Usted está aquí: miércoles 2 de febrero de 2005 Opinión Elecciones ejemplares

Alejandro Nadal

Elecciones ejemplares

Durante la guerra fría, la Unión Soviética organizó elecciones en algunos de los países que mantenía ocupados. Así lo hizo en la antigua Checoslovaquia antes y después de la primavera de Praga, en Hungría después de la invasión en 1956, y en Afganistán durante los años ochenta. En los tres casos los gobiernos títeres obedecían instrucciones de Moscú y nadie se tragaba la píldora del triunfo de la democracia. Sistemáticamente Estados Unidos y los países de Europa occidental condenaban esa farsa con razón.

La elección en Irak, organizada por las fuerzas de ocupación, es saludada por la prensa europea y estadunidense como un éxito rotundo de la democracia. No importa que en las elecciones participaran 7 mil 785 candidatos desconocidos y que el padrón estuviera inventado en ciudades en las que el registro de votantes no existía.

¿Candidatos desconocidos? Así es: la Alianza Unida de Irak (AUI) presentó 225 candidatos a diferentes puestos, pero sólo pudo dar a conocer a 37 candidatos antes de las elecciones. El resto no podía salir a la calle y se mantuvo el anonimato para ''protegerles la vida'', según la AUI. No dudo que había que protegerlos, pero en materia electoral se plantea un caso inédito: el de los candidatos desconocidos.

Tampoco importan los informes sobre el uso de los registros de distribución de alimentos para obligar a los iraquíes a votar. El extenso sistema de distribución de alimentos que existió en Irak en la última década servía para repartir raciones durante el régimen de sanciones impuestas por Naciones Unidas. También era un mecanismo de control político en todo el sur del país, donde fue sofocada la rebelión chiíta de 1991; la amenaza de suspender las mediocres raciones funcionó siempre como espada de Damocles sobre la población chiíta. Ahora el ocupante y el ejército de Irak usaron el mismo mecanismo para forzar a los votantes a acudir a las urnas. El objetivo era demostrar que el entusiasmo electoral ''derrotaba al terrorismo''.

A pesar de esos mecanismos hay que reconocer que el número de votantes fue más alto de lo esperado. La razón es que el mandato de Ali al-Sistani, el influyente ayatollah que habita Najab, fue determinante. Al-Sistani ve en las elecciones el mecanismo para llevar al poder a la mayoría chiíta. Está decidido a no cometer el error de 1920, cuando la población chiíta se levantó contra el invasor inglés y fue reprimido. Los ingleses otorgaron el poder a la minoría sunita, que siguió gobernando durante la colonia, la monarquía y la dictadura de Saddam.

Aunque al-Sistani no es aliado de las fuerzas de ocupación, ve en ellas el instrumento para corregir ese desequilibrio político que duró 80 años. En junio de 2003 dictó su fatwa indicando que la nueva Constitución de Irak debía ser redactada por funcionarios electos y no por personas designadas por el administrador de la ocupación. Con ese movimiento acorraló a los estadunidenses y desafió a los militantes sunitas del antiguo régimen.

Esta semana la prensa occidental está repleta de referencias a la gran afluencia de votantes. Pero la población chiíta fue a votar el domingo, no tanto porque tiene fe en las bondades de la democracia occidental, sino porque al-Sistani les ofreció el acceso al poder a través de las elecciones. La confrontación con el invasor es inevitable y cosa de tiempo.

La Asamblea Nacional que emerge de las elecciones debe elegir un presidente y dos vicepresidentes. Estos funcionarios elegirán al primer ministro y su gabinete en un proceso complicado. Por si fuera poco, la asamblea estará formada de tal manera que ninguna comunidad domine a las demás. Es decir, no es un mecanismo ágil y con pocos poderes. La decepción chiíta será grande.

En los intersticios de la guerra de ocupación se yergue el fantasma de la guerra civil. La minoría sunita seguirá en guerra. Los kurdos en el norte también apostaron a las elecciones, pero no por su amor a las urnas. Para ellos, el nuevo régimen ofrece oportunidades de una autonomía que no pueden dejar pasar. Estados Unidos no quiere irritar a Turquía con el prospecto de un estado kurdo independiente, así que tendrá que manejarse con cautela. Los kurdos podrían sentirse defraudados en poco tiempo.

Hace siete meses las fuerzas de ocupación ''transfirieron la soberanía de Irak'' a un títere llamado Iyad Allawi. Pero el gobierno de Allawi sigue apoyándose cien por ciento en las tropas extranjeras. Hoy, las elecciones mostraron lo que ya se sabía. Los chiítas son mayoría en Irak. Pero de ahí en fuera, las cosas importantes tampoco cambiaron. Después de las elecciones, las tropas de ocupación seguirán en Irak. Y los ministerios del ''gobierno'' de Irak seguirán siendo dirigidos por asesores extranjeros.

¿Para qué sirvieron los comicios? En Irak las decisiones sobre finanzas, moneda, deuda, explotación de recursos naturales, manejo de fronteras, servicios de inteligencia, tortura y fuerzas armadas, todo eso sigue estando en manos de las fuerzas de ocupación.

 
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