370 ° DOMINGO 23 DE ENERO DE 2005
 
Elecciones en los caminos del sur
Los caciques
están cansados

Arturo Cano / Guerrero


El PRI se juega el honor en el que fuera uno de sus graneros electorales. El PRD el "oxígeno". Es la elección de gobernador de Guerrero, una entidad marcada por la pobreza y por los persistentes conflictos electorales. Aquí un retrato de las campañas
 
 
 

Héctor Astudillo, PRI "Político hecho en
Guerrero"
Fotografía: Oscar Alvarado
 
En la plaza Eulalia Guzmán de Ixcateopan, Guerrero, truena la claridosa voz de la jovencita Rocío Ocampo Jaimes, quien grita el triunfo de Z sobre "¡esos que se visten de rojo haciéndole honor a las matanzas de Aguas Blancas y El Charco y a los 600 muertos del PRD!" Los "colorados" son los priístas, que ya adoptaron en todo el país la moda impuesta por la ola mexiquense. La oradora es de los amarillos… bueno, la propaganda de su candidato más bien es un champurrado de colores, porque Zeferino Torreblanca Galindo (Z) agradece en todos sus mítines la generosidad del "hermano mayor", el PRD, y el apoyo de partidos pequeños, pero siempre subraya que él encabeza un movimiento ciudadano que echará al PRI de la gubernatura por vez primera en la historia de Guerrero.

Al candidato de la Alianza Guerrero Será Mejor muchos lo conocen simplemente como Zeferino, aunque cada vez son más quienes le nombran simplemente Z, y es esa letra la que domina en su propaganda, con tanto éxito que los priístas replicaron, sin mucha fortuna, con una A, por el apellido de su abanderado, Héctor Astudillo.

Si Z es el candidato de la imagen que se transforma en jóvenes vestidos de El Zorro en sus mítines, A es el caudillo de las promesas. Astudillo ofrece, entre otras cosas, bajar las tarifas de luz y dar un seguro de vida a los escolares. "Prefiero que me critiquen a ser un candidato mediocre, que no se atreve a ofrecerle nada al pueblo", dice en un mitin en el Parque Papagayo de Acapulco, la principal plaza electoral de Guerrero que los priístas saben perdida.

No son, sin embargo, los recuerdos de las matanzas ni las promesas los temas principales de la batalla electoral guerrerense. Los candidatos, como en toda elección que se respete en estos días, bailan al son de las encuestas. Y en este asunto ambos tienen para dar y repartir.

A fines de diciembre, mientras apuraba una típica nieve en el centro de Iguala, Héctor Astudillo presumía haber remontado "de muy atrás", 18 puntos abajo, y aludía a una encuesta de Mitofsky que daba "empate técnico". Según el priísta, la diferencia se fue reduciendo a 12, ocho, seis, cuatro puntos, hasta llegar a una ligerísima ventaja en su favor. "Nadie puede negar que ellos han venido a la baja y nosotros hemos ido subiendo", dice por estos días, tras un acto con pescadores y motociclistas en una playa popular cercana a Acapulco.

"Nunca tuvimos 20 puntos de ventaja", ataja Zeferino Torreblanca, en el trayecto de Ixcateopan a Taxco. El PRI aún no tenía abanderado, explica, cuando ya los perredistas estaban todos los días en los medios por su contienda interna. Entonces, asegura, su ventaja era de 14 puntos.

En todo caso, los operadores del zeferinismo-perredismo cargan siempre un abanico de encuestas. Sueltan, una tras otra, las de Mitofsky, Bimsa, Beltrán y Asociados, y hasta una del Cisen. Todas, insisten, les dan entre cinco y seis puntos de ventaja (la de Mitofsky en realidad les da cuatro). El candidato del PRI se apaña a un dato de esta última empresa, que le dio un punto de ventaja considerando a todos los ciudadanos y no sólo a los potenciales electores.

Los equipos de ambos contendientes se lanzan encuestas a diestra y siniestra y se acusan de fabricar sondeos o presentar encuestas patito.

Los priístas, por ejemplo, se congratularon de una encuesta supuestamente encargada por el PRD a la empresa Arwa Studies –información que los perredistas negaron– que daba un "empate técnico".

La empresa de marras, en todo caso, no ha acertado en algunas elecciones recientes: sus encuestas adelantaron "empate" en Zacatecas, donde el PRD ganó tranquilamente, y anticiparon el triunfo de Gabino Cué en Oaxaca, cosa que no ocurrió.

El guerrerólogo y el puerto
 
 
Torreblanca. El candidato "bisagra"
Fotografía: NOTIMEX
El delegado especial del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRD la pone así: "Nuestra meta es llegar a una diferencia de 10 puntos para aguantar la compra del voto". El delegado se llama Ricardo Monreal y tiene pocos meses de haber dejado la silla –además de una pesada deuda y más de la mitad del gabinete– a su sucesora Amalia García, hoy gobernadora de Zacatecas.

Monreal lleva apenas un par de semanas en Guerrero –"pago todos mis gastos", presume– y bromea: "Ya soy guerrerólogo".

Al menos cuatro miembros del CEN completan la vanguardia perredista en Acapulco, la plaza que, dice Monreal, le dará a Zeferino Torreblanca el "colchón" necesario para un triunfo sin impugnaciones.

Hace mucho los priístas saben que tienen Acapulco perdido, pero acusan a sus adversarios de "inflar" la importancia electoral del puerto. "Guerrero tiene 2 millones 200 mil electores; Acapulco 525 mil, nada más", dice Torreblanca.

"No pensamos ganar Acapulco. Tenemos una diferencia de 70 mil votos; el reto es que no nos ganen en el puerto por más de 30 mil", admitía hace unas semanas, en estas páginas, Eduardo Bernal, subsecretario de Organización del CEN del PRI.

Los perredistas buscan que eso no ocurra. "Nuestra intención es exprimir Acapulco electoralmente", dice Monreal. "Aquí está el corazón del zeferinismo".

Priísta hasta 1998, Monreal asegura que el PRI prepara triquiñuelas para el 6 de febrero, día de los comicios. "Todo está en un manual, la metodología no ha cambiado", dice como buen conocedor.

A Monreal se le ve aquí como el enviado del centro que vino a poner orden entre las tribus perredistas del estado. Las pasiones están desatadas porque una vez resuelta la gubernatura viene la renovación de diputaciones y presidencias municipales. De modo que Monreal se siente en la obligación de aclarar a las corrientes que lo único importante, por ahora, es la elección de gobernador. Y también, en guiño a la "sociedad civil", dice que sólo Torreblanca decidirá la integración de su gabinete.

El suyo es como un llamado a misa.

La rebelión de las tribus

Sucede que mientras Monreal se ufana del orden que ha venido a poner, el senador Armando Chavarría, quien contendió con Torreblanca en la elección interna, anuncia la creación de una megacorriente que agrupará a 12 de las 20 tribus perredistas estatales. La idea, dice Chavarría al presentar el proyecto el pasado 14 de enero, es asegurar que el PRD local será conducido "bajo los lineamientos de la izquierda".

Incluso porciones de corrientes importantes en Guerrero, como los Cívicos y el grupo de Félix Salgado Macedonio, dice Chavarría, se han sumado a la nueva confederación de tribus que, si se oye a sus detractores, busca ser un contrapeso al eventual gobierno zefirinista.

La nueva corriente, explica el senador, busca un equilibrio entre los principios y la eficacia. "Nos preocupa que se plantea ganar con quien sea".

El caso es que apenas pasen las elecciones, los perredistas encabezados por Chavarría formalizarán su corriente, que unos ya ven como un grupo de presión que ganará la dirección del PRD y buscará conquistar candidaturas para los comicios de octubre (diputados y alcaldes).

En el nuevo agrupamiento, sin embargo, no sólo hay perredistas ávidos de cargos, sino también aquellos que ven en Torreblanca a un candidato con un perfil "demasiado empresarial" o que incluso lo acusan de "represor" (recuerdan el desalojo, por ejemplo, de un plantón de maestros en la Costera Miguel Alemán de Acapulco).

Torreblanca admite: "Sí, hay personas que me ven todavía como el burgués, que siguen con esas telarañas en la cabeza".

Tras la elección interna en la que Torreblanca se alzó con más de 70% de los votos, el PRD y su candidato establecieron un compromiso de que buena parte del gabinete sería integrado por miembros del partido –Monreal dice que 51% y Chavarría que 60%.

"Es más un compromiso moral, pues no hay ninguna obligación constitucional", dice Torreblanca, aunque admite su compromiso público de gobernar con mayoría perredista.

No tan en broma, muchos dirigentes del PRD en Guerrero dicen que cuando Torreblanca llegó al ayuntamiento de Acapulco sólo le dio a ese partido un puesto: la Dirección de Panteones.

"Algunos compañeros deben entender que llegar el poder no es para repetir las prácticas del PRI. Aquí la gente juzga por resultados, y aquí el PRD ya ganó elecciones, pero también las perdió por la falta de un buen ejercicio en la administración pública", argumenta el abanderado perredista.

Los zeferinistas afirman que su gobierno en el puerto turístico le permitió al PRD no sólo volver a ganar la presidencia municipal con 53 mil votos de ventaja, sino también las siete diputaciones locales y las dos federales.

La estructura y los indecisos
 
 

Manuel Añorve y Héctor Astudillo. Alianza
Fotografía: Oscar Alvarado
 
Un aire de timidez acompaña en sus discursos a Héctor Astudillo, el candidato de unidad del PRI, postulado tras un acuerdo de los ex gobernadores Rubén Figueroa y Angel Aguirre Rivero con el actual mandatario René Juárez Cisneros.

Piezas de los dos ex mandatarios y del actual fueron colocadas en el PRI estatal y en la campaña. Con Astudillo andan muy seguido en la brega Manuel Añorve y Héctor Vicario, uno aguirrista y el otro figueroísta, además de todo un ejército de enviados del Comité Nacional del PRI.

"Nada más en Acapulco son 10", dicen los perredistas, y mencionan a varios que "ya fueron diputados o senadores", como Orlando Arvizu, Víctor Hugo Islas, Efrén Leyva, Jorge Meade.

Son los "operadores" de lo que ambas alianzas llaman "la estructura", es decir, las maquinarias que tendrán su prueba de fuego el próximo 6 de febrero.

"El triunfo va a depender de las estructuras para que la gente vote", dice Astudillo, y agrega dos ingredientes: las propuestas que convenzan a los indecisos y "el hambre y el coraje para triunfar, y eso lo tengo yo".

Con frases así, y mirando a los ojos a los asistentes a sus mítines, Astudillo va de plaza en plaza, donde igual se topa con priístas "de corazón" que con líderes que brincan de un lado a otro según la campaña que tengan enfrente.

En la colonia Bonfil, más allá de Punta Diamante, la Unión de Sociedades Cooperativas "Heberto Castillo" lo recibe bajo una palapa: "Más que nada somos perredistas, pero si usted se viene a comprometer...", dice Quirino Ramírez Chino, de oficio pescador. "No hemos decidido por quién vamos a votar, dice, aunque siempre hemos sido del PRD", explica después.

De electores así se apaña el abanderado de la Coalición Todos por Guerrero (PRI-PVEM-PT) para decir: "Los indecisos están con nosotros. No tengo ninguna preocupación de que la gente vote mucho, puede haber una participación superior a 60%".

El ordenado y Aguas Blancas

 

Roberto Madrazo, Angel Aguirre, Rene Juárez,
Enrique Jackson, Rubén Figueroa. La "ola roja"
Fotografía: Oscar Alvarado
De su larga carrera en la administración pública, siempre en Guerrero con excepción de su más reciente cargo de senador, Héctor Astudillo destaca su puesto de secretario particular del gobernador José Francisco Ruiz Massieu.

"Fue la mayor influencia en mi vida", dice.

–Era duro, tenía fama de autoritario con sus empleados.

–Era ordenado. Le dio orden a mi vida.

Síndico, presidente municipal de Chilpancingo, diputado local, Astudillo proviene de una familia siempre ligada al gobierno estatal y al sector educativo particularmente.

Con todo y que su trayectoria fue al lado de los viejos políticos de Guerrero, incluido el clan Figueroa, Astudillo se considera parte de "una nueva generación; conozco y entiendo mi estado, no tengo nada de que avergonzarme, puedo mirar de frente a todos y tengo las manos limpias".

El candidato Astudillo se resiste a hablar de personajes como los Figueroa ("el pueblo los ha juzgado", dice), se define a sí mismo como "un híbrido del priísmo, ni del antiguo ni tampoco kamikaze, soy un priísta equilibrado".

Insiste, machaca el candidato priísta con su trayectoria propia, con su afirmación de que a nadie debe su carrera política.

(Aunque ya hayan sido "juzgados" por el pueblo, esta misma semana el gobernador René Juárez Cisneros develó bustos de los dos Figueroa en el Palacio de Gobierno y dijo que se trató de un acto "de justicia y reconocimiento a su trayectoria".)

Se le hace volver a Figueroa: "Somos amigos, nos necesitamos y nos respetamos, pero somos diferentes".

Y de Figueroa se pasa, inevitablemente, al tema de Aguas Blancas. Astudillo era diputado local cuando ocurrió la masacre. Le hicieron subir a la tribuna. Dice que preguntó "¿por qué yo?". No le contestaron, pero subió. "Nadie recuerda que yo me haya subido a la tribuna a decir babosadas".

A la distancia sostiene lo que pensaba entonces de la matanza: "Fue un accidente. Nadie lo mandó a hacer. La policía estaba nerviosa, desvelada, alguien disparó una vez y dispararon todos".

Cuando se fue Figueroa, Astudillo vio, sentado en su curul, cómo se consumaba el ritual: "Vi la etapa aquella de ‘muera el rey, viva el rey’".

En muchas entrevistas que concede, Héctor Astudillo parece disculparse: "Soy del PRI, efectivamente, y se me quiere juzgar por eso. A mí se me tiene que juzgar por mis actos, no por los de los demás".

Los demás... Astudillo dice que mantuvo relación con Ruiz Massieu hasta su muerte. Y que un par de meses antes de su asesinato le confesó que hacerlo gobernador de Guerrero fue una "puntada" del PRI.

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Los lemas, antes piezas que llegaron a marcar la personalidad de un político o la diferencia abismal entre dos proyectos, son ahora homenajes a la generalidad y ofertas intercambiables (y se repiten en miles de pendones y anuncios espectaculares por todo el estado): "Guerrero será mejor" (Torreblanca); "Todos por el bien de Guerrero" (Astudillo).

Del Super Super al poder

Zeferino Torreblanca Avila, primer presidente municipal de San Jerónimo, fue asesinado al salir de la iglesia, hace más de medio siglo. Su familia salió de Guerrero y se avecindó en Guadalajara. El padre del actual abanderado de la Alianza Guerrero Será Mejor (PRD-Convergencia-Partido Revolucionario del Sur) se fue de bracero a Estados Unidos durante unos años, pero luego trajo de regreso a su familia a su estado natal.

La familia materna estaba en Guadalajara, de modo que todos los Torreblanca Galindo fueron a nacer allá.

En Acapulco, en tanto, la familia abrió una tienda de abarrotes que con el paso de los años se convirtió en la cadena Su-per Super.

A principios de los noventa llegaron al puerto grandes cadenas comerciales. Los Torreblanca decidieron que no venderían su negocio sino que se harían socios de los grandes. Aurrerá y Comercial Mexicana tienen ahora tiendas donde estuvieron los Super Super. "Nos dan una renta mínima o un porcentaje de las ventas, lo que sea mayor", dice Zeferino Torreblanca.

Al tiempo que capitaneaba la estrategia de negocios familiar, Torreblanca se abría cancha como dirigente empresarial y se decidía a entrar en política a través del Frente Cívico, que él fundó.

Torreblanca ganó la presidencia municipal de Acapulco hasta su tercer intento y también ha sido dos veces diputado federal.

Contador por el Tec de Monterrey, dirigente empresarial, muchos en Guerrero le veían un perfil más cercano al PAN que al sol azteca. El dice que en los tiempos en que decidió incursionar en política el PAN de Guerrero estaba coptado por el gobernador Ruiz Massieu. "El me ofreció hacerme diputado local plurinominal por el PAN".

De modo que, dice, le buscó por el lado de la "oposición real". Pero nunca se afilió. Sin pertenecer a ninguna corriente, argumenta, ha podido actuar como "bisagra" entre los grupos.

Sin embargo, mantiene el suyo. Los dirigentes del frente Civico, muchos de ellos pequeños empresarios o profesionistas acapulqueños, son su círculo cercano. Por ejemplo, su coordinador general de la campaña, Julio Ortega, despachaba en su negocio de fotografía, en el centro del puerto, hace apenas dos años. Su enlace en la zona norte es el pediatra Rubén Padilla. Y otro de sus cercanos es Carlos Alvarez, presidente del Colegio de Contadores.

Caciques o mitos

Torreblanca lleva dos años en campaña, como ex alcalde y luego como diputado federal. Durante ese lapso se ha dedicado a cultivar la idea de que su gobierno en Acapulco le dio "otra imagen al PRD, no el partido de la violencia y la sangre, que sabe llenar plazas, sino el partido que ya en el ejercicio de la función cumplió".

De su adversario dice que representa un partido que sigue sacando provecho de la pobreza y el atraso de Guerrero, porque ya ni los caciques de antaño tienen la fuerza de que se precian. "La mejor prueba es que los Figueroa ya ni siquiera ganan la cabecera municipal del municipio de Huitzuco; y Angel Aguirre pierde la cabecera de Ometepec".

–Los caciques están cansados.

–Son mitos geniales. Hemos hecho una especie de monstruo a Rubén Figueroa, cuando ya no tiene ese poderío, ese control, lo tiene dentro del PRI, eso sí, porque ellos se han seguido manejando bajo esas reglas. Pero cuando yo fui presidente municipal, el figueroísmo no representó ningún problema en Acapulco.

Más partidario del Pronasol que del programa Oportunidades, Torreblanca asegura que la única manera de combatir a fondo la pobreza es "haciendo corresponsable al ciudadano". En Acapulco, por ejemplo, acabó con el regalo de cemento y en su lugar estableció la "olla de concreto", programa que "garantizaba una obra para toda la vida, pero con la obligación de los ciudadanos de meter mano de obra".

Una elección calientita
 
 
Z en campaña
Fotografía: NOTIMEX
Hace seis años, el candidato del PRD fue el inefable diputado Costales, Félix Salgado Macedonio, quien estuvo a una nariz de ser gobernador (obtuvo 47.9% de los votos contra 49.6% del priísta René Juárez Cisneros). Con márgenes pequeños, el PRI ganó también las elecciones federales de 2000 y 2003, pero el PRD le asestó duro golpe en 2002, en la elección de alcaldes, cuando se llevó Acapulco, Zihuatanejo e Iguala

La contienda, este 2005, no parece tan cerrada, aunque los perredistas admiten que su ventaja no es cómoda.

El candidato Torreblanca estima que "en intención de voto, la diferencia de 6% ya no se mueve". La diferencia, dice, se va a dar en la movilización de electores el próximo 6 de febrero. "Hay que agregar el dinero y la capacidad de inhibir el voto que ellos tienen".

Un escenario a la oaxaqueña es lo que prevé el aspirante aliancista. Dice que los priístas buscarán crear confusión y generar violencia, además de mover su "estructura" el día de los comicios.

–En todo caso será maquinaria contra maquinaria, porque ustedes también cuentan con su "estructura" electoral.

–Pues será un volkswagen contra Ferrari. Ya tenemos experiencia, pero no los recursos para programas como sus call centers, o sus programas movilización, sin contar los recursos del gobierno. Esa es la parte que difícilmente remontaremos, si no es con la participación. Si vota 55% de los electores la intención no cambiará, pero si vota el 34%, como en las elecciones de diputados federales, veo muy difícil que podamos sacar al PRI.

Del otro lado de la acera, el candidato del PRI asegura que aunque no estamos ya frente a un "nuevo Guerrero", ha habido avances y la gente está más politizada. "La elección va a ser calientita, ya está calientita, está en la costera, en las calles, pero no va a ser la primera vez que vamos a una elección así, y no ha pasado nada".

En algo coinciden los perredistas. "Será una batalla cuerpo a cuerpo", dice Ricardo Monreal.

El PRI se juega una entidad que hasta hace pocos años era una de sus reservas electorales. Para el PRD, se trata de una elección "triple A, porque necesitamos oxígeno", como dice el ex gobernador de Zacatecas.

El PAN apenas y registra en las encuestas y puede ser que pronto reciba una sopa de su propio chocolate.

En la tarde de Taxco, frente a la parroquia de Santa Prisca, Zeferino Torreblanca escucha unos silbidos de la pequeña multitud cuando se menciona a los panistas:

–No –pide–, si por eso ando de azul, porque ando promoviendo el voto útil azul.