La Jornada Semanal,   domingo 23 de enero  de 2005        núm. 516

entrevista con 
Rafael Barajas "el Fisgón"
Ricardo Guzmán Wolffer

El humor está en quien lo ve

"El Fisgón", colega de estas páginas y amigo entrañable, no requiere presentación: basta abrir un ejemplar  de La Jornada cualquier día de cualquier año para encontrar su indispensable síntesis tragicómica de la realidad que nos toca vivir. Ricardo Guzmán habló con él acerca de los cómos y los porqués de la caricatura política, de la necesidad del humor y los mecanismos para detonar la risa.

–¿Por qué se ríe la gente de esa cosa que hasta le dicen política?

–Porque no le queda de otra.

–Todos dan por hecho que los cartones periodísticos son cosa espontánea, casi ocurrencias angelicales para alegrarle el día al lector que no aguanta tomar de frente las notas de primera plana.

–Para empezar habría que precisar que el humor colinda con la tragedia. Pensadores tan distintos como Aristóteles, Trotski, Lyn Yu Tang y Hegel, vinculan el humor con el sufrimiento. El humor nos ayuda a sobrevivir el sufrimiento, a sobrellevar situaciones angustiantes, desesperantes, duras, hartantes, penosas. A todo eso ayuda el humor. Baudelaire dice que en el paraíso no habrá ni lágrimas ni risas, porque ambas son formas de desahogo. Por eso los géneros más populares en la cultura occidental son los que hacen reír o llorar: las comedias, los dramas. Y, en el fondo, los grandes temas de la tragedia y la comedia son los mismos. Ante el problema de los niños de la calle, en España se escribe el clásico de la picaresca, el Lazarillo de Tormes; en cambio en Inglaterra se escribe el Oliver Twist. El mismo tema se aborda de modo diverso: el primero busca hacerte reír y el segundo hacerte llorar. El humor y la tragedia son géneros que van de la mano. En el periodismo, donde las noticias recogen historias trágicas, el humor es necesario. Y el género humorístico que más se ha cultivado en el periodismo es el de la caricatura política. Esta expresión, por su formato, te anuncia que está desvinculada con la realidad. La caricatura es un género enloquecido, pero ayuda al lector a pasar el trago amargo de las noticias horrendas de cada día.

–Pero va más allá del auxilio. Recuerdo cuando el problema de Tepoztlán, Morelos. En el palacio municipal había caricaturas hechas por ti, pero no las que hicieron ahí Rius, tú y otros artistas, sino que alguien, el pueblo mismo, amplió y reprodujo tus cartones. Eso era lo que esgrimían en lugar de discursos o consignas. Tus cartones tapizaban algunas paredes, como si te hubieras vuelto la voz del pueblo o, mejor dicho, que el pueblo se expresaba a través de tus cartones.

–Pues qué honor. Pero creo que la caricatura funciona porque es un género de síntesis. Por eso los chistes breves son los mejores. Incluso hay síntesis en la caricaturización del problema. Pero, sobre todo, hace visible lo invisible. Ese es su gran mérito, por eso tiene tanto peso. No es lo mismo saber o intuir que tal político es un monstruo, que verlo retratado como tal. Esa llega a ser la imagen que se queda en la mente del lector.

–¿Siempre fue así? ¿Cómo sería en tiempos prehispánicos, o en la colonia? Y lo refiero como parte de esa voz que el artista se adjudica, a veces involuntariamente, sobre los reclamos populares, sociales.

–La caricatura nace en México junto con la independencia. Las primeras caricaturas que circulan libremente en México son de principios del siglo xix. Antes tenemos expresiones de humor gráfico, pero no hay caricatura impresa. Apenas hay información del humor en tiempos prehispánicos; seguro existió, pero hay pocas referencias literarias. Y la tradición oral al respecto es escasa. El humor cambia con el tiempo. Para entender de qué se ríe un pueblo hay que comprender cosas muy profundas de su cultura. En la Colonia no había libertad de prensa. La máxima figura, el rey, estaba del otro lado del mar. De las pocas expresiones de desahogo político era hacer versitos o caricaturas y pegarlos en las paredes, en las puertas de las casas. Había una para pedirle a un virrey que no se le subiera el cargo a la cabeza: "Yo te conocí, Pepita/ antes de que fueras melón/ maneja bien el bastón/ y cuida a la francesita." El virrey Marquina fue famoso por la poca obra pública que hizo. Mandó construir una fuente a la que nunca llegó el agua, sólo llegaban los borrachos. Pues a este virrey le hicieron unos versos que decían: "Para perpetua memoria/ nos legó el virrey Marquina/ esta fuente en que se orina/ y aquí se acaba su historia."

La libertad de imprenta la proclama la constitución de Cádiz y la reivindican sobre todo los insurgentes. Los mejores periodistas novohispanos de principios del siglo xix eran los humoristas, como Carlos María de Bustamante o Lizardi, entre otros. Poco a poco se introduce en estas tierras la caricatura. La primera publicación con caricaturas notables y consistentes es El Gallo Pitagórico, donde se ilustra un texto satírico de Juan Bautista Moral. Entre los años cuarenta y cincuenta del siglo xix circulan El Telégrafo, Los Padres del Agua Fría, El Tío Nonilla y otros. Las revistas con caricaturas se asientan en 1861, cuando aparecen La Madre Celestina, El Palo de Ciego, La Orquesta, que contribuyen a la propaganda liberal. En el segundo Imperio y en la República restaurada los de La Orquesta están a la izquierda de Juárez. De ahí surge una gran tradición periodística que tiene un gran impacto social. La mejor ha sido El Ahuizote, era antilerdista y proporfirista. El Hijo del Ahuizote fue antiporfirista; no tenía la calidad literaria o gráfica de El Ahuizote, pero fue muy importante para la historia de México. La Revolución mexicana no se entendería sin El Hijo del Ahuizote. Muchos puntos programáticos de los caudillos estaban en esa revista. Además, El Hijo... dio pie a otras revistas: El Ahuizote Jacobino, El Colmillo Público. Ya en el poder, Díaz fue restringiendo la libertad de expresión; primero, con dificultades; aún en 1903 seguían apareciendo publicaciones agresivas al sistema. Las revistas con caricaturas eran las más agresivas y aguerridas.

–En esa tradición, ¿cómo ves a Posada? 

–Posada no era antiporfirista. No fue un precursor de la Revolución mexicana. Hace muchas caricaturas contra Madero y más contra Zapata, por lo menos ilustra publicaciones en su contra. En el fondo era proporfirista, sus pocas críticas son muy mesuradas.

–¿Y técnicamente?

–Posada, gráficamente, es la maravilla. Sus calaveras son iconos que van a durar mientras dure este país. La popularidad de la calavera catrina apenas es superada por la Virgen de Guadalupe. Ni Martha Sahagún.

–Los políticos siempre son pasto de la caricatura política. ¿Habrá alguno que pudiera no serlo?

–En general cuesta trabajo hacer caricaturas de quien te cae bien. Por eso a Posada le costaba trabajo hacerle caricaturas a Díaz. A mí siempre me costó trabajo hacerle caricaturas a Valentín Campa; me parecía un hombre honesto y de buena fe. Pero el grueso de los políticos suelen ser cínicos, descarados; suelen mentir, ser hipócritas, niegan verdades evidentes. Y lo hacen públicamente, pensando que nadie se va a dar cuenta. La teoría clásica de la sátira política dice que si te burlas de alguien, éste ya no volverá a hacer cosas indebidas. En México es al contrario. Los políticos cínicos no corrigen sus conductas, pero en el imaginario colectivo su imagen es substituida por las caricaturas que se hacen de ellos. Los diputados priístas que hacía Ríus en los sesenta se parecen a los diputados de finales de los noventa.

–¿La realidad copia al arte?

–Ante los ojos del público, los vicios que retrata la caricatura terminan por ser la imagen del político y esto también termina por destruirlo.

–¿A ti los políticos te piden las caricaturas que les haces?

–Sí, pero no se las doy, no las hago para tenerlos contentos.

–¿Lo hacen por cinismo?

–No. Es una forma de decir que no les importa la crítica. Hank González solía contestar las caricaturas más agresivas con cartas melosas de agradecimiento.

–¿Cómo ves ahora a los hijos del profesor Hank?

–Me tienen preocupado. Representan un proyecto de continuidad de lo peor del pri , del pri vinculado a sectores oscuros de la sociedad. Es increíble que el candidato para Tijuana estuviera acusado por asesinato, y dos veces. Está en la calle y ya ganó. Es un régimen delincuencial. La sátira sustituye al objeto real. En algún tiempo el pri era respetable ante ciertos sectores. Pero ya es como una asociación delictuosa.

–¿Cómo interviene ahí el humor?

–Retratando lo que se ve. Lo ven todos los mexicanos. El pri dirigido por un delincuente electoral y por una presunta homicida. El trabajo de los caricaturistas es simplemente seguir esto.

–¿Hay personajes que de ser caricaturizados serían dignificados?

–No, la intención de la caricatura es criticar los errores. Aunque no tocamos ciertos temas porque cada vez hay más de donde escoger. Ya no se puede abarcar todo. Antes los caricaturistas teníamos incertidumbre sobre qué pasaría al salir el pri, pero los panistas han salido mejores. En una ocasión no pude hacer una nota sobre Fox, porque luego de escuchar una tontería increíble, a las pocas horas cambió su declaración y dijo una peor. Ya no sabía qué hacer, si quedarme con esa última o esperar una nueva en cualquier momento. Los foxistas se preocupan poco por el lenguaje… y por cualquier actividad que tenga que ver con la función que ¿desempeñan? Pero también nos metemos con aquellos que creemos que no están haciendo su trabajo. Antes los políticos eran prudentes; Gutiérrez Barrios era muy cuidadoso para hablar, pero lo que hacían en Gobernación no lo era. Lo que hacían no era mucho motivo de risa o humor. En aquel entonces hicimos caricaturas contra la tortura, las desapariciones, por el respeto a las libertades democráticas.

–¿Hay temas donde la brutalidad es tal que limita su caricaturización?

–Sí, aunque también en esos temas es donde más fácil sale el humor.

–Habrá temas muy complicados, muy trágicos.

–Sí, pero hay que reflejar las preocupaciones.

–¿El humor está en el que lo lee o en el que lo dibuja?

–El humor está en quien lo ve, en quien lo encuentra. No olvides que también es un oficio, como cualquier otro género periodístico. Hay mecanismos que ya sabemos que harán reír al espectador, al lector. Los guionistas lo saben, aunque ellos no se ríen. Hay frases o situaciones graciosas, contradictorias o paradójicas. Este oficio puede hacerse sin reír. Pero si el autor lo hace es mejor.

–¿Tú qué prefieres, el pastelazo o lo sutil?

–El humor tiene muchos matices. No es lo mismo la sátira que la ironía, que el choteo, que la comicidad, que el albur. Cada situación se presta a una formulación especial, a la que le es más propicia. Es un oficio, que exige tocar cada caso con cuidado. A veces hay que buscar la frase que suene inteligente, o ser francamente imprudente. Con Fidel Velázquez pusimos una esquela lamentando la muerte de nuestra musa, pero Rodríguez Alcaine lo ha rebasado.

–¿Es un clon marxista? De Groucho Marx, por supuesto.

–Para nada. Groucho sabía cuándo usar el pastelazo o la filigrana.

–¿Habría podido ser político mexicano?

–No, eso lo habría hecho rebajarse muchísimo. 

–¿El público de la política pierde el sentido del asombro?

–Los políticos no pierden la capacidad de sorprendernos. Siempre van más allá de lo que suponíamos. Fox tiene unas frases increíbles. Ahora resulta que le debe todo a Dios y a Zedillo. 

–¿Qué político es el más ingenioso, humorísticamente?

–Obregón, era el de mejores salidas. Ruiz Cortines era muy bueno. En privado, casi todos los políticos priístas eran cínicos y tenían mucho sentido del humor. Pero ahora el cinismo le ganó al humor.

–¿La historieta tiende a lo social, o al personaje?

–La caricatura mexicana tiene vasos comunicantes con el humor que es arquetípico: el albur y la cantinflada. Dos formas típicamente mexicanas, poco practicadas en otro lugar. También se usa mucho el humor negro, o el humor machista o antimachista. En México hay mucha cultura de sátira política. Prieto, Zarco, Payno, Altamirano, Riva Palacio, Villasana. Si se recuperara esta tradición, se entendería el humor mexicano. Ireneo Paz, el abuelo de Octavio, hacía cosas muy buenas. Las canciones de Prieto deberían ser conocidas por todos.