Usted está aquí: miércoles 2 de febrero de 2005 Opinión ¿Perdonar y olvidar?

Arnoldo Kraus

¿Perdonar y olvidar?

Cuando mueran los últimos supervivientes de cualquier genocidio o matanza los testimonios desaparecerán y, con ellos, las voces que alertan a la condición humana acerca de los crímenes de lesa humanidad. El nunca finalizado tema de Auschwitz, la vigencia de Pinochet que morirá sin ser condenado y los juicios contra los Scilingos argentinos son algunos de los temas que ocupan la agenda de muchos librepensadores así como de infinidad de testigos y víctimas de los genocidios.

Dentro de los debates pendientes se encuentra el del perdón y el olvido, términos que pueden y deben rescribirse de muchas formas. Planteo tres escenarios: ni perdón ni olvido, perdonar y olvidar, perdonar pero no olvidar. El significado de los términos y su trascendencia depende del ojo y la vivencia con que se le mire. Víctimas, familiares de desaparecidos, eticistas, justos, verdugos y testigos silenciosos o cómplices tienen puntos de vista distintos.

Cuando se cavila en los significados "profundos" de las palabras, en sus alcances, en la situación actual del mundo y en el valor de la memoria y la desmemoria, "el juego" entre perdonar y olvidar es complejo. Perdonar implica remitir deudas, faltas, ofensas o delitos. Implica también indulgencia. Olvidar es dejar de tener en la memoria lo que se tenía o debía tener. Si se dispensa, se exime al responsable de sus actos independientemente de la magnitud del daño que hayan producido: no es lo mismo absolver a un pobre por haber robado, que indultar a los cómplices de Hitler por haber colaborado con la ideología nazi. Al perdonar el delito fenece y el responsable deja de serlo. Olvidar equivale a borrar e implica que la desmemoria es mejor condición que el dolor, que la animadversión, que la inquina o que cualquier otro tipo de suceso desagradable.

Perdonar y olvidar -cuando no se trata de enfermedad- son actos voluntarios. Ambos suponen, por ser volitivos, que es mejor sepultar las acciones que dieron pie a determinado daño. Quienes perdonan y olvidan optan por ese camino porque así les conviene o porque pueden y saben hacerlo: entienden que los agravios del pasado han quedado atrás. Sienten también que al perdonar pueden vivir en paz.

Muchos supervivientes de matanzas o intentos de exterminio, a pesar de que han dejado de odiar, consideran que exonerar es válido sólo si los verdugos han demostrado su arrepentimiento y si se han convertido en una suerte de fiscales de sus actos y de sus cómplices. Hay otros que incluyen en su vida la palabra perdonar pero excluyen el término olvidar: ¿cómo olvidar si la historia tiende a repetirse? Y otros, como Primo Levi, superviviente de Auschwitz, consideran que no hay lugar para el perdón pero tampoco para la venganza.

Escribe: "No tiendo a perdonar, nunca he perdonado a ninguno de nuestros enemigos de entonces, al igual que no me siento dispuesto a perdonar a sus imitadores... porque no conozco actos humanos que puedan borrar una falta". Y agrega: "La venganza no me interesa... me convenía mucho más que los demás, la gente del oficio, se encargara de los ahorcamientos, obra de la justicia". Levi no hablaba de perdón porque sabía que en el mundo no había justicia. Tampoco hablaba de venganza, porque también sabía que ésta no conduce a nada, amén de que genera más y más violencia.

Venganza y perdón son cuestiones personales. La justicia, en cambio, es impersonal: depende de instituciones. Imposible saber las razones exactas por las cuales Levi se suicidó 42 años después de haber sido liberado Auschwitz: ¿culpa por haber sobrevivido o dolor por entender que en este mundo nunca habrá justicia?

Hay quienes sostienen que debe optarse por el olvido y sepultar la memoria del mal, así como el recuerdo que lacera y que evita liberarse y crecer. Consideran que "abusar de la memoria" es una vía que siembra más odio y que impide la reconciliación. Esta tendencia es antagónica a la idea que sostiene, como es el caso de las madres argentinas, que la máxima, ni perdón ni olvido, es válida.

Perdonar y olvidar o no perdonar y no olvidar depende del caleidoscopio con que se mira y se vive. Ser historiador es diferente que ser madre de un desaparecido, ser filósofo es distinto que ser superviviente de Auschwitz y ser político es diferente que haber sido torturado. Desde mi punto de vista, creo que cuando el horror fue extremo no hay lugar para el olvido y considero que el perdón sólo tiene cabida cuando los asesinos se atreven a juzgarse a sí mismos y a sus congéneres.

 
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