Jornada Semanal,  domingo 23 de enero  de 2005                núm. 516

Luis Tovar


A LA CONQUISTA DEL ESPACIO

No se hablará aquí de Viaje a las estrellas enésima parte, de La guerra de las galaxias episodio no sé cuál, ni de ninguna película de ciencia ficción, como podría sugerir el título de esta columna, sino de la conquista del espacio en salas cinematográficas.

A raíz de las anteriores entregas, un lector puso en duda el dato de que ochenta por ciento del espacio en pantalla está copado por producciones extranjeras, la mayoría de ellas estadunidenses. En respuesta, lo invité a que en ese mismo momento abriera las páginas de la cartelera de cualquier diario nacional e hiciera una simple operación aritmética: restar del total de salas la cantidad destinada a la exhibición de películas mexicanas. Por mi parte hice lo mismo y pude comprobar que, cuando estas líneas eran escritas, de las salas disponibles en Ciudad de México –ochocientas para ponerlo en números redondos, incluyendo las cadenas Cinépolis, Cinemex, Cinemark, Lumiere, Cinemas 2000, Multicinemas, Metrópolis, Gabal, Gemelos, Ecocinemas, Xtracinema, así como la Cineteca Nacional, el circuito de la UNAM, Cinemanía y el Museo del Niño–, sólo el 3.75 por ciento, es decir treinta, ofrecían una película mexicana. Y sólo estamos hablando aquí de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Es casi seguro que dicho porcentaje variaría a la baja si se añaden los cines en el resto del país.

LA CIFRA TRISTE

Lo anterior significa que un día cualquiera, en este caso miércoles de dos por uno en taquilla –donde todavía lo respeten, pues ahora uno se encuentra con arbitrarios y risibles descuentos dependiendo del horario–, el porcentaje de exhibición de cine nacional queda muy lejos ya no digamos del veinte por ciento promedio en el mundo, sino incluso del olvidado diez por ciento de pantalla reservado para el cine mexicano, establecido por la ley de cine y su reglamento y sólo presente en ellos, sin vigencia alguna, pues evidentemente los exhibidores disponen de sus negocios sin hacer caso a nada que no sea la rentabilidad.

Ni siquiera sumando de otro modo hubo alguna mejoría sustancial, pues de los cincuenta y dos títulos en exhibición solamente tres son mexicanos, para un paupérrimo 5.76 por ciento. En los hechos, esto significa que Digna, hasta el último aliento, documental de Felipe Cazals presentándose en la sala 3 de la Cineteca, Santos peregrinos, de Juan Carlos Carrasco en tres cines, y Cero y van cuatro, de Carrera, Gamboa, Sariñana y Serrano en veintiséis salas –ni siquiera diez mil butacas en total–, son las únicas posibilidades que un día como hoy tienen millones de personas de ver su realidad reflejada en una pantalla grande. En cambio, hay sesenta y un lugares distintos a los que puede uno meterse a ver Al caer la noche, donde lo único mexicano es Salma Hayek y, sinceramente, no importa.

LA MISMA PREGUNTA

Hace ocho días, Televisa retransmitió una entrega del programa México nuevo siglo dedicada al análisis del cine nacional, que incluía, entre muchas otras, la opinión de un Alto Funcionario de una cadena de exhibición. A todas luces convencido de que así deben ser las cosas y nada hay de anormal en ello, el Alto Funcionario afirmó que a una película mexicana se le trata exactamente igual que a cualquier otra. La declaración es tramposa o, para decirlo menos acusadoramente, tiene matices que en parte la confirman y en parte la desmienten.

Si es verdad que se le trata como a cualquier otra, ¿a partir de qué momento ocurre eso? ¿Una vez que fue elegida para formar parte de la oferta de la semana, o desde antes? El camino que un filme nacional debe recorrer desde que concluye su elaboración hasta que se exhibe en cartelera comercial es largo, lento y complicado, y suele conllevar la enojosa aceptación de dos actitudes: la de quien está pidiendo una limosna y la de quien a veces la concede. Si es verdad que se le trata igual que a todas, ¿por qué entonces setecientos setenta contra treinta? ¿De verdad cree el Alto Funcionario que uno cree que se maneja igual una cinta cuyo presupuesto de promoción triplica el costo de una película mexicana? Eso sí, las dos son tratadas igual si no producen esa ganancia bárbara eufemísticamente llamada rentabilidad.

Copado por Extranjia, el espacio en cartelera se rige por la selvática ley de la supuesta libre competencia, donde quien tiene más saliva traga más pinole y donde la producción cinematográfica nacional naufraga una semana sí y otra también, ante la mema mirada del (des)gobierno del cambio, que aquí como en tantos asuntos no ha cambiado absolutamente nada.