Usted está aquí: sábado 5 de febrero de 2005 Opinión Globalización y energía

Enrique Calderón A.

Globalización y energía

Sin meterme en la polémica referente a cuándo se inició, me es claro que la globalización es no sólo un hecho irrefutable, sino un proceso que está redefiniendo el planeta entero, cambiando el presente y el futuro de la naciones, sin importar que éstas lo quieran o no, pero ciertamente de maneras muy distintas en cada caso, y ello dependiendo de las estrategias y acciones que cada una de ellas ha estado instrumentando. Las diferencias en las formas en que se están desarrollando China y Rusia, o Corea y México por mencionar unos cuantos casos, son del todo palpables.

Hablar de globalización es antes que nada hablar de mercados, de competitividad, de negociación y de tecnología, más que de empresas públicas y privadas, o de esquemas de gobierno. México, o más concretamente los gobiernos mexicanos, optaron por la globalización, luego de décadas de aislamiento económico hasta lo absurdo. Sin embargo, el proceso de globalización se ha venido desarrollando de la peor manera posible, sin contar con un plan ni una estrategia para ello. Sus resultados los estamos padeciendo.

Así, la posibilidad de cultivar algunas áreas o sectores económicos para lograr niveles aceptables de competitividad fue relegada por el gobierno en aras de las supuestas leyes del mercado, poniendo en riesgo la incipiente industria mexicana, al igual que a los productores agrícolas, generando en mucho los brutales niveles de desempleo que hoy padecemos. En cuanto al tema de las negociaciones o de la capacidad de negociar, éste fue ignorado por el gobierno, que terminó cediendo o malbaratando prácticamente todo a las empresas y organizaciones extranjeras, a diferencia de otras naciones que han sabido negociar para proteger sus mercados, sus instituciones, sus recursos naturales y su gente.

Mientras las naciones europeas negociaron entre sí las condiciones de un acuerdo comercial, en el que cada país era considerado igual a los demás y planteaba con energía y visión cada punto del acuerdo, México se sumaba al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, aceptando su rol de mera colonia americana, estableciendo de facto la sumisión ante las empresas estadunidenses y los organismos financieros internacionales.

La entrega de los bancos mexicanos a capitales extranjeros, realizada durante la administración de Ernesto Zedillo, y continuada por la de Vicente Fox, ha generado como saldo una situación insólita, en la que la entidad vendedora (nuestro país) ha terminado pagando a la entidad compradora (la banca internacional) por los objetos vendidos.

Los tiempos ciertamente han cambiado desde que Lázaro Cárdenas hizo la expropiación petrolera, siendo hoy bastante común en todas las naciones que las empresas públicas cuenten con capital privado; en México, sin embargo, las experiencias recientes con los bancos, con los ferrocarriles, con las carreteras y con los fondos de pensión nos indican que los riesgos que existen para aceptar la participación de capital privado en el sector energético son muy altos, en virtud de la incapacidad de los gobernantes para negociar tales participaciones, sea por ineptitud, sea por falta de visión y de compromiso nacional o sea por corrupción, que para el caso es lo mismo, por lo que es necesario actuar con mucha prudencia.

En estas condiciones, las posiciones del Congreso, y en particular del Senado, vetando la llamada reforma estructural del sector energético propuesta por el gobierno de Vicente Fox, son necesarias y están plenamente justificadas.

Por otra parte, es totalmente cierto que tanto Petróleos Mexicanos (Pemex) como la Comisión Federal de Electricidad (CFE) están en condiciones financieras muy difíciles, lo que les impide trabajar con eficiencia y realizar las inversiones que se necesitan. La opción de buscar y atraer capitales privados a invertir en dichas empresas no es la solución correcta, porque tanto Pemex como la CFE son las empresas que más excedentes generan en el país (motivo por el cual las empresas extranjeras y sus personeros en sus gobiernos y en el Fondo Monetario Internacional están tan interesados en ellas); lo que realmente sucede es que dichos excedentes son sustraídos y utilizados por el gobierno para hacer frente a sus necesidades y sus ineficiencias, en lugar de buscar que aumente la captación de recursos fiscales, mediante la eliminación de las exenciones otorgadas a grandes empresas, dizque para hacer más atractivo nuestro país.

Esta es la verdadera reforma estructural que el país necesita para ser más competitivo en los mercados globales, por medio de empresas mexicanas fuertes, bien administradas y con visión para incidir en el desarrollo de toda una red de empresas tecnológicas alrededor suyo. Este es y ha sido el rol de las empresas de energía en muchos países, Estados Unidos incluido.

Vendiendo o enajenando las empresas públicas y su patrimonio no es como vamos a aumentar nuestro nivel de competitividad en los mercados globales.

 
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