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Miércoles 12 de enero de 2005

En Bagdad, prepotencia de soldados temerosos sobre una población aterrorizada

La ciudad del miedo se apresta al ejercicio democrático en Irak

En un país tribal, más que sectario, Powell advierte constantemente sobre una "guerra civil"

ROBERT FISK THE INDEPENDENT

Bagdad, 11 de enero. El periodismo es un mundo de frases hechas, pero la primera que viene a la mente es cierta. Bagdad es la ciudad del miedo. Iraquíes temerosos, milicianos temerosos, soldados estadunidenses temerosos, periodistas temerosos. El 30 de enero, día en que las bendiciones de la democracia lloverán sobre nosotros, se aproxima con toda la certeza y la velocidad del día del juicio final.

El último video de Zarqawi mostró la ejecución de seis policías iraquíes. Cada uno muerto de un tiro en la nuca, uno a uno. Un sobreviviente se finge muerto. Un hombre armado, a sus espaldas, se le acerca sigilosamente y le revienta la cabeza a balazos.

Estas imágenes persiguen a todos.

En el cruce de Al Hurriya, la mañana del martes, cuatro camiones llenos de guardias nacionales iraquíes -los futuros salvadores de Irak, según George W. Bush- pasaron junto a mi automóvil. Sus rifles parecerían púas de puercoespín apuntadas hacia todos los automovilistas, hacia todos los transeúntes que caminan sobre el pavimento.

Todos van enmascarados con capuchas negras o pasamontañas o kuffiyas, que sólo dejan ver sus ojos espantados. Poco antes de que la localidad de Mahmoudiya, al sur de Bagdad, finalmente cayera en manos de insurgentes, el verano pasado, la misma escena podía verse en sus calles. Ahora la veo en la capital.

En la plaza Kamal Jumblatt, a un lado del río Tigris, dos Humvees estadunidenses se acercan a un retorno. A bordo de ellos, hombres armados con ametralladoras gritan a los conductores que no se acerquen. En un gran letrero escrito en árabe al costado de cada vehículo militar se lee: "Prohibido. No rebase este convoy. Manténgase a 50 metros de distancia". Los automovilistas obedecen; ya conocen el significado de la frase deadly force ("fuerza mortal" o bien "se disparará a matar"), que aparece en los puestos de control estadunidenses.

Pero los dos Humvees llegan a un enorme embotellamiento; los hombres armados nos gritan que retrocedamos. Cuando un taxi no obedece a los estadunidenses y les bloquea el camino, un soldado del vehículo que encabeza el convoy le arroja una botella de plástico llena de agua, y el taxista se sube al camellón. Un camión recibe el mismo trato del Humvee. "šRetroceda!", grita otro soldado armado mirándonos a través de sus anteojos oscuros. Desesperadamente intentamos volver atrás en el embotellamiento.

Sí, los rusos probablemente hayan arrojado granadas de mano en Kabul. Pero aquí los aterrados "libertadores" de Bagdad arrojan botellas de agua a los iraquíes que supuestamente deben disfrutar la democracia que será impuesta por Estados Unidos el 30 de enero.

Que nadie dude de esta otra escena extraordinaria: el Humvee de atrás lleva escrita en el parabrisas la identificación "especialista Carrol".

Estoy seguro de que el "especialista Carrol" considera potenciales atacantes suicidas a todos los automovilistas que lo rodeamos; asesinos sobre ruedas y no puedo culparlo. Uno de esos atacantes acababa de ir a la estación policial de Tikrit, al norte de Bagdad, y se hizo estallar, matando al menos a seis policías.

A la vuelta de la esquina descubro la razón del embotellamiento: policías iraquíes repelen a cientos de automovilistas desesperados por obtener combustible. Los conductores se niegan a seguir haciendo cola por algo que Irak tiene en grandes cantidades: petróleo.

Llego al restaurante Ramaya para comer y está cerrado. Están construyendo una pared de seguridad de 20 metros en torno a la zona. Así que me dirijo a Rif para comer pizza, y mientras espero toco en el piano la tonada Air on a G-string, mientras vigilo la entrada por si entra alguien a quien no quiero ver.

Los meseros parecen nerviosos. Parecen contentos de traerme mi pizza en 10 minutos. No hay nadie más en le restaurante y vigilan la calle como conejos asustados. Están esperando el auto.

Llamo a un viejo amigo iraquí que solía publicar una revista literaria durante el régimen de Saddam. "Quieren que vote, pero no pueden protegerme", dice. "Quizá no haya un atacante suicida en la casilla de votación, pero van a estarme vigilando. ƑQué pasará si tres días más tarde arrojan en mi casa una granada de mano? Los estadunidenses van a decir que hicieron lo más que pudieron, la gente de Allawi dirá que soy un mártir de la democracia. ƑCrees que pienso ir a votar?"

En la universidad de Moustansariya -una de las mejores en Irak- los estudiantes de literatura inglesa están a punto de presentar su examen final del periodo. Enero marca el término de los semestres iraquíes. Pero un estudiante me comenta que sus compañeros dijeron al maestro -así de peligrosos son estos tiempos- que no estaban preparados para presentar el examen. En vez de reprobarlos, el maestro optó dócilmente por posponerlo.

Conduzco de regreso por el crucero de Al Hurriya, a un costado de la Zona Verde, y aparece ahí de pronto un gran vehículo negro descubierto, lleno de hombres armados con pasamontañas. "šRetroceda!", le gritan a todo conductor que pretende cruzar la intersección. Bajo la ventanilla e inmediatamente la portezuela del vehículo se abre de golpe. Sale un occidental -rubio y de ojos azules- que usa un pasamontañas y apunta a mi auto con un rifle Kalashnikov. "šRetroceda!", vocifera en un árabe horrendo.

El mismo hombre es el que abre paso en la intersección seguido de tres camionetas blindadas, con cristales polarizados, cuyas llantas rechinan sobre el camino; llevan a los sagrados occidentales hacia la dudosa seguridad de la Zona Verde, el complejo herméticamente sellado desde donde supuestamente se gobierna a Irak.

Advertencias de occidente

Le echo un vistazo a la prensa iraquí. Colin Powell advierte nuevamente de una "guerra civil" en Irak. ƑPor qué los occidentales insisten en amenazar con la guerra civil a un país cuya sociedad es tribal, más que sectaria? De todos los periódicos es el kurdo Al Takhri, leal a Mustafa Barzani, el que hace esta misma pregunta. "Nunca ha habido una guerra civil en Irak", ruge el editorial. Y tiene toda la razón. Así es como vamos "a toda máquina" hacia las temidas elecciones del 30 de enero y hacia la democracia.

Los generales estadunidenses, con su singular mezcla de mendacidad y esperanza en medio de la insurgencia, dicen ahora que sólo cuatro de las 18 provincias de Irak podrían no participar "plenamente" en las elecciones. Buena noticia. Hasta que se sienta uno a analizar las estadísticas de población y se da cuenta de que -como desde luego lo saben los generales- en esas cuatro provincias habita más de la mitad de la población de Irak.

©The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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