Usted está aquí: martes 1 de febrero de 2005 Opinión Autocrítica para avanzar

Marco Rascón

Autocrítica para avanzar

El amplio movimiento democrático de 1988 fue una suma de la diversidad política e ideológica, de luchas sociales y reivindicaciones históricas en torno a un programa que enfrentaba la tendencia neoliberal y marcaba un camino distinto, sustentado en la soberanía. Unificó la idea de que el PRI era un obstáculo para el país, pues no sólo representaba los vicios como partido de Estado, sino como cultura de la simulación, la demagogia, la corrupción, el entreguismo, la manipulación, el clientelismo, el corporativismo, el fraude electoral, el autoritarismo, la represión, la tortura, el crimen político, la persecución de opositores, el control de la prensa y medios de comunicación, la discrecionalidad y la violación constante de la ley y la Constitución.

1988 era una gran unidad que rompió el esquema de un cambio por la derecha, mandando al PAN a un lejano tercer lugar y obligándolo a despojarse de la máscara al unificarse con el PRI en torno al fraude y la usurpación salinista. Detrás de ambos asomó claramente el poder oligárquico cerrando filas contra la insurgencia democrática.

La tarea estratégica de ese momento fue mantener la unidad en la diversidad; mantener la iniciativa política y una estructura que fuera referente de organización en el país. Error estratégico fue confundir la necesidad de consolidar esa unidad metiendo todo en un partido. Se confundió la necesidad de un registro legal con la de mantener una organización amplia. Lo diverso, que era virtud en el Frente Democrático Nacional (FDN), se convirtió en defecto en el PRD cuando trató de mantener en una estructura rígida la amplia diversidad de movimientos y organizaciones.

Lo electoral se hizo fundamental, cuando la ofensiva neoliberal fue sobre todo hacia los focos de lucha y resistencia social, los cuales fueron combatidos con una represión encarnizada. La modificación al artículo 27 constitucional fue precedida del asesinato de cientos de campesinos de la base perredista en torno a las luchas municipales.

Grave error fue permitir que los grupos más sectarios de las viejas burocracias partidistas de la izquierda se impusieran como "dirigentes" del amplio movimiento, asaltando la estructura del PRD, lo cual era su objetivo político central. Estos grupos por poco frustran la amplia unidad de 1988 y, tras ir a la zaga de la movilización y como lastre, a la hora de las prerrogativas y la administración del registro renovado con miles de afiliados en todo el país se pusieron por encima de todos y son los mismos que han llevado hoy al PRD a niveles indescriptibles de desprestigio y corrupción.

De nuevo se plantea que una es la necesidad de registro y otra es que ésa sea la estructura que dirija una estrategia triunfante hacia la Presidencia de la República. No se puede convencer a la mayoría de los mexicanos a través de un partido descompuesto como el PRD, pues éste ha reproducido todos los vicios del priísmo a nivel de caricatura grotesca. La demagogia, la corrupción, la ilegalidad, el fraude electoral, el entreguismo, el pactismo, las traiciones, el pragmatismo y el cinismo se apropiaron de un partido que fue creado como la representación de la amplia diversidad de 1988.

Paralelamente a esta descomposición, el PRD abandonó los temas fundamentales como la reforma del Estado, la crítica a la política económica y la integración, los principios de política exterior (silencio ante la invasión a Irak), la defensa de la industria eléctrica y el petróleo, la crítica al papel de los medios de comunicación electrónica, la lucha por el estado 32 en el Distrito Federal, el juicio por los crímenes del pasado y la solidaridad con las luchas campesinas. Para la reforma fiscal terminó aliándose con el PRI cambiando su política de alianzas, y abandonó la lucha en defensa del valor del trabajo.

En 1988 el gobierno quería acabar con un baño de sangre y frustrar la amplia movilización, como hizo durante el vasconcelismo y el henriquismo. Lo que hoy se pretende juzgar como falta de decisión para tomar la Presidencia, esperando en respuesta una insurrección armada popular, hoy, a 17 años, es factor positivo, pues se demuestra que frente al nivel actual de enfrentamiento pueril la figura de Cuauhtémoc Cárdenas puede construir una mayoría progresista y alternativa que establezca los puntos claros de transformación que el país necesita.

Cárdenas tiene amplia autoridad para unificar con base en una propuesta consistente, convocando a las mejores mujeres y hombres del país, reivindicando a una generación enérgica, intelectualmente apta, éticamente sustentada para llevar adelante estas transformaciones.

El camino electoral puede ser una vía de transformaciones si se aparta del electoralismo y las elecciones de 2006 se convierten en un referéndum sobre el rumbo y contenidos de las reformas y transformaciones que el país necesita para cambiar verdaderamente, superar vicios, la paralización y el atraso.

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