzón y matando, eso sí, de una espléndida estocada que le valió las dos orejas.

Después del segundo fracaso de Ponce, El Juli regresó ahora ante Embrujo, de Bernaldo, con dizque 529, y se dedicó a cumplir sin la menor gracia -ya se había llevado la tarde-, para matar de media estocada y dos descabellos. Y entonces, bajo los exhortos de la colonia española, Ponce regaló a Aniversario, de Teófilo Gómez -su ganadería consentida- por supuesto, y pudo al fin realizar su toreo estetizante, con movimientos de ballet, muletazos despegados, arrimándose a toro pasado, en fin, lo mismo de siempre y después de pinchar y hundir tres cuartos de acero, el juez le regaló con cinismo y descaro dos orejas dignas de una capea aldeana. Pero los villamelones, desde luego, salieron de la plaza felices de haber sido tan intensamente estafados, en la cartera y en el corazón.

 
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