Jornada Semanal,  domingo 19 de diciembre de 2004          núm. 511
ANGÉLICA
ABELLEYRA
MUJERES INSUMISAS
PAULINA LAVISTA: ACERCARSE AL ALMA DE LOS SERES

Quiso ser escritora pero se consuela con su vocación de diletante, con su gusto por crear cuentos humorísticos, uno que otro poema, un guión de cine y una novela infantil que piensa meter a concurso. La música es su compañera, la escucha o baila con alegría. La imagen le apasiona y si bien hubiera deseado ser fotógrafa de National Geographic o Playboy, Paulina Lavista (DF, 1945) lleva cuarenta años de transitar un camino artístico que enfoca en el hombre con sus matices y paisajes y le permite acercarse al alma de quienes atrapa con la cámara.

Creció entre las notas de Elvis Presley y Chopin. Su padre, Raúl Lavista, compositor de música para cine, le infundió el amor por la ópera mientras que su madre la acercó a la plástica. En especial le intrigaba la magia contenida en un libro: la imagen de un bailarín congelado en el aire. Su mamá le decía que eso era una foto pero eso no le saciaba la curiosidad. Dice que tuvo una infancia llena de libertad y escasa atención así que se hizo sola, con la presencia de una hermana mayor muerta de tifoidea y otros dos menores que la situaron como la fuerte del grupo que a los once años hacía retratos de Claudio Arrau y José Mujica cuando eran invitados a las tertulias familiares.

Siempre tuvo problemas en la escuela y logró terminar la secundaria y la prepa en cinco planteles diferentes hasta que entró al CUEC. Fue de la primera generación con Jaime Humberto Hermosillo y otros pero como la economía familiar se vino a pique, había que trabajar y ella era muy guapa, decidió modelar. Fue estrella de "Despeinada Ja, Ja, Ja, Ja, Ja, Ja", de anuncios de chicles y tintes de cabello. Llegó a sentirse como Lorena Velásquez pero al final el modelaje no era creativo y se metió de lleno al área de producción de cine. Eran los años sesenta, trabajó con Aldo Monti primero y con Rafael Corkidi y Antonio Reynoso después, esos maestros del CUEC que la hicieron retomar los estudios.

Ese fotógrafo exquisito que era Reynoso le empezó a hablar de la luz, le hizo conocer a Juan Rulfo y Héctor García y le sembró aún más la semilla de la foto. Hizo la producción de cintas como Fando y Lis, de Jodorowsky y Mariana, de Juan Guerrero; fue gerente de producción de Publicidad Ferrer y durante las Olimpiadas en México coordinó las tareas de setenta camarógrafos y los miles de negativos que surgían del encuentro. Uno de sus primeros clientes fue Salvador Elizondo, su compañero de vida, y quien le pidió un retrato para la segunda versión de Farabeuf. Ella lo hizo con una cámara prestada y sólo pudo comprarse su Nikkon tras concluir la chamba en la jornada olímpica.

Su experiencia en el cine le indicaba lo difícil del medio y el enorme esfuerzo para que los resultados fueran unos bodrios. Veía a su padre frustrado con tanto churro en que había laborado, así que la foto fija fue su futuro. Con su Nikkon empezó las primeras fotos de desnudo y reportajes de teatro. Tuvo fracasos al retratar señoras pues querían salir guapas sin serlo, ella no impregnaba de glamour el asunto y las placas se quedaban sin pago.

Con una vida al lado de Elizondo, eran los enfant terribles de la época, antiburgueses, libres y divertidos. Recuerda la portada de Diorama de la Cultura con un Elizondo parodiando a Siqueiros y una reacción furibunda de la familia del muralista. De repente, la pareja de moda se cambió a Coyoacán y "nos convertimos en burgueses", ríe una mujer que sigue divertida.

Tras su colaboración en la revista Su otro yo, donde retrató a vedettes como Lyn May, se le ubica fotógrafa de desnudo. También retratista de célebres rostros, de Octavio Paz, Borges, Rulfo, Arreola y la plana mayor de la cultura. Pero ella no quiere ser encajonada sólo en ambos mundos y desea ir más allá. Su obra está en la calle, en las fotos reunidas en veinte años con rostros de niños y ancianos que son más que impresiones de denuncia sino placas de un contenido expresivo. Así, el año entrante que cumple sesenta, desea terminar este proyecto de Temas y variaciones donde el hombre es eje. Además quiere revisar lo que tiene en su archivo de cien mil negativos en temas como arquitectura, foto-textos, desnudos y retratos. Sueña con hacer una película, terminar su cuento infantil y continuar sorprendiéndose con el mundo que la rodea, sea en la mutación de un ajolote o de una tarántula y seguir acompañándose de su perico Curro, cantante de ópera, y de los acordes paternos que la conmueven al escuchar su Aria de la suite en estilo antiguo.