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Martes 28 de diciembre de 2004

Carlos Fazio

Bush, Cuba y la geopolítica petrolera en el Golfo de México

La relección de George W. Bush y la formación de un nuevo gabinete ultraconservador para su segundo mandato no son buenas noticias para Cuba. En 2004 el gobierno de Estados Unidos intensificó su política de estrangulamiento económico a la isla a través del congelamiento de las transacciones de envío de remesas, al tiempo que reanudó sus operaciones de desestabilización y guerra sicológica por conducto de Radio y Tv Martí, tendientes a generar un cambio de régimen en La Habana. Inclusive, la hipótesis sobre una acción militar directa del Pentágono contra Cuba fue considerada factible por el gobierno de Fidel Castro en la coyuntura prelectoral estadunidense.

Pero las autoridades cubanas no descartan que durante su segundo periodo en la Casa Blanca Bush pueda ensayar contra la isla la táctica de conmoción y pavor aplicada en Irak, en el marco de lo que John Saxe-Fernández ha definido como la "geopolítica petrolera imperial del Golfo de México", en un contexto en el que se han confirmado nuevas reservas y reservas potenciales de hidrocarburos a grandes profundidades en ese espacio geográfico en el que colindan las jurisdicciones marinas de Estados Unidos, México y Cuba.

Los temores del gobierno de Fidel Castro ante una eventual agresión militar de Washington se sustentan en la Estrategia de Seguridad Nacional firmada por Bush y aprobada en 2002, que constituye la plataforma programática de política exterior de Estados Unidos. En su capítulo 5, el documento recoge diversos aspectos relacionados con el "terrorismo internacional" y la guerra preventiva contra cualquier país que constituya una "amenaza"; la proliferación de armas de exterminio en masa, la guerra química y biológica, y los posibles éxodos masivos, puntos todos que, según la propaganda de guerra del Pentágono, ubican a Cuba como una amenaza a la seguridad nacional estadunidense.

El principal obstáculo para un cambio de política hacia Cuba radica en las presiones de la ultraderecha cubano-estadunidense de Miami y en la filosofía que emana del proyecto de dominio global que defienden los fundamentalistas neoconservadores que controlan el poder en Washington. Destruir a la revolución cubana forma parte de la vieja doctrina hegemónica bipartidista estadunidense. Pero el grado de fanatismo con que ha asumido el proyecto imperial la administración de Bush, su desprecio por la ley y la opinión pública internacional, así como la inclinación por el uso desmedido de la fuerza, constituyen particularidades de su gobierno y marcan su diferencia respecto a sus antecesores.

Los primeros ajustes de Bush a su gabinete, en particular la sustitución del secretario de Estado, Colin Powell, por Condoleezza Rice, y el nombramiento de Alberto Gonzales como procurador general, parecen confirmar la hipótesis de que en su segundo periodo seguirá acentuando la línea belicista de su política exterior. A su vez, las relecciones de los congresistas cubano-estadunidenses de la Florida; la elección del senador Mel Martinez, fascista de origen cubano que participó en la elaboración de Comisión de Apoyo a una Cuba Libre, y la del alcalde metropolitano Carlos Alvarez, demuestran que la maquinaria de la extrema derecha cubano-estadunidense es todavía dominante en la vida política del estado gobernado por Jeb Bush, hermano del mandatario.

Ante la amenaza de invasión, y dada la superioridad tecnológica del ejército estadunidense, la dirección política y militar de Cuba ha venido analizando las doctrinas vigentes del Pentágono, aplicadas en las guerras contra la ex Yugoslavia, Afganistán e Irak, y en caso de un ataque ha adecuado su armamento para defender la isla con unidades dislocadas, sin presentar un frente regular o fijo. En ese sentido, y ante una hipotética agresión estadunidense, el gobierno cubano acaba de desarrollar el ejercicio estratégico Bastión 2004, cuyo objetivo fue preparar de forma masiva a la población para la defensa territorial de Cuba, bajo la concepción de la Guerra de Todo el Pueblo.

El factor petrolero

A los factores políticos e ideológicos tradicionales de la confrontación entre Estados Unidos y Cuba se suma ahora un elemento adicional: como señala Saxe-Fernández, "el Caribe es una pieza central de la estrategia oceánica de Estados Unidos, ya que es el vínculo entre ese país y el teatro de operaciones militares en el Atlántico. El envío de combustibles, materiales estratégicos y bélicos en tiempos de paz y el tránsito de las fuerzas estadunidenses hacia Europa en tiempos de guerra hacen que el dominio sobre las líneas de comunicación marítima del Caribe, el Golfo de México, el Canal de Panamá y eventualmente el istmo de Tehuantepec resulten vitales en la planeación oceánica de Estados Unidos".

Pero además, según las más recientes evaluaciones geológicas, el Golfo de México se ha posicionado como una de las principales cuencas petroleras del planeta, sólo después de la del golfo Pérsico y la del área transcaucásica. Según Fabio Barbosa, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, la riqueza petrolera del Golfo de México podría ascender a 100 mil millones de barriles. La velocidad con que las compañías multinacionales del ramo energético están licitando "campos de explotación" marinos en la zona conocida como los hoyos de dona abona la hipótesis de que el Golfo de México se ha convertido en una "frontera emergente", conformando lo que David Rainey, gerente de exploración de British Petroleum, califica de "nueva geografía petrolera".

De acuerdo con el investigador Gian Carlo Delgado, para Estados Unidos el potencial de producción del Golfo significa cerca de 30 por ciento de su producción doméstica de hidrocarburos y 23 por ciento de la de gas natural. Según Delgado, "de 1995 a 2002 la extracción estadunidense de petróleo de aguas profundas del Golfo aumentó en 535 por ciento, mientras la de gas lo hizo en 620 por ciento". Aunque los datos correspondientes a la zona económica exclusiva cubana de 112 mil kilómetros no son conocidos con certidumbre, estimaciones proporcionadas por la compañía Repsol YPF señalan que podrían ser de mil 600 millones de barriles, cifra equivalente a 30 por ciento de las reservas probadas actuales de esa multinacional española. Pero las reservas potenciales podrían ser mayores.

Como advierte Saxe-Fernández, la participación de Cuba en la "tercera cuenca", a partir de sus riquezas de hidrocarburos en la Dona Oriental, convierte a la isla en un nuevo factor geoestratégico, que "impacta en la planeación militar del gobierno de Bush y de los intereses petroleros que representa". Por lo que, a su juicio, el peligro de una operación militar contra Cuba se acrecienta en el segundo periodo de gobierno de Bush.

Al respecto, conviene considerar que junto con el lanzamiento de una plataforma aérea integrada por aviones Hércules EC-130 E pertenecientes al escuadrón 193 de Operaciones Especiales de la Guardia Nacional Aérea, con sede en Pensilvania, capaces de librar la guerra sicológica y transmitir señales de Radio y Televisión Martí y burlar la interferencia electrónica cubana, la Casa Blanca ha venido desarrollando un escudo marítimo en la zona del Golfo de México y el Caribe para proteger los puertos de la costa este de Estados Unidos y los cuatro estados que tienen salida al Golfo. En el marco de la restructuración militar que siguió a la creación del Comando Norte, Washington desplegó grandes unidades navales en la zona del Golfo y por primera vez realizó allí ejercicios militares. En los ejercicios participó el portaviones John F. Kennedy, cuya última misión fue de apoyo a la operación Libertad Duradera en Afganistán.

La nueva presencia de la armada estadunidense en el Golfo acrecienta la eventualidad de un bloqueo militar naval a Cuba, separada por 90 millas marítimas del territorio continental de Estados Unidos. En caso de un ataque, Washington no tiene que desplazar contingentes porque está a minutos de la isla y cuenta además con apoyos militares en sus bases de Guantánamo, Puerto Rico, Aruba y Curazao. Ante la eventualidad de un bombardeo masivo estadunidense, previo a una ocupación territorial, Cuba se prepara para una guerra de resistencia que será prolongada e irregular, y que no quedará exclusivamente bajo la responsabilidad del ejército profesional.

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