Usted está aquí: martes 1 de febrero de 2005 Opinión Transporte y obras viales

Nora Patricia Jara

Transporte y obras viales

A primera vista se destacan sus columnas ligeras, sofisticadas, creadas por ingenieros mexicanos. Son estructuras de concreto que presumen su esbeltez y fuerza para sostener cerca de 18 kilómetros de nueva base de rodamiento, que se ponen al servicio de los habitantes de la ciudad de México tras la inauguración del segundo piso del Periférico, obra pública que cambia y revoluciona, luego de 30 años, la fisonomía de esta gran capital.

Ponderando los beneficios de construir una nueva vialidad con el menor impacto posible sobre terrenos, casas, calles o para evitar daños en conexiones de drenaje, agua, gas o cables telefónicos, hace poco más de dos años el gobierno capitalino decidió hacer un segundo piso sobre la superficie del Periférico, de San Antonio a San Jerónimo, y en el futuro continuar hasta el Viaducto, junto con la otra parte, el regreso de sur a norte, como le dicen ya los habitantes a esta vialidad.

Con alerones de concreto prerreforzado, colado ahí, en el sitio donde opera la obra, tratando de no interrumpir la cotidianidad se realizó la construcción que el GDF afirma es la más importante del presente sexenio, para la que se contrataron empresas nacionales especialistas en estructuras de concreto prefabricadas y que tuvieron que superar retos como el de idear dos carriles encima de una vía rápida utilizada por miles de automovilistas diariamente, por lo que había que causar el menor número de molestias, tratar de no expropiar bienes, reacomodar a otros tantos, si era el caso, además de asegurar que fuese resistente a los sismos ya que se erigió en un suelo que es conocido por los expertos como duro y a la vez arcilloso.

El resultado: un proyecto de carácter global que refleja los adelantos de una de la subespecialidades de la ingeniería estructural de nuestro país; actividad que ha sido prácticamente sustituida por empresas extranjeras que son contratadas sin rubor por los gobiernos federal y estatales para hacer las escasas obras públicas que aún se ejecutan en la República.

De ahí la importancia de un proyecto que tiene aspectos económicos, financieros y políticos, como toda obra ingenieril, en especial si se construye en la capital del país para incrementar su capacidad de tránsito, mediante columnas semihuecas de hasta nueve metros, acompañadas de trabes de doble voladizo y marcos transversales postensados que tejen una fisonomía contemporánea a esta urbe que había renunciado prácticamente a renovarse.

Si bien investigadores en transporte como Bernardo Navarro, de la UAM, articulista de este diario, advierten que el segundo piso no está exento de fallas ocasionadas por el ejercicio del ensayo y error, como la falta de señalamientos, o complicaciones en la circulación de sus laterales y colonias aledañas, algunas de las cuales han sufrido daños, como el empedrado y calles típicas de barrios históricos como los de San Angel o Mixcoac. Sin embargo, el beneficio es más si se toma en cuenta que servirá para transportar en menos tiempo a cientos de miles de automotores particulares, así como del transporte público y concesionado que siguen la línea del Periférico para conectar a las demarcaciones que lo atraviesan.

En esta última parte se encuentra ahora el reto del gobierno de esta ciudad, para que luego de poner en marcha la vialidad haga que esta sea un punto de conexión que permita a los autos y demás transporte contaminante hacer una red que confluya hacia los transportes eléctricos cercanos a la zona sur, agilizando la circulación, tratando de reducir las cargas de gases tóxicos producto de la combustión de los motores a gasolina o diesel.

Subir los autos al cielo puede que no sea para muchos una medida muy ambiental, pero si los ciudadanos y autoridades hemos renunciado también a dejar los automóviles, como la mayoría de las sociedades modernas, hay que conciliarlo con formas alternativas de movilización de masas que sea racional, económica, resistente e integral.

 
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