371 ° DOMINGO 30 DE ENERO DE 2005
 

José Guadarrama y su leyenda negra
"No soy un santo"

Hidalgo atrae los reflectores no por su peso electoral –como sucede con el estado de México– o por ser ancestral tierra de caciques –Guerrero–, sino por la presencia de un candidato singular: el profesor José Guadarrama, quien de demonio del Partido de la Revolución Democrática pasó a ser su abanderado.
Dirigentes de ese partido documentaron las duras acusaciones que el PRD hizo durante años contra uno de los más connotados mapaches electorales del priísmo e incluso desempolvaron los expedientes que lo involucraban con los asesinatos de militantes bajo el salinismo. Leonel Godoy, presidente nacional del PRD, tuvo que tragarse sus amenazas en aras de una posible victoria electoral –o al menos un mejor porcentaje.
Y el profesor Guadarrama no se inmuta ni se espanta: dice que lo acusaron de un crimen cometido cuando apenas tenía 10 años de edad

 
Fotografía: Armando Loaiza

 
Mapache electoral, alquimista, cacique, represor. Adjetivos que parecen una extensión al nombre de José Guadarrama Márquez, hoy candidato al gobierno de Hidalgo por el partido que así lo ha nombrado, el de la Revolución Democrática.

Fantasías, dice el hidalguense en entrevista con Masiosare para responder a lo que califica "la leyenda negra que me han creado".

Va por partes. "El trabajo de una elección va más allá de la imaginación, es un concepto profesional de enorme disciplina, con programa y hasta de orden científico", dice, como si repitiera una lección ya explicada. 

Eso fue lo que hizo dentro del PRI, un trabajo estrictamente profesional "con toda la capacidad que mi experiencia me haya permitido pero siempre dentro de la ley. No hay un solo elemento con el que puedan probar que alteré una elección; y si lo hay, demuéstrenlo".

Parece una escena de Mario Puzzo. En el fondo, parece decir el profesor, no es un asunto personal. Sólo negocios. 

–En Michoacán el PRD lo acusó de propiciar el robo de urnas, de intimidar electores y comprar votos...

–Dígame la urna. En esa elección sólo hubo una casilla impugnada, y lo hizo el PRI. 

–¿Cómo concilia su militancia perredista con su pasado priísta?

–Porque soy congruente. Lo que pasó en ese partido fue un trabajo profesional.

–¿Ha hablado con Cuauhtémoc Cárdenas?

–Sí, cuando los dos éramos priístas. Y ahora respeto mucho su calidad moral y su trabajo como fundador del PRD.

El profesor Guadarrama no esquiva las preguntas, ni siquiera las que recuerdan la muerte de varios perredistas. Falso, insiste: sólo fue el señalamiento de una persona.

–Pero hay una recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (la 75/91) que lo involucra...

–En su momento lo dijo el entonces presidente de la Comisión, Jorge Carpizo: lamentablemente muchos pretenden utilizar al organismo para dirimir conflictos estatales, y en cuanto a Guadarrama no existe ninguna observación sobre esas muertes.

Sigue. "¿Sabe cuándo fue la primera acusación? En 1975, que sacaron un panfleto donde dicen que cometí uno de los homicidios que me achacan. Pero cometieron un error: dijeron que lo hice a 10 años de haber nacido".

No suelta prenda el candidato perredista. A los señalamientos de participar en el Pemexgate responde que nunca tuvo acceso a los fondos de la campaña de Francisco Labastida; sobre las acusaciones de utilizar para fiestas particulares las instalaciones del Patrimonio Indígena del Valle del Mezquital y Huasteca Hidalguense, del que fue vocal ejecutivo, dice que, por el contrario, "convencí al entonces gobernador de que se utilizaran como una casa de cultura".

–La imagen negativa que se tiene de usted viene de hace tiempo, y los señalamientos siempre son parecidos. ¿No le parecen muchos años de coincidencias?

–Es la leyenda negra que ingenuamente me han querido crear para ver si me restan liderazgo o me obligan a pactar. Pero no ha sucedido. Yo no soy un puritano ni un santo, pero mi conducta va de acuerdo a los valores que un humilde matrimonio (sus padres) me pudo dar. Yo sí me puedo parar ante la gente con la frente en alto; a ver si los que me atacan pueden hacer lo mismo. (Alberto Nájar)