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Lunes 17 de enero de 2005

Carlos Fazio

El regreso del caso Maciel

El caso Maciel está de regreso en el Vaticano. El pasado 2 de diciembre, la canonista austriaca Martha Wegan, quien representa a ocho ex integrantes de la Legión de Cristo en la acusación de pedofilia contra el sacerdote mexicano Marcial Maciel, superior de la orden, informó a sus clientes que el fiscal Charles Scicluna, un maltés que se desempeña de promotor de justicia en la Congregación para la Doctrina de la Fe, a cargo del cardenal Joseph Ratzinger, había decidido reabrir el caso. En su misiva a José Barba, Arturo Jurado y Juan Vaca, tres de los acusadores, la abogada Wegan, escribió: "Me parece que esta vez sí va en serio".

Destapado en 1997 por el National Catholic Reporter en Estados Unidos y La Jornada en México, el caso recobró vigencia en 2002 a raíz del escándalo sexual en la arquidiócesis de Boston, que obligó a intervenir al papa Juan Pablo II. La política de la Iglesia católica en esos casos ha sido, por lo general, de total silenciamiento en virtud de una directiva concreta que data de 1962. En agosto de 2003, el diario británico The Observer divulgó la Instrucción sobre la manera de proceder en los casos de delito de solicitación, donde se ordenaba a los obispos católicos de todo el mundo, incluidos los del rito oriental, manejar los casos de abusos sexuales del clero en el más "estricto secreto... bajo pena de excomunión" (Anthony Barnett, "Vatican Told Bishops to Cover up Sex Abuse: Expulsion Threat in Secret Documents". The Observer, 17 de agosto de 2003). La autenticidad del texto de 69 páginas fue confirmada por autoridades eclesiásticas de Inglaterra y Gales.

El documento se centra en el abuso sexual derivado de la relación confesional entre un clérigo y un penitente, pero también se refiere a lo que califica de "el peor de los delitos", concepto que abarca "cualquier acto externo obsceno, gravemente pecaminoso, perpetrado de cualquier manera por un clérigo, o que éste ha intentado cometer, con una persona de su propio sexo" (numeral 71), "con jóvenes de cualquier sexo o con bestias brutas [bestialismo]" (numeral 73). Según la instrucción, esos casos debían ser "diligentemente almacenados en los archivos secretos de la curia (romana)", bajo el rótulo "estrictamente confidencial". Asimismo, se instaba a la propia víctima a hacer un juramento de guardar secreto, bajo amenaza de excomunión. El documento estaba firmado por el cardenal Alfredo Ottaviani, titular de la Suprema y Santa Congregación del Santo Oficio durante el pontificado de Juan XXIII.

En mayo de 2001 el cardenal Ratzinger refrendó su vigencia en una carta enviada a todos los obispos católicos. En ella comunicaba el motu proprio Sacramentorum Sanctitatis Tutela, suscrito por Juan Pablo II el 30 de abril de ese año, pocos meses antes de que estallara el escándalo de los abusos sexuales en Estados Unidos, lo cual vino a desmentir versiones interesadas de que el caso de los curas predadores era un "fenómeno moderno". Según el abogado texano Daniel Shea, quien defiende a víctimas de abusos en Estados Unidos, "la instrucción comprueba que hubo una conspiración internacional de la Iglesia para acallar el asunto. Fue un intento por ocultar conductas criminales y es un programa detallado de acción para el engaño y el ocultamiento".

A su vez, el sacerdote canonista Thomas Doyle, capellán de la fuerza aérea estadunidense en Alemania, declaró a The Observer que el documento de 1962 "es una indicación de la obsesión patológica que la Iglesia católica tiene por el secreto". Agregó que si la instrucción ha sido realmente la base de una política continua para encubrir crímenes del clero a toda costa e intimidar a las víctimas para que guardaran silencio, se estaría ante "un programa detallado de acción para el encubrimiento".

La lectura de la instrucción permite confirmar las presunciones de Shea y Doyle. Pero por otra parte torna inexplicable el comportamiento del Vaticano y los jerarcas de la Iglesia con respecto al caso Maciel, en cuanto a no iniciarle juicio formal y mantener el asunto en la congeladora. Varias de las consideraciones que incluye el documento, tipificadas como "herejía" o delito "gravemente pecaminoso", lo hacían merecedor de una "vigilancia particular" (Canon 2311). De acuerdo con testimonios notariales que los ex legionarios elevaron al Vaticano, la situación de Maciel debería ser analizada con base en los numerales 62, 63 y 64 de la instrucción, que aluden a "falsas enseñanzas" o "falso misticismo", "depravación", "repetición del delito" y "malicia obstinada", así como en lo referido a la "absolución del cómplice", agravado todo ello por enmarcarse bajo el concepto de "el peor de los delitos" (pedofilia).

A pesar de las denuncias, el caso del cura Maciel y sus dislates sexuales ha sido mantenido bajo un manto de silencio en Roma, donde el fundador de la Legión de Cristo sigue contando con la protección de Karol Wojtyla. La lapidaria frase que Martha Wegan pronunció a José Barba en el verano italiano de 2000 ha venido marcando hasta ahora el signo de los tiempos vaticanos: "Es mejor que ocho personas inocentes sufran la injusticia y no que miles de fieles pierdan la fe". šLa corporación por encima de todo! Habrá que ver si, como dice la propia Wegan, esta vez la cosa va en serio.

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