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Jueves 13 de enero de 2005

Los iraquíes que huyeron de la ciudad sunita no retornarán; ya no tienen hogar

Acusan a soldados de EU de saqueos a casas de Fallujah y de robo a heridos

ROBERT FISK THE INDEPENDENT

Bagdad, 12 de enero. Viven debajo de viejas tiendas de campaña que el viento levanta, en el estacionamiento de la mezquita de Mustafá. Su cocina, que es una carpa de lona, se encuentra junto a un charco de aguas ne-gras, pero los refugiados de Fallujah no regresarán a casa.

En primer lugar, porque muchos ya no tienen casa a la cual regresar. Segundo, porque -apoyados por clérigos locales- tienen una lista de demandas que exige el retiro de todos los soldados estadunidenses de la ciudad, y que los habitantes de Fallujah sean los encargados de la seguridad.

También quieren enormes compensaciones, y que les sean devueltos dinero y artículos de valor a quienes acaban de visitar Fallujah y acusan a las tropas de haberles robado. Los refugiados, definitivamente, no votarán en las elecciones del 30 de enero.

Acuclillado en el suelo, entre los muros de concreto de su oficina, con túnica negra al tiempo que come su almuerzo de pollo con arroz, el jeque Hussein -quien me rogó no indentificarlo con su apellido- insiste en que su gente no está en contra de las elecciones.

"No rechazamos estos comicios nada más porque sí", dice. "Los rechazamos porque son el 'pilar' de la ocupación. Son el vehículo para que los estadunidenses puedan estar seguros de que (el primer ministro Iyad) Allawi se queda en el gobierno. Y nosotros quedemos bajo su ocupación".

Un académico barbado y de anteojos sentado al lado del jeque, el doctor Abdul Kader, del Departamento de Ciencias Islámicas de la Universidad de Bagdad, recuerda con mucha seriedad a los civiles muertos en Fallujah. "Hay cientos", señala. "Encontramos cadáveres en las casas y tumbas en los jardines de los hogares".

Los familiares más cercanos del jeque vivían en Fallujah. Su mezquita sunita se encuentra en el campamento de refugiados en Bagdad, que aloja a 925 de los 200 mil refugiados de Fallujah. Afirma que en dos ocasiones ha ido a las casas de sus familiares en dicha ciudad y ofrece un perturbador recuento de lo que encontró.

"La primera vez que fui -dice-, después de que los estadunidenses ocuparon la ciudad, nuestra casa estaba en pie. Había sobrevivido. Todo lo que estaba adentro, camas, muebles y alfombras, estaba a salvo. Cuando regresé una semana después, todo estaba destruido. Muchas otras casas estaban en las mismas condiciones. Sobrevivieron intactas los combates entre estadunidenses y la resistencia, pero fueron destruidas después. ƑPor qué? Quienes se quedaron en Fallujah dicen que los soldados arrojaban granadas dentro de las casas porque, según ellos, estaban ha-ciendo una película o algo así".

Las historias de estadunidenses robando en ciudades iraquíes no son nuevas. Amnistía Internacional ha citado numerosos incidentes en que tropas invasoras sustrajeron dinero de hogares o de ropas de hombres arrestados. Washington ha reconocido un caso de pillaje a gran escala cometido por un joven oficial en el sur de Bagdad, en 2003. Pero aseguraron que el joven había sido retirado de Irak y sería "muy difícil" rastrearlo.

Las historias de robos en Fallujah, sin embargo, sólo empeoran la sensación de los refugiados de que han sido víctimas de una injusticia, sino que también contribuyen a que sean demasiados entusiastas al solicitar demandas de compensación.

"Nos contentaremos con una cifra de entre 5 mil y 10 mil millones de dólares", señala el jeque Hussein. "Esto será por la destrucción de Fallujah, por el derramamiento de sangre y el asesinato de inocentes. Los estadunidenses comenzaron matando a los nativos de su país y siguen matando a toda la gente a la que ven como inferior a ellos".

Todos en la habitación, incluyendo un estudiante de ciencias de la computación de Fallujah, quien ha escuchado en silencio absoluto, asienten vigorosamente.

Oportunidad desaprovechada

"Un día -continúa el jeque- fui detenido y llevado a una base estadunidense, donde fui interrogado por la CIA, y me dijeron: 'Usted es un hombre religioso y queremos que nos aconseje'. Yo respondí: 'Lo que les quiero decir es que no entren a las ciudades porque la gente está esperando una oportunidad para atacarlos. Los harán sufrir de distintas maneras. Desplieguen a sus tropas en los desiertos, lejos de los disparos de la resistencia, claro que eso es mucha distancia'".

Agregó: "Han sido muy pero muy estúpidos. No aprovecharon la oportunidad que se les presentó para irse. Se quedaron para obligarnos a celebrar elecciones para poder salir una vez que dejaran a sus agentes en el poder. Le digo esto: las tropas estadunidenses deberán retirarse pronto, pues de otro modo se arriesgan a encontrarse prisioneros en la trampa de Irak.

"ƑSabe? Ustedes los occidentales se ríen de nosotros los orientales, especialmente cuando decimos 'Si Alá lo quiere'. Pero el Profeta, la paz sea con él, una vez dijo que los iraquíes serían azotados por la hambruna, que no tendrían en sus manos ni un solo dirham (céntimo), ni un grano de arroz siquiera, y esto ocurrió durante el embargo económico de los años 90.

"Luego Estados Unidos llegó aquí después del 9 de abril de 2003, con todo su poder y sus soldados, orgulloso de haberse librado de Saddam Hussein. Pero ahora la moral de los soldados se está pudriendo día a día. Tienen problemas sicológicos. Mi consejo para ellos es que se vayan. O se van o serán obligados a marcharse".

Los combates continúan cada noche en Fallujah pese a que los estadunidenses han proclamado su victoria y afirman haber logrado "romper la columna vertebral" de la insurgencia. Como dice el jeque, no sin sentido del humor, "los estadunidenses circulan por las calles durante el día, de las 6 de la mañana a las 18 horas, pero no se mueven cuando la muqawama (resistencia) impone su propio toque de queda entre las 18 horas y las seis de la mañana".

Afuera del estacionamiento, las tiendas de campaña se agitan por el viento y los refugiados se forman en fila para tomar sopa de un caldero de un metro de profundidad, lleno de caldo amarillo cubierto de nata. Hay también costales de dátiles que se han roto y derraman su contenido.

Es Fallujah en miniatura. Veinte maestros de la ciudad tienen una escuela donde estudian 120 niños. Los médicos ven a los pacientes en el hogar privado del jeque. Un bisabuelo del campamento dice que no puede volver a su ciudad mientras los estadunidenses sigan ahí. Cuando le pregunto si va a votar, se ríe de mí.

"Los estadunidenses deben salir de Fallujah", dice el jeque. "Han hecho demasiado daño como para que los aceptemos".

Sugiero que los problemas de Fallujah empezaron justo después de la caída de Bagdad, en 2003. El doctor Abdul Kader me reprende. "Comenzó antes de eso", dice. "El pueblo de Fallujah sufrió bajo el régimen de Saddam y liberó a su propia ciudad. No lo hicieron para vivir bajo ocupación".

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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