Jornada Semanal,  domingo 30 de enero  de 2005                núm. 517

Luis Tovar


ALBRICIAS PARA RAQUEL

Lo único que lamento es no haber podido invitarlo desde aquí, amable lector, a la presentación del libro, porque ésta ya tuvo lugar el miércoles pasado, pero en descargo haré una franca promoción: no deje usted de comprar, y por supuesto de leer y disfrutar, Humo en los ojos, de la querida colega Raquel Peguero, recién publicado por el Conaculta en su colección Periodismo cultural.

Tiene toda la razón José Felipe Coria cuando afirma, en el prólogo del libro, que es indispensable rehacer la memoria cinematográfica de este país, no sólo compuesta por el acervo estúpida/bárbaramente convertido en pasto de las llamas hace casi veintitrés años, sino también por una labor de investigación y documentación que igualmente fue reducida a casi nada. A esa labor, precisamente, se ha abocado Raquel Peguero desde hace más de una década, en el trabajo diario realizado para El Día, La Jornada y El Universal, en ese orden, así como para algunos otros medios impresos.

Por los cuatro costados periodista, y de las buenas, Raquel conoce a la perfección el doble valor del documento periodístico, conjugado en esa felizmente falsa fugacidad que se da cuando su autor lo realiza pensando sí en el momento, sí en la necesidad tantas veces obsesiva de conseguir "la nota", sí en abordar el tema específico que la tiene a ella frente a un cineasta y a una grabadora entre los dos; pero también pensando en que allí precisamente, en el comentario aparentemente trivial, en la frase dicha por el entrevistado como al desgaire, en la distancia exacta que hay que poner entre quien pregunta y quien responde para que la respuesta sea no sólo franca sino exhaustiva, y así pueda trascender el tema y llevar la conversación a derroteros ya intuidos por quien pregunta... En todo eso suele residir la posterior vigencia de las palabras puestas a explicar algo que ya no es únicamente el porqué y el cómo y el cuándo de una determinada película que acaba de rodarse o cuyo estreno es inminente al ser hecha la entrevista. El valor documental de eso que se dijo es comprobable cuando, seis o diez o cualquier cantidad de años más tarde, resulta invaluable para comprender mejor la trayectoria de éste o aquél cineasta, su contexto y su problemática particulares, y más importante aun, para aprehender más cabalmente el fenómeno cinematográfico –y desde una perspectiva no contaminada de ese inmediatismo funesto que nos regala un año sí y otro también la enésima declaratoria entusiasta del descubrimiento de novedosísimos hilos negros, como malacostumbran la mayoría de las revistas especializadas y casi todos los medios electrónicos–, apoyados, entre otras fuentes, en la postura y el discurso verbal de quienes hacen o deshacen el cine en México. Un ejemplo: Luis Mandoki hablando, en 1994, de su experiencia en Hollywood, de las presiones de esa industria y cómo las ha enfrentado, e incluso conducido por Raquel para hablar de esa vertiente sentimental tan evidente en sus películas, que otros llamamos cursilería a secas, es bastante útil para una mejor apreciación de Voces inocentes (2004), próxima a estrenarse, con la que Mandoki había querido meterse a la lucha por el Oscar a la mejor película extranjera pero no se le hizo, y que rezuma sentimentalismo en cada uno de sus treinta y cinco milímetros.

Raquel ha entrevistado a prácticamente todos los directores cinematográficos mexicanos de quienes se han exhibido una o más cintas en los últimos años, y ha reunido esas voces, previa adecuación y redisposición de los textos originales, ordenadas en tres apartados: Los opera prima, Los que se quedaron y Los que se rebelaron y los que se fueron. Allí están, entre otros, Antonio Serrano, Arturo Ripstein –tan reacio a entrevistas–, Carlos Carrera, Alfonso Cuarón, Jorge Fons, Alfonso Arau, Guillermo del Toro, Gabriel Retes, para mencionar algunos de los más conocidos. También están Rafael Montero, Juan Antonio de la Riva, Óscar Blancarte, María Novaro, Maryse Sistach, Carlos Marcovich, Ignacio Ortiz, entre los nombres que le suenan con facilidad a cualquier asiduo al cine mexicano. Aparecen también Gerardo Lara, Erwin Neumaier, Daniel Goldberg, Hugo Rodríguez, como parte de quienes sí filman aunque no suenen, e incluso están, para bien de la memoria, Busi Cortés y Rubén Gámez, entre otros, que sí suenan aunque al parecer ya no filman.

Como dice Braulio Peralta, Humo en los ojos es prueba irrefutable del gran oficio periodístico de su autora, y comprobarlo es fácil: basta con leerlo.