Usted está aquí: sábado 5 de febrero de 2005 Opinión ¿Qué de veras Miramón?

Gonzalo Martínez Corbalá

¿Qué de veras Miramón?

¿Qué de veras los partidos pequeños nuevos, viejos y reciclados representan a la sociedad, aun cuando fuera en algunas partes o estratos que constituyen también pequeñas minorías?

¿Está verdaderamente justificado que el Instituto Federal Electoral (IFE) -que ciertamente cumple con la ley- tenga que proporcionarles recursos, que generalmente son cuantiosos, para que luego los gasten en publicidad verdaderamente inútil -y hasta dañina-, inundando de pendones de plástico que no dicen a la ciudadanía absolutamente nada, además de su retrato y su nombre, muy generalmente también completamente desconocido, para pintar las bardas de muy mal gusto, de la misma manera que no transmiten algún mensaje o idea que explicara, por lo menos, sus motivaciones y los fundamentos ideológicos de sus candidaturas y de sus campañas?

La falta de legitimidad democrática de varios de estos partidos -como es natural- queda demostrada solamente después de las elecciones; ni manera de que, en los términos actuales de la ley electoral, sea posible que den alguna mínima evidencia de que realmente tengan alguna representatividad de las aspiraciones y posibilidades igualmente reales, y concretas, de contribuir a resolver la compleja problemática que padece la ciudadanía, empezando por la pobreza, la falta de fuentes de trabajo y la inseguridad social y personal.

En otras palabras, sería conveniente para el país que se demostrara de otra manera, más confiable, que las meras listas y las firmas, el número de ciudadanos que se adhieran a la ideología (¿?) de un proyecto determinado de partido que se supone de interés público. ¿Para qué? Insistimos en que para contribuir en algo a la solución de los problemas nacionales desde la ubicación en los puestos del servicio público -por supuesto de elección popular- como diputados, senadores, gobernadores o hasta en el Poder Ejecutivo federal, como presidente de la República y también desde los puestos que son una consecuencia de ello en otros niveles de gobierno.

En otro orden de cosas, los presidentes municipales son igualmente posiciones del Ejecutivo estatal de una importancia fundamental. De cómo se integren los ayuntamientos de todo el país, como una consecuencia inmediata y directa de los resultados de las elecciones correspondientes, depende también cómo pueda actuar quien resulte presidente municipal y quien a su vez será un factor de primordial importancia para definir el rumbo de la actividad del municipio, en el orden político, económico y social.

Los ayuntamientos tienen de igual manera gran importancia para los gobiernos estatales, como apoyo para la realización del programa de gobierno estatal, y de cómo se inviertan los recursos que provienen de la Federación, para resolver los problemas más directamente relacionados con las aspiraciones de la ciudadanía en todas -sin faltar una- las poblaciones, desde las muy pequeñas hasta las grandes ciudades del país. Es el único funcionario de elección popular que desde el servicio público tiene que dar la cara a los votantes que lo eligieron, desde que abre la puerta de su casa hasta que se retira a descansar, y muy frecuentemente hasta en sus horas y días de descanso. Vive obligadamente en la población que es la cabecera municipal.

¿Y los partidos políticos cómo influyen en el trabajo de los municipios? ¿Y en el cumplimiento de las obligaciones de los jefes del Ejecutivo del estado? ¿Y en las del Presidente de la República? ¿Qué de veras contribuyen con sus proyectos de país y sus programas políticos en el esfuerzo que se realiza desde los diferentes órdenes de gobierno y desde todos los niveles de la estructura del poder?

Algunos sí lo hacen en alguna medida. No todos, ni en todo lo largo y lo ancho del país tampoco. Algunos sí participan en el ámbito de la Cámara de Diputados, según su propia configuración ideológica, y también en el Senado de la República. Para llegar allí lógicamente tuvieron que participar como candidatos de sus partidos. Unos llegaron ganando las elecciones; otros llegaron igualmente, pero perdiéndolas (como primera minoría).

Hubo partidos que se quedaron en el camino al no obtener el registro definitivo. De todos modos fueron previamente dotados por el IFE -según la ley lo establece- de fondos suficientes para hacer sus campañas, y en ocasiones únicamente para mejorar el status de familias completas, sin que quedara ningún beneficio para el país. Por eso la pregunta inicial que se hizo, según el viejo dicho mexicano, dirigido a los partidos chicos que aparecen, cuando se inician, grandes e importantes opiniones electorales para el país: ¿Qué de veras Miramón?

El problema allí está y habrá que analizarlo, sobre todo por quienes tendrán que decidir el futuro de la estructura y de las características que definirán a una democracia más funcional, que verdaderamente responda a las demandas del México de nuestros días. En el fondo se trata de conciliar los conceptos fundamentales de mayoría -la mitad más uno- con el de consenso, en el que se comparten además, ideas y principios.

 
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