Usted está aquí: miércoles 2 de febrero de 2005 Espectáculos Jaraneros convierten Tlacotalpan en la casa del son, durante tres días

Más de 70 grupos de distintos estados del país participan en el encuentro

Jaraneros convierten Tlacotalpan en la casa del son, durante tres días

MARIANA NORANDI

Ampliar la imagen Fandango en Tlacotalpan FOTO Fabrizio Le�iez

Tlacotalpan, Ver., 1º de febrero. Este lunes se inauguró el 26 Encuentro de Jaraneros y Decimistas, que se lleva a cabo dentro de la tradicional Fiesta de la Candelaria de Tlacotalpan, Veracruz. A esta versión, acudieron más de 70 grupos de jaraneros procedentes de estados como Veracruz, Tlaxcala, Jalisco, Oaxaca, Morelos o el Distrito Federal. Durante los tres días que dura el festival, Tlacotalpan se transforma y se convierte en fiesta. La población de esta localidad, de 11 mil habitantes, casi se duplica con la llegada de miles de visitantes que asisten a este para disfrutar, divertirse y reforzar una tradición musical que se vigoriza con el paso de los años.

Desde muy temprano, sus calles son recorridas por gente que busca escuchar en alguna plaza o rincón son jarocho. Jóvenes, y no tan jóvenes, vestidos con guayaberas blancas, sombreros y paliacates rojos, tocan en esquinas o bajo los arcos de los portales rodeados de curiosos y amantes del son. Por donde uno vaya, escucha ese peculiar ritmo que musicaliza toda la ciudad.

El escenario principal del encuentro es la Plaza de Doña Martha que, desde las seis de la tarde hasta muy pasada la medianoche, se convierte en desfile de músicos. Aquí se puede escuchar desde son tradicional hasta grupos más jóvenes que empiezan a usar fusiones en sus composiciones como Son de Luna, que incorpora reggae.

En la plazuela de Agustín Lara, frente a la plaza central de Zaragoza, cuando cae la tarde comienza el fandango. Allí tocan grupos menos reconocidos, pero que hacen del fandango el arte de tocar e improvisar. Esta apasionada forma de interpretar el son, motiva a más de una pareja a zapatear. Y, para los más desvelados, en el lateral derecho de la iglesia San Miguel Arcángel, a partir de las nueve de la noche y hasta que amanece, el fandango convoca a grupos de la talla de los Cojolites o Mono Blanco. Ahí es cuando la mestiza sangre jarocha entra en ebullición y explota en frenesí musical y dancístico.

Frente al escenario, un expendio de cerveza llamado Centro Caguamero recibe a los visitantes. Uno de ellos es el guanajuatense Benito Lara, bailarín de 85 años del grupo potosino Guillermo Velásquez y los Leones de la Sierra Jichú. Vestido con el traje tradicional de la sierra gorda de Guanajuato, el anciano observa a un grupo de muchachas bailar son a eso de la una de la mañana y dice: "Ahora el son se ha vuelto como las películas triple X, bailan mujer con mujer. Eso no se vale... una mujer debe bailar con un hombre".

Veintiseis años de historia

Este encuentro nació hace 26 años como un concurso fundado por el arquitecto y cronista de la ciudad, Humberto Aguirre Tinoco, a quien se le ha homenajeado por su labor cultural en Tlacotalpan: "Yo me acerqué a la historia de Tlacotalpan y a su música desde que era niño. Iba a casa de unas tías que, mientras tejían con mi mamá, hablaban de la gente anciana de esta localidad y yo las escuchaba. Cuando fui a la Academia de San Carlos a estudiar arquitectura en el año 50, empecé a acudir al Archivo de la Nación y a investigar sobre los pobladores de aquí, su cultura y el son".

A este concurso acudían los más virtuosos de la jarana, por lo que muchos no se atrevían a concursar. Dos años más tarde, con el afán de ampliar la participación, el certamen se transformó en encuentro. En 1985, debido al reducido apoyo económico que este festival reunía y al terremoto que devastó la ciudad de México, se suspendió. Al año siguiente, el grupo de son Siquisirí lo retomó y reforzó. Su contrabajista, Rafael Figueroa, comenta: "Este encuentro ha evolucionado mucho desde que lo vi nacer. En un principio no venían más de 20 grupos y eran músicos procedentes de la zona más rural de Veracruz. Hoy son más de 70, y llegan de muchos lugares de la República, inclusive de Estados Unidos. El son que ahora escuchamos tiene un pie puesto en la tradición y otro en la modernidad".

Ramón Gutiérrez, guitarrero del joven grupo Son de Madera, añade: "Ahora el son tiene una mayor participación de la mujer y muchos hacemos de esta música un medio para transmitir las preocupaciones de este país. En Veracruz hay gente a la que todavía no le cae el veinte y cree que el son es una representación folclórica, ese folclor nacionalista que se ha hecho en México y que no tiene profundidad. Piensan que es una representación que le ha convenido al sistema que tuvimos durante más de 70 años y que no decía nada. Nosotros hacemos música, con profundidad poética, que dice, crítica y propone".

También hay salsa y cumbia

Y es cierto, no lejos de los escenarios principales, gran parte de la juventud sigue su fiesta sin prestar demasiada atención a lo que ocurre en el Encuentro de Jaraneros, con la idea de que es "para viejitos". En un gran escenario a un lado de la plaza de Zaragoza un grupo toca salsa y cumbia. Otros van a la disco Soho a oír música electrónica y no falta quien se emborracha con el mismo ambiente de la fiesta sin saber los motivos de ésta. Sobre la ribera del Papaloapan, un tianguis jipi ofrece tatuajes temporales, trenzas, pulseras de cuero, collares de piedras y rastas. Un joven del Puerto comenta: "Esto ya es como un Cervantino en chiquito, cada quien tiene sus propios intereses y no todo el mundo está interesado por el desarrollo del son. Hay quienes hacen su agosto con la renta de cuartos, subiendo los precios de la comida o vendiendo cosas que nada tienen que ver con la música. Pero, afortunadamente, somos más quienes realmente apoyamos este encuentro como oportunidad para el conocimiento y reconocimiento de nuestra cultura".

 
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