Jornada Semanal,  30 de enero de 2005       núm. 517

Juan Domingo Argüelles

REFLEXIONAR SOBRE LA REFLEXIÓN

En su extraordinario poema "Red neuronal", Hans Magnus Enzensberger dice: "Piensa en un árbol de baobab,/ gigante rico en ramas,/ y puéblalo en la imaginación/ con miles de diminutos monos;/ imagínate cómo trepan,/ se balancean, cómo se agarran/ entre sí, colgándose de rama en rama;/ hasta que se dejan caer,/ toman el viento, se juntan, están absortos./ –¡Piénsalo, oh pobre pensador!/ Después saltan de nuevo,/ rabiando veloces, pululando eléctricos,/ vacilan y se precipitan;/ o están allí sentados, simplemente así,/ flojos y se rascan soñadores,/ hasta el próximo ataque./ –¡Ay del que/ quiera describir todo eso!/ Ríe, horrorízate, maravíllate,/ pero deja, antes de volverte loco,/ de reflexionar sobre la reflexión."

Enzensberger acierta. Uno de los mayores problemas de la poesía es confundir la reflexión natural de todo poema con la reflexión sobre la reflexión: la falsa idea de que el poema, para que tenga profundidad, debe, por fuerza, reflexionar sobre lo que dice incluso cuando lo que dice sea ínfimo. Este reflexionar sobre la reflexión lleva a pensar a algunos que la poesía que se entiende a la primera lectura es una inocentada. Por ello, lo que se proponen ciertos poetas con ciertos poemas de artificiosas oscuridades es enfatizar que el poeta piensa, aunque tal pretensión es también una inocentada, pues, sin distinción todos los poetas, cuando escriben, piensan en algo, y en este sentido Neruda es, indudablemente, un poeta que piensa, aunque no piense por supuesto como Paul Valéry.

Un no-poeta que entendió esto a la perfección, porque supo reflexionar en lo que leía al tiempo que se sometía a las fuerzas de la emoción, fue el narrador y ensayista peruano Julio Ramón Ribeyro. A sus 25 años de edad, el autor de Prosas apátridas queda impresionado por El cementerio marino, pero, en una "inocentada" juvenil, reflexiona del siguiente modo: "Admiración seguida de sospecha. Cerebralización magnífica. Cada palabra en su lugar, ¡qué prodigio! Pero frío todo, congelado. Prefiero Apollinaire."

Una década después, cuando ya ha leído mucho más y reflexionado también mucho más sobre lo que ha leído, el menos juvenil lector escribe, "inocentemente": "Los largos y ambiciosos poemas de Valéry, como los de Narciso e incluso El cementerio marino, se me caen ahora de las manos y no me parecen otra cosa que un ejercicio aplicado y talentoso de versificación de los cuales la poesía está ausente. Muchos de los versos que los forman, la mayoría, podrían haber sido escritos en el siglo XVII, formar parte de una tragedia de Racine. Valéry parece olvidar que la belleza es un valor temporal, válido dentro de determinado contexto y que la imitación es siempre un arte secundario, es decir, un artificio. Valéry construyó a base de formas, imágenes, palabras conocidas y garantizadas. Por un poema como ‘Zona’ de Apollinaire daría todos los versos de Valéry."

Una inocentada más sería descalificar a Ribeyro porque no es un poeta. Hacerlo así nos llevaría a suponer que sólo los poetas comprenden la poesía y que el lector común no tiene derecho a reflexionar sobre el poema y los poetas. Si ello fuera cierto, la poesía sería inescrutable y los poetas sólo escribirían para los poetas.

Es el mismo Ribeyro quien describió la paradoja de ciertos narradores enfrascados más en la técnica y la forma que en su lucha con la expresión. A propósito de esto reflexionó del siguiente modo: "Algunos autores creen que basta utilizar ciertos procedimientos para estar, como dicen los franceses, dans le vent. Nada envejece tan rápido como los procedimientos. Hay quienes disfrazan una visión banal, simplista y vieja de la realidad con una técnica modernista. Como si la modernidad fuera cuestión de técnica." La observación es válida también para la poesía. Algunos poetas provienen más de la literatura que de la vida. Su obra es tan sólo un eco de lo leído, y una reflexión sobre la reflexión.

Caso contrario el de Juan Gelman, que en sus poemas ha sabido reflexionar sobre la existencia y la poesía, y que en uno de los poemas de su más reciente libro País que fue será dice lo que para algunos pensadores inocentes podría parecer una inocentada: "El día que el corazón aprenda a leer y a escribir/ se verán cosas grandes."